Cuatro generaciones de la familia Esteban saldrán con su tambor. Manuel será el «Rompedor local» por la cofradía del Santo Ángel
La energía que tiene Miguel hace poner en duda su anuncio: «Este año, si Dios quiere, tocaré pero será el último». En octubre cumplirá los 90 y considera que ya es muy mayor. «Soy el más viejo que sale y no puede ser, de mi quinta no veo gente», añade risueño. Lo dice rodeado de buena parte de su gran familia. Miguel es muy expresivo y le gusta conversar. «Anda que no tengo yo para contar con 89 años y medio…», continúa y comienza su relato en el que no se le escapa ningún nombre ni fecha. Calcula que él tendría 10 años cuando tuvo su primer tambor al entrar en una casa como agostero, «un «criadico»», aclara. «Aquel hombre hacía muy bien los tambores y me hizo uno con una lata grande de sardinas. Era una maravilla, me lo regaló y desde entonces no he dejado de salir ni una sola Semana Santa». Miguel Esteban formaba parte de la cuadrilla del «Rabalera» y juntos pasaban las horas que tan rápido transcurren tocando por las calles y de casa en casa a por pastas y moscatel.
Miguel Esteban y Manuela Jarque tuvieron cuatro hijos y todos nacieron con esa pasión por la Semana Santa que tenían sus progenitores. Joaquín, Miguel, Manuel y Jesús junto a sus esposas Pilar, Mª Dolores, Lola (que se divide entre el Santo Ángel y La Dolorosa) y Silvia, se lo transmitieron a sus hijos Miguel Ángel, Alicia, Cristina, Javier, Isidro, Manuel, Alberto y Laura. Entre todos, se están ocupando de Mario, Paula, Víctor y Sara. Son la generación más pequeña porque hay que recordar que Miguel, a sus casi 90 años, es bisabuelo. «¡Toda la familia me sigue!», dice con enorme satisfacción.
A su lado, su hijo Manuel, se sonroja cuando le recuerdan que este Viernes Santo le toca Romper la Hora en el bombo grande la plaza. Su cofradía, la del Santo Ángel a la que pertenece casi toda la familia, así lo decidió. «Vinieron a casa a decírmelo y en ese momento si me pinchan no me sacan sangre», dice. Desde su hermandad consideran que tanto él como su familia, -palabras del presidente-, «siempre lo han dado todo por la cofradía, siempre están dispuestos a echar una mano». Él entró al Santo Ángel con 16 años a instancias de su hermano Joaquín y de su padre, que formaban parte del club de fútbol y de la cofradía. En esos tiempos hacían falta refuerzos y Manuel ingresó en ella en la sección de tambores y ahora sigue como costalero.
Manuel reconoce que piensa en ese día, pero sobre todo, en los que estarán con él en el corazón. «Pienso en mi madre, en mi cuñado Isidro, en mi hermano…», dice tragando saliva. Su hermano Joaquín se fue muy pronto. Demasiado. Es el mayor de los cuatro de la segunda generación de Esteban y uno de los fundadores del Santo Ángel. La casualidad ha hecho que se junten dos «rompedores» locales en la misma familia ya que Alicia, hija de Joaquín, fue la elegida para Romper la Hora en 2010. «Murió y yo me hice un poco cargo de la cofradía. Rompí la Hora, primero en representación de mi padre, y después de la cofradía a la que he pertenecido toda mi vida y que considero familia», dice ella.
Para afrontar ese momento en que el reloj se acerque a mediodía el Viernes, Manuel ha recibido consejos de primera mano, tanto de su sobrina como de algunos «rompedores locales» más. «Que disfrute el momento me dicen», revela.
Junto a él estará el alcalde, que este año se despide de la política. Dará la señal por última vez, para que Manuel y el «rompedor» invitado del mundo del cine, comiencen a tocar. La familia siempre ha vivido la Rompida en la plaza de los Mártires, -por aquello de esquivar la masificación-, pero este año tratarán de estar cerca de Manuel. Todos juntos, como siempre. Alicia es capaz de ponerle palabras a un sentimiento complicado de explicar. Para ella, la Semana Santa significa «la mejor fiesta que me puede ocurrir en mi vida porque no la vivo con nadie que no sea mi familia que es a lo que más quiero», concluye entre un sonoro y merecido aplauso familiar.