A la entrada del pueblo de Chiprana, y frente a un mirador donde cautivan los atardeceres, se encuentra la pequeña tienda «Lo menester». Este establecimiento lleva 7 años funcionando en la localidad, cubriendo las necesidades de los vecinos y vecinas de la zona. Un comercio local, de confianza y ahora también -en tiempos de covid- un comercio seguro y que ha permanecido abierto a pesar de las circunstancias durante todo el tiempo posible.
Déborah Piqué y Mayte Vicente, propietarias del establecimiento de alimentación, reivindican la labor del comercio local, aunque reconocen que en ocasiones (como está ocurriendo con esta pandemia) se encuentra desamparado. «Muchas veces la gente se cree que el pequeño comercio solo está para pequeños olvidos, y no es así. Las pequeñas tiendas del pueblo hemos hecho frente a todo lo que hemos podido y más», explica Déborah Piqué.
Ambas aseguran que durante el confinamiento acudió más gente a su tienda que normalmente, ya que en ese periodo no se podían trasladar a otras localidades a comprar, lo que para ellas fue muy beneficioso. Además, les agradecen a los vecinos que, tras la desescalada, hayan continuado con esa tendencia y sigan comprando en su establecimiento.
El supermercado ‘Lo menester’ es el único comercio alimenticio que ha estado abierto en Chiprana durante el confinamiento y que lo está en la actualidad. Mayte Vicente asegura que vivieron ese periodo con «miedo y preocupación», sobre todo por la gente mayor.
«No sabíamos cómo organizar las cosas porque tampoco nadie vino a aconsejarnos sobre cómo teníamos que actuar frente a esa situación», lamenta la otra dueña de la tienda. «Entonces hicimos nuestro propio protocolo y nos organizamos con el Ayuntamiento de Chiprana, que colaboró y nos ayudó a llevarle la compra a la gente mayor». A pesar de ello, Vicente asegura que «no fue nada fácil».
Piqué añade que se quedaron «desamparadas a nivel informativo», por lo que adoptaron las medidas que vieron convenientes: «La mascarilla, aunque no era obligatoria entonces para la gente que venía al comercio, nosotras nos la pusimos desde el principio; utilizamos guantes en un primer momento, redujimos el aforo a 3 personas para que pudieran mantener las distancias de seguridad y les hacíamos lavarse las manos con gel hidroalcohólico antes de entrar. Además desinfectábamos todas las superficies continuamente». Tres o cuatro semanas después de que se declarase el Estado de alarma recibieron las ansiadas instrucciones, «pero eran las medidas que ya habíamos estado tomando».
Contagios en la localidad
Con la vuelta a fase 2, en Chiprana surgió un brote de coronavirus entre temporeros. Este contagio se extendió y llegó a las dos tenderas, por lo que cuando notaron algunos síntomas solicitaron hacerse la prueba PCR, que resultó positiva. «Lo primero que pensamos fue que esperábamos que no hubiera nadie más contagiado, estábamos preocupadas por la gente, de la tienda lo único que nos inquietaba era que hubiese personas que no pudieran tener la compra en casa», asegura Vicente.
Tras diez días de confinamiento por parte de ambas, regresaron, por fin, a sus puestos de trabajo. «Nosotras solicitamos otra prueba para asegurarnos de que ya estábamos bien pero nos la denegaron, explicándonos que así es el protocolo que sigue el Gobierno de Aragón cuando alguien da positivo con síntomas leves, porque consideran que no tienen carga viral y ya no pueden contagiar a nadie», apunta Piqué.
Durante esa cuarentena, su empleada, Almudena Oliver (quien dio negativo), estuvo al cargo del establecimiento abriéndolo todos los días. Ahora que han vuelto, Mayte Vicente asegura que regresan a la actividad con «nervios, aunque con ilusión y muchas ganas por volver a satisfacer las necesidades de la gente».