José Miguel Ferragut, condenado por apropiación indebida y falsedad documental, deberá pagar también 734.985 euros
El Tribunal Supremo condenó a tres años y nueve meses de cárcel a José Miguel Ferragut Fornos, que dirigió entre 1995 y 2005 una sucursal de Banesto en la localidad de Mequinenza. Concretamente, al exdirector se le imputan dos delitos: uno continuado de apropiación indebida y otro de falsedad en documento mercantil.
Además, el acusado deberá indemnizar al Santander con 567.564 euros más intereses legales, y a tres de los vecinos afectados con la cantidad de 167.421 euros. En total, José Miguel Ferragut deberá hacer frente a 45 meses de prisión y al pago de 734.985 euros.
¿Qué operaciones realizó?
Según la sentencia del Tribunal Supremo, Ferragut realizó «una pluralidad de operaciones irregulares que no estaban autorizadas» ni por la entidad ni por los clientes afectados. Entre estas operaciones, el exdirector dispuso de dinero de clientes «sin su consentimiento ni conocimiento», que invirtió en fondos en lugar de en los plazos fijos acordados. Además, utilizó dinero de algunos clientes para abonar intereses a otros, o incluso pagarles intereses «ficticios» de los inexistentes plazos fijos. También vendió «sin autorización» fondos realmente contratados y, en ocasiones, dispuso de dinero de los clientes «sin su autorización para fines no acreditados».
Asimismo, ofreció a los clientes «productos no homologados por el banco» con capital supuestamente garantizado al 100% e intereses. Sin embargo, lo que en realidad contrataban eran productos homologados, como fondos de inversión o depósitos que no garantizaban el capital al 100%.
¿Cómo lo hizo creíble?
Según el fallo, Ferragut entregó a los clientes libretas de ahorro donde apuntaba con máquina de escribir los intereses que los supuestos plazos fijos generaban «para dar apariencia de realidad a su actuación». Estos plazos no se correspondían con la realidad, ya que no aparecían reflejados contablemente en el banco ni abarcaban «productos verdaderamente contratados».
Los supuestos intereses eran, en ocasiones, ventas del propio fondo de inversión, o fondos que procedían de cuentas de otros clientes o de préstamos no autorizados.
José Miguel Ferragut no quiso hacer declaraciones a este medio, aunque en el juicio admitió que fue «un pardillo», que en esa época habría «matado» por su banco y que todo lo hizo para que la oficina funcionara. Los jueces declararon que no está probado que el acusado se quedara con el dinero de los clientes ni que actuara movido por el lucro personal.