Desde Robinson Crusoe hasta el naúfrago de García Márquez, pasando por Arthur Gordon Pym, la literatura está poblada de personajes que deben sobreponerse a la zozobra de un barco. Pero es posible que no haya otro tan memorable como el protagonista de la novelita que esta semana quiero recomendaros con verdadera fruición; pues se trata de una pequeña y maravillosa joya literaria: el inolvidable caballero que cae al agua por obra y gracia de un paso desafortunado.
Y esa es, sin más, la sencilla trama: Henry Preston Standish es un caballero en toda regla: goza de una exquisita educación y de una acomodada posición social, vive holgadamente en Nueva York y es un esposo fiel y un padre cariñoso. En definitiva, su apacible vida «fluye tranquilamente, sin hacer apenas ruido». Aún así, un día, y quizás cansado de la presión laboral y social, decide darse un descanso y embarcar él solo en un crucero de placer. Es entonces cuando la banalidad decide truncar su brillante destino: tiene la mala suerte de resbalar en cubierta en una mancha de grasa mientras contempla la salida del sol, cayendo por la borda en mitad del océano Pacífico. Excelente nadador y templado de espíritu, Standish flota y bracea durante 150 páginas; y piensa en su vida y elucubra sobre sus posibilidades de supervivencia y en ese inevitable momento en que el barco dará la vuelta y volverá a por él. Porque alguien tiene que haberle echado en falta en el barco. ¿O no?
«UN CABALLERO A LA DERIVA», que es el título de esta incomprensiblemente olvidada nouvelle, es una pieza magistral por su sencillez, por su tensión narrativa y porque plantea la cuestión de la existencia en sus términos más fundamentales. Fue escrita por el neoyorquino HERBERT CLYDE LEWIS (1909-1950) en 1937, y podría decirse que se trata de la novela oculta de un autor malogrado que no perteneció por unos pocos años a la llamada «Generación Perdida». El título está en consonancia con la propia vida de LEWIS: obtuvo cierta fama como guionista de Hollywood, pero pasó pronto a engrosar su famosa lista negra, y al fin moriría solo y olvidado, ahogado en deudas y en alcohol, a los 41 años.
Sin embargo, nos dejó esta pequeña obra maestra, dotada de una tensión narrativa precoz para su tiempo: una vuelta de tuerca irónica y extraordinariamente bien concebida sobre la insignificancia y la soledad, con un equilibrio maravilloso entre lo cómico y lo trágico.
Deliciosamente absurda -becketiana por momentos-, esta obrita perfecta nos hace reparar en cómo ordenamos las prioridades en nuestras ajetreadas vidas, recordándonos, en sentido literal y figurado, que no siempre es fácil mantenerse a flote.
Miguel Ibañez. Librería de Alcañiz