El Arzobispado ha donado al Ayuntamiento de Caspe el edificio de la ermita de la Magdalena, que se encuentra en una colina de los montes de Valdurrios a los pies del Mar de Aragón. «Hace años que quisimos hacer algo para frenar el deterioro de la ermita, sin embargo, nos dimos cuenta de que el edificio era del Arzobispado, a pesar de estar asentado en terrenos municipales», recordó Pilar Mustieles, alcaldesa de Caspe. Entonces, comenzaron las negociaciones: «Como administración pública no podemos invertir en un bien que no es nuestro, por lo que no nos valía una cesión temporal que luego revierta en la Iglesia, necesitábamos que se hiciera esa donación para que pase a pertenecer al patrimonio municipal», apuntó Mustieles.
Esta construcción religiosa del siglo XVIII se encuentra en estado de ruina, por lo que, desde el lunes 13 de marzo, el consistorio caspolino podrá trabajar en su mantenimiento. A continuación, se realizarán una serie de estudios topográficos y de análisis del estado en el que se encuentra la ermita para decidir de qué manera actuar en ella. No obstante, desde el consistorio se insiste en que no se llevará a cabo una rehabilitación de la construcción, si no que se trabajará para frenar su deterioro. Asimismo, para conservarla, se van a barajar las subvenciones disponibles para este tipo de actuaciones por parte de las administraciones.

Mientras esta conservación se pone en marcha, la brigada municipal ha vallado el recinto para evitar incidencias entre los visitantes. De hecho, alrededor de 500 personas visitan anualmente este curioso enclave, acudiendo bien a través de embarcaciones o a pie cuando baja el nivel del embalse.
Asimismo, el Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón-Caspe sigue trabajando por mantener esta ermita en el imaginario de la población. «Allí vivieron muchas personas vecinas de Caspe, se desarrolló una sociedad», destacó Isabel García presidenta del CECBAC, como punto clave en la importancia de mantener vivo dicho símbolo. Además de ello, García insistió en la relevancia patrimonial que la Magdalena supone para Caspe, dada la importancia que tuvo en su día, a nivel estratégico, cultural, social, religioso y artístico.
Relevancia cultural y artística
Esta ermita se caracteriza especialmente por su ubicación, ya que se sitúa en un terreno completamente aislado cuando el embalse está alto. Cabe destacar también la relevancia de los frescos que todavía se pueden apreciar en sus muros. De hecho, en una de sus cúpulas aparecen diez ángeles se muestran junto a sus instrumentos y partituras. Estas pinturas realizadas al fresco corresponden a un artista «realmente bueno, típico del barroco», insiste el historiador Javier Cortés.
Asimismo, existía toda una tradición entorno a la ermita de la Magdalena. Hasta antes del inicio de la Guerra Civil, se hacían procesiones anuales hasta la ermita recorriendo los 32 kilómetros que la separan de Caspe. Sin embargo, lo más llamativo de este enclave eran las rogativas que se realizaban en tiempos de sequía. Toda la importancia y el valor artístico y patrimonial del edificio lo seguirá trabajando el Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón-Caspe, institución que ya ha estado dándolo a conocer en los últimos años.
«Esta ermita tuvo gran relevancia en Caspe y, por tanto, en su historia, por lo que nos parece importante reincorporarlo al imaginario colectivo para ponerla en valor», señala Isabel García, presidenta del CECBAC.
Primer e importante paso, pero que nadie se relaje, que ya nos conocemos estas historias. Bravo por el arzobispado, ahora que el Ayuntamiento de Caspe prosiga con el plan trazado. Ánimo, que el esfuerzo valdrá la pena.