La humildad y la pasión son las dos cualidades que abandera la cofradía de El Cristo de la Buena Muerte de Caspe desde que se creó hace ya 75 años. Esta agrupación de cofrades nació «entre unos pocos amigos» y ha llegado hasta la actualidad siendo una gran familia. Esa es otra de las características que distingue a esta cofradía del resto: La familiaridad. Esta cualidad les define a tal nivel que, incluso, durante muchos años han sido conocidos en la localidad como «la guardería», pues no eran pocos los niños y niñas que sus padres iban introduciendo en la tradición. «Casi toda la agrupación está formada por pequeños núcleos familiares y de amigos. «Entre nosotros también somos amigos y tratamos de mantener el contacto y las reuniones durante todo el año», reconoce Enrique Borruey, uno de los cofrades más longevos.
De esos nueve amigos que un día en 1948 sacaron al Cristo a recorrer las calles de Caspe, hoy salen en procesión unos 80 apasionados por la Semana Santa. Entre todos ellos se reparten la labor instrumental y la procesión del Cristo. Así, recorren todas las iglesias y ermitas del casco antiguo de Caspe cada Miércoles Santo. Es decir, pasan y homenajean a los cinco puntos religiosos del centro histórico de la localidad. Entre ellos, no falta la visita a la Colegiata de Santa María la Mayor en la que alaban a la Veracruz.
Respecto a cómo se saca al Cristo en este grupo de cofrades, en 2008 se les rompió la peana y decidieron llevarlo a hombros. Esta acción marcó tanto a cofrades como al público, que decidieron que esta sería otra de sus insignias y han continuado hasta la actualidad sujetando sobre los hombros a la imagen. En los inicios de la cofradía ya se había hecho así, pero los años 60 trajeron la peana como una pequeña comodidad para quienes realizaban esta tarea.

«Nuestra procesión llama la atención porque representa el silencio ante la muerte de Cristo. Todo el público la observa con respeto y en completo silencio. Algunos, incluso, salen a rezar a nuestro paso o se emocionan de ver a todo el grupo», señala orgulloso Jorge Borruey, el hijo mayor de Enrique. Tanto es así que, el pasado año, este grupo de cofrades no paralizó su procesión a pesar de la lluvia que caía y decidieron mantener el culto y la pasión en la localidad frente a las inclemencias meteorológicas. Para ello, salieron en procesión todos los integrantes, aunque solo los acompañaron dos tambores y dos cornetas para hacer un pequeño toque en cada estación. No faltaron los paraguas, «pero la gente lo agradeció enormemente», recuerda Enrique Borruey. Está claro que llueva o truene, esta cofradía no falta a su cita en Semana Santa.
No obstante, hace 20 años, aproximadamente, decidieron dar un cambio a todo esto. La esencia se ha mantenido, pero la juventud y sus nuevas ideas entraron en la junta de la cofradía. De esta forma, El Cristo de la Buena Muerte se ha colado en las redes sociales, se ha ido creando un hueco en la agenda y la cultura de los caspolinos. Todo ello ha estado dirigido por Pilar Redondo, actual presidenta de la cofradía desde 2004 y tercera persona en asumir este cargo a lo largo de los 75 años. «Este año es más especial para mí. De hecho, este aniversario significa que estamos haciendo bien las cosas».