«A aquellos profesionales de la sanidad que dudan en venir al Hopital de Alcañiz les diría que no se lo piensen. Que su curva de aprendizaje aquí asciende de forma increíble durante los primeros seis o siete años. Hay un equipo de profesionales brillantes de los que se aprende muchísimo. Además, como internista, te acercas a todas las especialidades muchísimo más y adquieres unos conocimientos que en hospitales grandes son impensables». Con este consejo, el Jefe de Medicina Interna del Hospital de Alcañiz, Francisco Marcilla, se despidió el miércoles del centro sanitario en el que ha ejercido de médico durante los últimos seis años. Sus compromisos familiares le llevan a comenzar a trabajar el lunes en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza.
Aunque es de Albacete, en la capital aragonesa estudió Medicina y allí conoció a su mujer -médico especialista en digestivo que trabaja en el Hospital de Calatayud-, con la que tiene tres hijos. «Pedí el traslado en su día y, aunque me da muchísima pena, tengo que marcharme», aclara. Aunque es la más larga, no es su única etapa en Alcañiz. Realizó una baja maternal en 2013 y cubrió vacaciones de verano en 2011. Antes, desarrolló su residencia en el Hospital Miguel Servet y, a lo largo de su carrera profesional, ha trabajado también en hospitales de Barcelona y Tudela.
Marcilla deja pendiente en Alcañiz un proyecto «ilusionante» y «ambicioso» con el que se convirtió en Jefe de Servicio de Medicina Interna unos meses antes de que comenzara la pandemia. «No tenía una ambición por ser jefe de servicio pero no había nadie y creía que podría hacerlo bien. Mi objetivo era gestionar el talento de mis compañeros, que ellos se sintieran bien, poner en marcha una formación mixta con otros hospitales para completar esa parte más científica de la que existe carencia en los hospitales comarcales, integrar a los docentes en el servicio… Era un proyecto muy ambicioso que quedó a un lado por la irrupción del covid», dice.
Por el momento, no se retomará. De hecho, tres personas se van de su servicio en Alcañiz y no se van a cubrir estas plazas en el corto plazo. «Es la falta de recursos humanos la que acaba lastrando los servicios. Pasamos de atender a 10 pacientes a 30 y, claro, la atención no puede ser la misma…», lamenta.
La solución a este problema, que se repite en muchos hospitales es «complicada». Francisco Marcilla la achaca a diversos factores. Por un lado, cree que a la bolsa de empleo de médicos en Aragón «le falta madurez». «En Tudela o Barcelona funcionaba cuando yo estuve allí y aquí no había. Recuerdo que envié una carta al Salud pidiendo su creación, para facilitar la entrada de médicos al sector público», determina. Por otro lado, lamenta que el peso del sector sanitario a nivel autonómico no es muy grande. «No es que desde dirección no se trabaje para conseguir recursos, es un trabajo de todos que no se consigue», puntualiza. En tercer lugar, lamenta que las nuevas generaciones de médicos que acceden a una residencia estén rechazando interinidades en Alcañiz «porque no quieren venir aquí». «Yo, que procedo de una familia humilde, no entiendo esto. Es más, creo que como requisito indispensable durante la formación se debería incluir el ejercer cierto tiempo en un hospital comarcal», detalla. En ese aspecto, subraya los importantes beneficios que tendría esta práctica para todas las partes. «Para los médicos jóvenes, con muchas ganas y proyectos, nuevos conocimientos… sería una forma muy buena de ampliar su formación porque además los pacientes son los mismos, con las mismas enfermedades y patologías; por otro lado, se aseguraría una continuidad en el hospital, donde nunca faltarían recursos humanos», explica.
A estos factores se une una «falta de previsión» que lleva a carencias en las especialidades como es el caso de la reumatología. Con interés, mucho esfuerzo y el apoyo del equipo del Miguel Servet de Zaragoza, Francisco ha pasado consulta de Reumatología en el Hospital de Alcañiz. Es otro servicio que se pierde hasta que se cubra su plaza, de la que todavía no se sabe el devenir. «Esto ya es una cuestión del Ministerio y las universidades. Cuando empiezas a formar a un médico tienes 10 años por delante. Habría que preveer que tipo de especialidades van a hacer falta dentro de 10 años», añade desde la azotea del Hospital alcañizano el mismo día en el que se despide de la capital bajoaragonesa.
En el horizonte, se vislumbra el cerro donde se ubicará el nuevo Hospital, que Francisco no estrenará. «Te puede parecer una barbaridad, pero creo que es más necesaria una autovía a Zaragoza, que el nuevo centro. Si hay autovía, la gente quiere venir. ¿Por qué se está más dispuesto a ir a Calatayud que a Alcañiz? pues porque puestos a coger el coche, a Calatayud vas por la autovía, mucho más seguro y en menos tiempo», destaca. No obstante, reconoce que con el nuevo hospital se ganará en medios y condiciones. De hecho, llegarán las camas UCI, tan necesarias para el territorio. «Ya intentamos poner en marcha una aquí pero claro, sin intensivista es imposible. Hubiésemos hecho hueco sin problema».
El trato con el paciente
Con respecto al último año, Francisco no oculta que llegó a sufrir un crisis vocacional y que, aunque ahora la situación ya es diferente, lo pasó francamente mal durante los primeros meses, cuando se perdió el trato personal con los pacientes. «Te haces médico para ayudar a la gente, para darle solución a un problema que tienen ellos y eso es lo que te hace feliz. Yo soy feliz pasando consulta y tratando a las personas que vienen. El covid no te permitía conocer al paciente, saber qué es lo que necesitaba, en qué trabajaba, qué familia tenía… Intentabas ayudarle pero en la distancia, camuflado hasta arriba con los EPI y, además con el miedo de que llegaba a ser para ti una amenaza, aunque suene muy fuerte», recuerda. La impotencia de no saber cómo ayudar a los pacientes y ver cómo empeoraban sin que nada se pudiese hacer fue algo muy duro y, probablemente «todavía poco reconocido».
Se despide de Alcañiz nostálgico pero con la satisfacción de haber ejercido aquí una medicina cargada de valores y colaboración. «Tienes un paciente al que todo el Hospital le pone nombre y apellidos, igual que a todos los compañeros. Le ayudas con el apoyo del auxiliar, la enfermera, el farmacéutico y la técnico de microbiología con quienes el contacto es fluido y directo», ejemplifica.
Precisamente, esa «gran familia» es lo que va a echar mucho de menos. «He coincidido con un grupo de personas excepcionales. Auxiliares, enfermeras, especialistas… y dirección. En ese sentido, pierdo un director, pero gano un amigo». «Se que me voy de mi casa, para acercarme a mi casa», concluye Francisco Marcilla.
A este profesional habría que decirle que se quedará y diera ejemplo .
Ejemplo ya ha dado durante unos cuantos años, y además de profesional, como todos nosotros, tiene una vida personal, y el derecho de elegirla y disfrutarla.
Francisco Marcilla, eres un crack, un médico como una catedral. Te echaremos de menos.
Gran profesional, magnífico gestor, trabajador incansable, buen compañero y amigo….cuanto pierde Alcañiz y como vamos a echarle de menos.
Gran profesional y gran persona como jefe organizador Magnifico.Suerte en tu nuevo destino
Sin su gestión nuestro hospital no hubiera podido superar los momentos de colapso durante la pandemia, gran médico y mejor persona y compañero.