Me llamo Yotam, tengo diez años y una grabadora. Mi familia se está derrumbando y yo intento meterla en un casette. Los grabo a escondidas cuando hablan de sexo, de dinero, de paz en el mundo, de violencia doméstica. De cosas que quieres y pierdes. También de Israel. Del pueblo perseguido y miedoso. Como yo. Todo se desmorona a mi alrededor y yo solo tengo un arma para defenderme: mi primer Sony”.
Benny Barbash nació en Israel en 1951. Dramaturgo, novelista y guionista de cine y televisión, es el creador del movimiento pacifista israelí Peace Now, que defiende la creación de un Estado Palestino. Bien, todo esto sería, más o menos, normal en la biografía de uno de los cientos de escritores cuyas obras y su lectura se quedan recluídas dentro de las fronteras de sus países. Sin embargo, a este tal Barbash debió de venirle una especial inspiración un buen día, un golpe de talento y, así, escribió una novela realmente deliciosa: precisa, ácida, tierna, divertida, que, en algunos momentos, es capaz de dejarte sin aliento por el ritmo provocado que llega a adquirir su escritura. Y, también, por el acierto de que el narrador sea un niño de diez años -con lo difícil que es que este tipo de narración no caiga en la total cursilería.
Así pues, Mi primer Sony ha logrado traspasar las fronteras del estado de Israel, ha recibido por el camino numerosos premios de la crítica y el público, y ha aterrizado en nuestro país gracias al infalible olfato editorial de Blackie Books.
Yotam, pues, es un niño de diez años poseedor de una lógica aplastante y al que un buen día su padre decide regalarle una grabadora (una de esas de cintas de casette tan maravillosas), con la cual va recogiendo y guardando todo lo que acontece en su vida. Yotam graba todo lo que ocurre en su casa: una familia desestructurada al borde del derrumbe emocional, y mientras nos hace partícipes de los destinos de los que le rodean va tratando de encontrarse a sí mismo, buscando un lugar en este mundo que los adultos se empeñan en complicar. Pero Yotam también graba las parrafadas nacionalistas de su abuelo, que no entiende por qué sus hijos defienden el respeto y devolución de los territorios ocupados a Palestina. Y graba la historia de Noé, superviviente del Holocausto que por fin está dispuesto a contar lo que ocurrió y sufrió. Y graba, y graba, y graba… todo lo que puede, con el fin de no perder nada de su pasado, porque lo que no recuerde no existirá.
En fin, no es una obra cumbre de la literatura, pero está muy bien ideada y escrita. Y así como Yotam, con su grabadora, trata de permanecer en el mundo y que sus seres queridos permanezcan en el suyo, así Barbash ha conseguido que su Yotam permanezca en el mundo de sus lectores.