Corría el año 1984 y un grupo de estudiantes de Medicina de la Universidad de Zaragoza disfrutaban de su viaje de Paso de Ecuador en Túnez. Entre estos jóvenes se encontraban Sira Repollés, actual consejera de Sanidad, Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, y el zaragozano Enrique Lafuente, autor de la imagen que recoge uno de los muchos momentos de esa aventura. «Lo pasamos muy, muy, muy, bien y éramos todos una piña. Fue una semana maravillosa que coincidió además con el 23 de abril, Día de Aragón», explica.
Lafuente recuerda con cariño los tres años que compartió con estos profesionales vinculados a Caspe durante esta etapa, a principios de los años 80, antes de que él abandonase la carrera. «Me siento muy orgulloso aunque yo no acabara. En ese Paso de Ecuador nuestro padrino fue el nieto de Ramón y Cajal. Se juntó muchísima gente muy buena, gente con mucho nivel y gente que ha llegado muy lejos», señala. Una carrera, la de Medicina, «complicada» que se afrontó con mucho trabajo y autoexigencia por parte de sus compañeros. «De esa excelencia ha salido la gente que ha salido, gente muy preparada y con un nivel humano estupendo«, destaca.
La foto que acompaña al texto fue compartida -aunque recortada- hace varias semanas por Lafuente para dar ánimos a Fernando Simón durante su infección por el Covid-19. También se la hizo llegar recientemente a Repollés, a la que «le hizo mucha gracia» reencontrarse con esos jóvenes en tierras tunecinas. Precisamente de la caspolina destaca «su calidad humana, simpatía y profesionalidad». «Era gente muy sana, nada pretenciosa. Disfrutábamos mucho de salir al campo y hacer excursiones de fin de semana. Solo tengo buenísimos recuerdos», cuenta Lafuente, que lamenta que ninguna de aquellas salidas fueran a la Ciudad del Compromiso.
Respecto a Simón, Lafuente recuerda a modo anecdótico que ya entonces tenía su característica voz rasgada: «No la tiene de ahora ni de unas noches de juerga a lo Sabina. Cuando teníamos 18 y 19 años su voz ya era inconfundible», bromea. Recuerda también como, precisamente en ese viaje a Túnez, Simón regalaba con cariño bolígrafos que cogía en el hotel a los niños que asaltaban a los turistas por la calle. «Siempre ha tenido muchísima calidad humana, mucho acercamiento personal y empatía. Pero también nos divertíamos», concluye Lafuente.