Javier Carví, un jóvel fabarol, se trasladó en diciembre hasta Rumanía para formar parte de un programa de voluntariado de la UE para realizar actividades con niños y niñas de zonas rurales. A finales del pasado año, Carví ya había terminado sus estudios en Relaciones Laborales de la Universidad de Zaragoza. Entonces una amiga le informó de la existencia de este programa y no dudó en apuntarse.
El fabarol reconoce que siempre le ha gustado mucho viajar, con inquietudes por conocer nuevos países. «Es algo que me motiva y que hago con mucha pasión», insiste Carví. Además, reconoce que siempre había tenido curiosidad por conocer este país, que tanta presencia tiene en España. En este sentido, asegura que está «muy satisfecho» de la gente que ha conocido y de lo que le ha aportado este país.
Una vez llegó a Rumanía, su función ha estado orientada hacia la educación no formal. Allí ha trabajado con niños de diferentes edades -«algunos son huérfanos, o con problemas en casa, son niños y niñas con pocos recursos«- de una zona rural. «Además estos niños al estar en el medio rural tienen menos acceso a los servicios». En el centro de acogida de servicios sociales, los voluntarios les ayudan a aprender mediante actividades didácticas.
«Esta es una experiencia increíble. Es enorme el cambio que ha producido en mi persona esta labor. Todavía no he asimilado todo lo que he aprendido .Cuando llegue a España creo que empezaré a ser consciente de todo lo que he aprendido y todo lo que me han enseñado estos niños», reconoce Carví. Además, él mismo confiesa que antes de esta experiencia no le gustaban mucho los juegos con niños y niñas, sin embargo ahora «me voy lleno de amor y de la energía que me han transmitido».
En cuanto al día a día en su labor en Rumanía, explica que llega a casa «cansado tanto física como mentalmente, pero todo lo que me transmiten y aportan los niños con los que trabajo me llena de vida y felicidad«.