Comencemos por el principio... ¿Cómo decidiste irte a Gambia?
Cuando empecé la carrera, una de las primeras charlas que nos dieron trataba sobre esto. Vinieron a hablarnos del proyecto unos voluntarios que ya habían participado en él. Me llamó mucho la atención y en cuanto se puso en marcha este año no dudé en apuntarme. Teniendo en cuenta la situación sanitaria, el programa estaba un poco en el aire, pero finalmente salieron las plazas y enseguida llamé a mis padres para comprarme el billete de avión.
¿Has hecho este viaje sola?
Hemos venido bastantes de mi misma clase de la universidad, y esto aún ha hecho la experiencia más interesante. De esta forma, iniciamos la aventura a través de la ONG Alpicat Solidari, ya que además una de nuestras profesoras trabaja en esta institución. Uno de los proyectos que realizan es el que está en Baja Kunda, donde han fundado varios colegios y el hospital donde estamos haciendo las prácticas.
Una vez llegasteis a Gambia, ¿qué labores habéis realizado?
Primero llegamos a Bajul, la capital del país, y allí estuvimos dos días hasta que cogemos un autobús para venir hasta Baja Kunda. Una vez estuvimos aquí, empezamos a realizar las prácticas, que además se nos convalidan. El trabajo que hacemos es principalmente de fisioterapia, aunque yo como estoy estudiando a la vez enfermería me sirve también para aprender aspectos de esa rama. Por ejemplo, asistí a un parto y estuve en una jornada de vacunación. Podría decir que estoy aprovechando al máximo la estancia en el hospital.
¿Cómo son esas ramas de la salud allí?
En el caso de la fisioterapia, no hay nada. En la capital sí que existe el servicio, con fisioterapeutas formados, pero al pueblo no vienen, aunque aquí se necesitan bastante. En cuanto a enfermería, aquí sí que hay gente formada, pero aún así se necesita a más gente. Lo curioso aquí es que respecto a fisioterapia, la población autóctona tiene creencias muy religiosas. Por ejemplo, si un paciente tiene un ictus o una enfermedad similar, piensan que ha sido una causa demoníaca o que le han echado un mal de ojo o algo parecido. Aquí estás acostumbrados a acudir a los hechiceros para estos problemas, y ahí les echan muchos ungüentos o especias. Por tanto, cuanto nosotros empezamos a tratarles, están deseando que les echemos crema, pensando que es eso lo que les cura, aunque realmente mejoran gracias al tratamiento que les hacemos. Por eso es muy importante la educación sanitaria.
¿Con qué recursos contáis para trabajar?
Son muy escasos, esto no es como un centro de fisioterapia al uso como los que tenemos en España. Por ejemplo, no contamos con un ‘step’, que es básico para proporcionar inestabilidad, y en algunas ocasiones lo hemos sustituido por una piedra. También nos hemos tenido que buscar la vida para comprar una pelota para jugar con algún niño que tenga secuelas de la malaria y darle estímulo. Incluso hemos tenido que suplir las bandas elásticas que se utilizan para trabajar la resistencia con una riñonera. Nos vamos buscando la vida un poco.
Ya que hablamos de salud, ¿cómo llevan en Gambia la pandemia?
Aquí las medidas de seguridad como el uso de mascarillas o de gel hidroalcohólico no está tan instaurado como en España, por ejemplo. Pero paulatinamente la población ha ido cogiendo un poco el hábito de tener precaución con el virus. En cuanto a casos, aquí no cuentan con los suficientes recursos como las pruebas PCR o los test rápidos, por lo que no se pueden contabilizar los contagios. Además aquí hay otras enfermedades que prevalecen frente a esta.
Cambiando de tercio... ¿qué dirías que te está aportando esta experiencia?
Tengo un cúmulo de sensaciones enorme que es difícil de explicar. Aquí estamos continuamente reflexionando de lo que tenemos y lo que no, sobre cómo valoramos las cosas y la diferencia de nuestras vidas en España a las de los gambianos. Las personas son muy diferentes, y lo que nos transmiten es muy bueno y especial.
¿Cómo os ha acogido la población desde que llegasteis?
En la capital eran un poco más fríos, no nos tenían ese aprecio que nos han tenido aquí, en Baja Kunda. En esta localidad fue increíble cómo nos recibieron los niños en cuanto llegamos. Se nos tiraban todos encima a saludarnos. Un chico de aquí que hablaba español nos dijo que como cuando venimos los voluntarios jugamos mucho con ellos y les encanta, y por eso nos asocian con la diversión. Esto es lo que más echaré de menos cuando me vaya, el cariño sobre todo por parte de los niños, pero de la gente en general.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido de la cultura de este país?
Lo que más me ha llamado la atención es que el pensamiento de la capital es totalmente distinto al que tienen en el pueblo, pero sí que es verdad que en Baja Kunda tienen muchas creencias arraigadas y buscan explicaciones muy diferentes a las que en occidente podríamos pensar. Pero en cuanto a la cultura aquí hay distintas etnias, entonces cada una tiene su religión y creencias. La que más me gustó fue la de Los Fula, que se caracterizan por sus marcas en la piel, se visten con muchos accesorios como muchos pendientes, y el poblado en el que viven está compuesto por cabañas diferentes a las del resto de poblados.
¿Qué esperas de los últimos días?
Hemos querido alargar el voluntariado y nos quedamos hasta el 7 de septiembre, para aprovechar un poco más de la experiencia. Espero vivir los últimos días al máximo y no desaprovechar ninguna oportunidad de hacer nuevas actividades. Por ejemplo, hace unos días jugamos un partido los voluntarios contra los habitantes del pueblo y, a pesar de que no tenía previsto ir porque se me da mal el fútbol, acabé jugando y me lo pasé muy bien. Además de esto, tenemos previsto ir a la Isla James, ver una reserva natural y hacer un safari.
Paula Poblador es una estudiante de Enfermería y Fisioterapia caspolina que está realizando sus prácticas en el país africano Gambia. Concretamente, se ha establecido junto a otros compañeros de carrera en la localidad de Baja Kunda. En este país africano no solo está poniendo en práctica sus conocimientos estudiados, sino que además está conociendo otra cultura y sus valores.
Pueblo de Bajakunda /P. Poblador Paula Poblador, realizando sus prácticas de fisioterapia / P. Poblador Los voluntarios de la ONG en Baja Kunda / P. P. Los voluntarios del programa junto a algunos niños de la localidad africana / P. P. Algunos de los estudiantes, junto a la población autóctona de Baja Kunda / P. P. Paula Poblador con sus compañeros del hospital / P. P. Entre sus escapadas por Gambia, Paula Poblador visitó una reserva natural / P. P. Las cabañas de Baja Kunda / P. P. Algunos animales en el pueblo gambiano / P. P.
Yo soy d baja kunda estoy muy contento de ver este entrevista, en España vivo en lleida alfarras
Hola muy buenas desde huesca también soy de baja kunda os agradecemos vuestro trabajo que se anime gente que tienen un gran corazón para ir a conocer otras cosas y cultura yo tengo 32 años llevo en huesca 16 año astas nosotros cuando vamos de vacaciones aprendemos cada vez más gracias y saludos un abrz