Tras la oleada de robos sufrida en hasta siete bares de Maella, Fabara y Nonaspe en la madrugada del pasado lunes, la sensación de inseguridad y preocupación se ha instaurado entre los habitantes del Bajo Aragón-Caspe. Ayuntamientos, vecinos y las propias fuerzas de seguridad -a través de la Asociación Unificada de Guardias Civiles de Aragón- consideran que los recursos de los agentes del medio rural son en muchos casos insuficientes.
«En los pueblos estamos faltos de recursos, es una evidencia. Tenemos pocas fuerzas de seguridad y eso también nos preocupa, porque propicia este tipo de situaciones. Nunca piensas que estas cosas puedan pasarte a ti pero también ocurren. Ha quedado demostrado, y por ello nuestros vecinos están asustados», explica Jesús Zenón Gil, alcalde de Maella.
También desde la Asociación Unificada de Guardias Civiles de Aragón (AUGC) creen hay muchos puntos a mejorar para asegurar la seguridad de los ciudadanos de lugares del ámbito más rural como el Bajo Aragón-Caspe. Entre ellos, más allá de la falta de personal, destacan la necesidad de incentivar de alguna forma a los agentes para que elijan estos lugares como destino (por ejemplo, con remuneraciones económicas) o el modificar el modelo de los catálogos de puestos vigentes. «Existen dos soluciones, o aumentamos considerablemente el número de agentes que tiene que ir destinado a esta España Vaciada u otra opción sería reagrupar las unidades que tiene la Guardia Civil. Tenemos que tener en cuenta que hoy en día estamos desplegados como si estuviésemos en el siglo XIX, cuando se creó la Guardia Civil. Hoy en día ya no vamos a caballo y se podrían reagrupar en otras más grandes que diesen un mejor servicio a la ciudadanía», comenta Marcial Álvarez, secretario y portavoz provincial de la AUGC en Zaragoza.
Desde la AUGC insisten, además, en la necesidad de reforzar y mejorar los medios de los que disponen los agentes del mundo rural como son los vehículos, los chalecos antibalas o las fundas de pistola anti-hurto. «La falta de estos recursos ocasiona una falta de seguridad al propio agente. Se está patrullando con vehículos muy antiguos, con hasta 400.000 kilómetros. Y qué decir de la escasez de chalecos antibalas, que se reparten por unidad en vez de por agente, y se los tienen que ir prestando», concluye Álvarez.