El apellido Macipe une a primos y sobrinos repartidos entre cofradías, rosarieros, organización y tambores
A la tradición popular ligan en esta familia su afición a tocar el tambor. «Es costumbre y la gran mayoría llevamos la misma trayectoria: según vas creciendo te vas uniendo», explica José Miguel del Río. «Los tambores son como la jota, una seña de identidad», dice su hijo Miguel. Lo añade para explicar por qué dos bombos del Museo de la Semana Santa de Albalate del Arzobispo hace un año viajaron a Roma. Lo hicieron con el bailarín Miguel Ángel Berna que se llevó a un grupo, -entre los que estuvo Miguel-, a actuar varios días en un teatro.
En 2011, jota y redobles se fusionaron cuando el pueblo acogió las Jornadas Nacionales de Exaltación del Tambor y Bombo y Berna realizó la apertura. Contó con los tambores aceptando así la idea de fusión que le había lanzado Fernando Gabarrús en un año que también fructificó otra propuesta del albalatino de recuperar a los Rosarieros. Desde entonces, otro Macipe, en este caso Javier García, continúa prestando su voz cada madrugada de Viernes Santo tras el Romper la Hora. Miguel también procesiona pero empujando la gran matraca que los acompaña anunciando su avance.
Los orígenes de los toques los encuentran en casa. José Miguel y su hermano Antonio, en un bombo «que siempre ha habido por allí» y un tambor militar que el abuelo hacía sonar en la mili y en Albalate como cabo del Nazareno, un puesto que con el tiempo ocuparon también José Miguel y su hijo. «No recuerdo cuándo empecé pero sí de pedir con insistencia un bombo en casa a mis padres». José Antonio Ciércoles y Antonio Lucea se unen a la conversación. «Está la Semana Santa de cofradías que tienen mucha tradición por parte de muchas familias, y la del tambor que saca a todos a la calle. Hay muchísima gente que lo vive con auténtica pasión», explican. Tambores y bombos tienen mucha fuerza en los Macipe donde también hay algo de Nazareno y de La Piedad. En que los «tiempos han cambiado» coinciden todos. «Los bares sustituyen al recorrido nocturno por las casas tomando anís, pastas…». «La gente disfruta mucho pero es diferente», siguen.
De los momentos clave de Albalate en la Semana Santa ha sido parte activa Antonio del Río como alcalde. Salió elegido en su primera etapa en 1983 y un año después llegó la incorporación del pueblo a la Ruta, las Jornadas de Convivencia y la instalación del Monumento al Tambor. Es obra de José Gonzalvo y lo recuerda con cariño ya que siguió el proceso de principio a fin. «Salvo darle con el martillo, estuve implicado en todo lo demás», sonríe. Se ubicó junto a la carretera, en el lugar que pronto vio claro el escultor, y es el epicentro de gran parte de la Semana Santa y de la previa desde que hace tres años se recuperó la costumbre de ir allí a tocar las marchas tradicionales. Se convoca a la gente de Lunes a Miércoles Santo a ir a desempolvar los instrumentos. «Cuando no había ensayos se hacía así y ahora va bien, sobre todo, para los albalatinos que viven fuera y ya esos días están aquí y sacan sus tambores para recordar un poco», cuenta Miguel. «Ahora es difícil seguir a la gente que ensaya durante meses», apunta José Miguel que además fue uno de los fundadores de la Cuadrilla de la Ruta que cumple 25 años.
«Veo desde el balcón el desenfreno en el Romper la Hora, luego el cierre ya es más pausado, ya es otra cosa por pura lógica del cansancio», valora Antonio. Este año será el último que lo viva desde esa perspectiva del balcón porque se retira de la política. Todos coinciden igualmente en el buen futuro gracias a la cantera. Miguel, además de ser presidente de la Junta de Cofradías, es uno de los que enseña a varios grupos. De forma inconsciente sigue la senda de su padre, con quien muchos de su generación aprendieron a tocar en ensayos junto al Castillo. «Tiene mucha paciencia, todas las noches está ahí», dice su tía Cloti Gómez. Ella es natural de Libros donde se crió hasta que llegó a Albalate. «Siempre decía que quería aprender y lo pude hacer cuando salió un grupo de adultos no hace mucho», dice. El origen está en las madres que querían aprovechar el rato en que ensayaban sus hijos. «Empezaron cinco y ahora son más de 30».
Y en casa también hay continuidad. Laura Ciércoles, con 15 años, es la más joven de los primos en los que apellido Macipe ya se pierde pero no el espíritu. Como ella, Víctor, Daniel, Manuel, Iris, Miriam… Todos viven su Semana Santa con su tambor, es el elemento en torno al que se unen en toques de madrugada, en Jornadas Nacionales, de la Ruta y en las procesiones dando vida a la tradición popular de un pueblo tan jotero como tamborilero.
Marí Carmen dice
Muy participativos, cómo debe ser.
Fantásticos los tambores en todas sus actuaciones
Antonio ha contribuido mucho a q todo mejore mucho.
Miguel también participa en enseñar a los pequeños.