Recogidas una a una y a mano. Detrás de esta práctica se encuentra el nombre de Diezdedos, que refleja a la perfección el mimo con el que se produce aceite de oliva extra virgen premium en la finca Vall de Ballestera de Cretas, a tan solo 2 kilómetros del casco urbano. En tan solo una década, la empresa ha conseguido exportar el nombre del Matarraña, y especialmente de Cretas, llegando a los paladares más internacionales a través de este producto. Detrás de este sueño hecho realidad se encuentra José María Rodas, un empresario de origen catalán que se propuso elaborar en el Matarraña el mejor aceite de oliva del mundo.
A semejanza del concepto de ‘Vino de Pago’, Rodas elabora distintas variedades de aceite de oliva extra virgen únicamente con los 8.000 olivos existentes en la finca. De este modo, constituye la única finca ‘de Pago’ del mundo que reúne a las variedades empeltre, arbequina, arroniz, frantoio y corbella. Los olivares son totalmente ecológicos y la cosecha se lleva a cabo a principios de otoño. Rodas juega, no solo con las distintas variedades, sino con el terreno sobre el que se asientan. «Tenemos unos ejemplares de empeltre que están plantados en suelo muy fértil y otros que lo están sobre sustrato pedregoso. Estos últimos sufren más, producen menos, pero dan un aceite de aún mayor calidad», explica el productor.
En los últimos años el esfuerzo de la empresa ha obtenido distintos reconocimientos. El aceite cretense recibió el primer premio en el Prix Epicure de París de 2018, en un concurso al que Rodas, reconoció, no pensaba presentarse. «Jamás imaginé poder ganar frente a otros productores mucho más veteranos», apunta. Los reconocimientos continuaron en 2019 en el Japan Olive Oil Prize de Tokio. El próximo reto es apostar por un aceite coupage, algo novedoso en el sector.
Lo cierto es que la finca en la que se encuentra esta selecta almazara, evoca multitud de sensaciones visuales, sonoras y olfativas, sobresaliendo encima de todas ellas el carácter mediterráneo. Pese a que José María Rodas se estableció definitivamente en el Matarraña hace algo más de una década, reconoce que se sintió subyugado por la belleza del territorio en la niñez, cuando atravesó el territorio a bordo del ferrocarril de la Val de Zafán. «Este paisaje se me quedó impregnado a bordo del ferrocarril, que entonces era de vapor, y siempre pensé que terminaría haciendo algo aquí», añade.
Jose Luis Bernal Esteban dice
Mi mujer y yo en Estercuel si las recojemos a mano, no utilizamos ni rastrillos y además nos llevamos a casa el aceite de nuestras propias aceitunas, por lo cual no cojemos ninguna del suelo, para que no de oxidación al aceite.