Autoclassic expondrá el Franklin 9B de 1919 de Clavero. El traumatólogo, fallecido en 2017, no pudo terminar el coche, del que se han encargado sus amigos
La afición de mi marido eran los clásicos, el rato que podía venía a la cochera a disfrutar. Le gustaba mancharse las manos de grasa y era muy perfeccionista». Quien habla es Charo Ruiz, la mujer de Enrique Clavero, fallecido en agosto de 2017. Una muerte inesperada a los 60 años que le impidió ver terminado totalmente su Franklin 9B de 1919 y estrenarlo este invierno viajando hasta Sitges como deseaba. El coche se quedó listo a falta de pequeños detalles como colocar faros o tapizar que se han terminado gracias a los buenos amigos que conservó Clavero. «Aunque ahora lo tengamos a otro nivel, sabemos que lo está disfrutando», precisa su mujer.
Este fin de semana también lo podrán disfrutar todas las personas que visiten Autoclassic, una feria a la que estaba muy ligado. Nacido en Zaragoza, el traumatólogo era muy conocido y querido por su trabajo en el Hospital de Alcañiz, donde desarrolló su carrera profesional; y su vinculación con el Bajo Aragón Club de Vehículos Antiguos, del que fue miembro fundador y presidente de principios de la década del 2000 hasta más de diez años después aproximadamente. También era socio de otros clubes de clásicos de Aragón y Cataluña.
De la moto a los coches
Fue hace 16 años cuando Clavero adquirió el Franklin 9B para continuar con su afición por los clásicos y que fue restaurando de forma intermitente desde entonces. De joven, en Zaragoza, ciudad en la que se crió, ya le gustaba el motor y se «escapaba» a Alcañiz para disfrutar de las carreras del circuito Guadalope. Cuando en el 82 se instaló con su mujer, también médico, en la capital bajoaragonesa, se compró una moto Guzzi.
El gusanillo por el motor fue a más y apostó por las cuatro ruedas. En 1987 adquirió un Citroën Traction Avant del 52, un coche con el que disfrutó junto a su mujer, Charo, y sus hijas mellizas, Pilar y Victoria. «Fueron unos años muy bonitos, se creó el Bajo Aragón Club y hubo mucho compañerismo. Nos íbamos todos juntos de viaje por Teruel, Huesca, Valencia,… es el coche con el que Enrique gozó de la conducción», comenta su mujer.
Con el Franklin 9B que este fin de semana se verá en Autoclassic continuó con su predilección por el perfeccionismo y por mantener las piezas en su estado original. A este coche le dedicó muchos ratos libres. «Era muy minucioso y le gustaba documentarse, en casa tenemos mucha información de todo lo que ha hecho. Feria que visitaba, feria en la que miraba un libro. Le gustaba mancharse las manos con su coche y cuando no podía, iba a Jorge Rosa a pulir o a Gaspar el tornero», recuerda Charo, quien califica al Franklin como «la joya de su marido». «La impronta de Enrique es su labor, junto con Luis Navarro y Leandro Millán, porque el vehículo clásico se difundiera. Promocionaba allá donde iba que Alcañiz tenía una feria a la altura de la ciudad», comenta Charo.
Afición familiar
Clavero supo transmitir su pasión por los clásicos a sus hijas, Pilar y Victoria, quienes recuerdan con cariño cuando de pequeñas pasaban jornadas junto a su padre ayudándole cómo podían en la restauración. También guardan un gran cariño a los años en los que los miembros del Bajo Aragón de Vehículos Antiguos, entonces padres de chicos jóvenes, realizaban escapadas los fines de semana. «Hubo una relación personal muy fuerte, éramos la familia del motor. Coincidió que éramos un grupo de chavales que teníamos entonces alrededor de siete u ocho años que nos veíamos en las salidas de nuestros padres. En vez de quedar en una casa para jugar a la Play como ahora, nos íbamos de excursión», recuerda Pilar. Ella ha estado muy pendiente, al igual que su hermana y su madre de los últimos retoques al Franklin. Además, ya se ha animado a conducir el otro coche familiar, el Citroën Traction Avant que tantos buenos recuerdos le trae.
La estrella de Autoclassic
Concretamente, el Franklin 9B del año 1919 que se expondrá en Autoclassic tiene un motor de seis cilindros en línea, refrigerado por aire y 3.264 cc; una potencia de 25 CV, tres velocidades (bastantes para la época) y una velocidad máxima de 80 kilómetros por hora. Su carrocería, tipo torpedo, es de cinco plazas; y el chasis, de madera con aluminio. Como particularidad, gracias a su motor refrigerado por aire funciona a la perfección con temperaturas extremas de frío o de calor. Por este motivo, era el coche preferido de muchos médicos estadounidenses de la época. En 1919 se fabricaron 9.177 unidades.
Clavero lo dejó con el chasis, la mecánica, el motor y la electricidad listos. Tan solo faltaba colocar la tapicería, la capota, los faros y ajustar algún mecanismo electrónico y color. Pequeños detalles que terminaron unos amigos en Barcelona. «Lo quería para Sitges y no pudo ser pero estará para el 25º aniversario de Autoclassic. Seguro que en la feria llamará la atención porque es un coche robusto y alto, completamente diferente al resto que vehículos que mi padre restauró. Estamos orgullosas de tenerlo entre nosotras y como dice mi madre, es una joya de cuatro ruedas», afirma Pilar, quien agradece, al igual que Charo y Victoria, a todas las personas que les han ayudado en el último año. En este caso, especialmente al mecánico José María Erruz y a Miguel Górriz por su «asistencia en viaje». También quieren destacar la labor de Pedro Roda, quien en los primeros años ayudó a Enrique con el motor.