Se cuenta que durante el verano de 1816 (según Montero Glez), el cielo de Europa se oscureció y el clima se tornó frío por causa de un volcán lejano, cuya erupción, ocurrida el año anterior, se puede considerar como uno de los peores cataclismos ocurridos en la historia del mundo. Mientras muchos hablan de castigos divinos, en París, un hombre de origen alemán, busca el significado oculto de aquel fenómeno. Se llama Alexander von Humboldt y sospecha que el origen de todo aquello está contenido en la erupción del Tambora, un volcán de Indonesia cuyos gases y residuos viajan, más de un año después, hasta la otra cara del mundo.
Estas cosas las cuenta mejor que nadie el gran escritor y poeta colombiano WILLIAM OSPINA en su último libro -y que en esta semana me inclino por su lectura asombrosa y apasionante-, un relato que nos lleva de viaje por el esplendoroso pasado de las geografías sudamericanas. El libro se titula: «PONDRÉ MI OÍDO EN LA PIEDRA HASTA QUE HABLE», y en él se nos cuenta las peripecias de Humboldt (1769-1859), científico que traspasó las fronteras de la ciencia hasta convertir su sabiduría en arte.
No cabe duda de que el naturalista y explorador Humboldt ha sido uno de los grandes hombres que ha dado la Historia. Gracias a su sabiduría y curiosidad, poseemos ahora una serie de conocimientos y verdades que sin él no hubieran sido posibles.
Después de muchos estudios, logró que la corona española le expidiera un pasaporte para explorar el territorio del que se contaban historias y leyendas casi mitológicas. Lleno pues de entusiasmo y con toda clase de aparatos que le permitieran medir «la intensidad de los colores, la limpieza del cielo, la declinación de las estrellas, la temperatura de las aguas profundas…», se lanzó a la aventura en un viaje mítico: «Se expuso al pasmo de las lunas y a la insolación de los desiertos de salitre, a vendavales y tormentas eléctricas en las enramadas selvas…, succionó venenos de serpientes, estuvo a punto de ahogarse en los raudales del Orinoco, sintió el abismo en los desfiladeros del Quindío, afrontó los escorpiones del Cauca, las ranas venenosas de Dagua (¿cómo no pudo salir de estas tierras el «Realismo Mágico?)…, y no solo volvió más fuerte a Europa, sino que disfrutó de una salud tan envidiable, que hubo quien pensó que aquel baño de peligros lo había inmunizado contra la muerte».
Esta novela, en verdad maravillosa, nos sumerge en aquellos viajes portentosos que Humboldt emprendió por una América en donde «todo era tan nuevo como si en cada día estuviera la creación del mundo». Todo ello contado por la pluma cargada de poesía y magia de OSPINA. Quien, como dice el crítico F. Araujo: «…jamás ha comprendido una obra sin que fuera una amalgama de verdad, belleza, inteligencia y profundidad». Y, quizás, estamos ante su mejor obra.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz