«Cada palabra que he escrito es cierta, cada historia es real. Todas estas imágenes del pasado nacieron en mi mente». Bueno, pues estas palabras son las primeras que leemos cuando abrimos este singular libro que hoy os recomiendo. Verdaderamente, es una pequeña joya que me he encontrado entre el revoltijo de las Novedades. Una autobiografía deliciosamente narrada: una historia de amor, de fidelidad y de mucho valor, que corre pareja junto a la macrohistoria de la China del siglo XX; además de estar profusa y delicademente ilustrada.
Su autor es un tal RAO PINGRU, nacido en 1922 en la ciudad de Nanchang, China. He de confesaros que mi conocimiento de la literatura oriental es bastante escaso; y no por nada en especial, sencillamente porque aún me queda mucho por leer de las letras occidentales que, de momento, son las que acaparan toda mi atención – más adelante, veremos-. Pero este libro es un caso especial: es una obra única y extraordinariamente bella, de un autor que no se ha dedicado nunca a escribir; y sin embargo, qué bien escrita está.
Pero veamos por qué este RAO PINGRU escribió en el año 2008 este libro tan bello.
Parece ser que desde niño, PINGRU tenía un talento especial para la pintura, y aunque nunca asistió a clases, no cesaba de rellenar pliegos con caligrafía e ilustraciones en tinta y acuarela. Cuando en 2008, tras sesenta años de vida en común, fallece su esposa a causa de una enfermedad, la única forma que encuentra de apaciguar el dolor de la pérdida es dejar a sus nietos constancia de sus recuerdos por escrito y en forma de dibujos. Cuatro años después, esos cuadernos que rellenó dieron cuerpo a este libro extraordinario.
Ella se llamaba Meitang y lo fue todo para él. Se conocieron muy jóvenes, el amor floreció lentamente y estaban destinados a formar una pareja normal, como tantas otras. Sin embargo, el turbulento siglo XX les reservaba un camino lleno de escollos. Primero, defender a su país ante la invasión japonesa (PINGRU llegó a ser capitán del ejército); luego, tras la boda, luchar contra los comunistas insurrectos liderados por Mao Zedong; y más tarde, tras la derrota y el ingreso en un campo de «reeducación», vivir separados durante más de veinte años, hasta que el cambio de régimen abrió la puerta al ansiado reencuentro.
Sin embargo, a pesar del dramatismo de la historia, RAO PINGRU se resiste a caer en la amargura y el rencor. De alguna forma, ha logrado preservar la mirada inocente y limpia del niño que aparece al principio, y que, al final de la lectura, nos transmite su inmenso amor por la vida. Su sabiduría innata, su estilo simple y alegre, su talento como ilustrador -naïf-, lo convierten en un autor inclasificable. Muy, muy recomendable para estos tiempos de absurda confrontación.