«Aquel día me amenazó, y le dije: ¡No me vas a tratar más así, esto se va a acabar aquí y te voy a denunciar hoy! Y él se reía de mí y me decía: ¡Payasa, tira, subnormal, a dónde vas a ir…! Al final me lancé y lo hice». Así cuenta Aitana, nombre ficticio que usaremos para proteger su identidad, como fue el momento en el que, tras años de vejaciones y maltrato psicológico, decidió denunciar a su marido.
«Te acostumbras a pensar que eres tonta, que no sabes hacer nada. El no tener familia le servía a él para abusar más», explica. Aquella tarde de viernes no lo soportó más. Salió de casa con una ataque de ansiedad, sin creerse todavía lo que acababa de decirle a su marido, y llamó a unas amigas. «Me dijeron que denunciase, que no podía ser y que yo tenía mis derechos. Así que cogí un taxi y me fui a una Comisaría. Allí hice mi declaración, dos policías me llevaron a casa en un coche y quedamos por el camino cómo se iba a hacer la detención de F… – pronuncia el nombre de su ex marido-, perdón, que se me hace raro», relata.
Lo ha vuelto a ver porque tienen dos hijos en común y él tiene una régimen de visitas. «Se celebró el juicio pero la sentencia aún no es efectiva. Hasta el momento ha sido cuidadoso en su forma de ser cuando hemos coincidido», reconoce Aitana.
En unos días el juzgado comunicará a su ex pareja que tiene que cumplir una pena de cinco días de arresto domiciliario y no puede acercarse a su ex mujer a menos de 50 metros durante un periodo de tres meses. «A mi toda esta situación me duele mucho, pero él ha recibido lo que se ha ganado porque no te puedes portar así con las personas«, sentencia.
No quiere opinar de la pena impuesta, insiste en que es el castigo impuesto y lo acepta, pero reconoce que tras esa sentencia el miedo no ha desaparecido: «Tiene llaves de la casa donde vivo con mis hijos, y ya se lo he dicho a mi abogada. Mientras tanto, entro a casa y entro temblando; salgo de trabajar, y mientras voy abriendo la puerta pienso que puede estar. Cuando te pasa una cosa de estas siempre vives con esa intranquilidad», se sincera.
Aitana tuvo protección durante unas semanas, sin embargo ahora ya se la han retirado. «Tuve un policía asignado que me llamaba, se preocupaba, y como no tengo a nadie me preguntaba si quería que me acompañase al juzgado. Lo tuve un par de semanas aproximadamente conmigo, y luego lo eché en falta. A lo mejor unos días más hubiese sido necesario psicológicamente, pero imagino que habrá casos más graves que el mío«, dice.
Reconoce que vive con ese miedo pero, al mismo tiempo, sabe que tiene que ser fuerte y superarlo. «Hay cosas que te pasan por la cabeza porque además conociéndolo y sabiendo que es una persona agresiva dices: ¡madre mía, que va a pasar! Pero tienes que aprender a controlar ese miedo porque yo tengo dos nenes y no puedo permitirme mostrarles ese miedo, tengo que ser fuerte», asegura.
Manifestaciones contra la violencia de género
El ’25N’ no acudió a ninguna manifestación ni participó en una concentración porque no tuvo tiempo. «Fue un día de lucha personal para sacar a mi familia adelante, a mis hijos, y eso lo hago cada día. Hay que conmemorarlo porque representa a muchas mujeres que lo están pasando mal, pero ese día se tendría que conmemorar siempre», reivindica.
María Floria es una abogada aragonesa especializada en la defensa de víctimas de violencia de género. Ha llevado muchos casos como el de Aitana y coincide con ella cuando le preguntan sobre el ’25N’: «esto merece 365 días al año. Está muy bien salir y visibilizarlo, pero eso es un acto grandilocuente que al día siguiente se queda en agua de borrajas, apenas tiene efectividad porque a la gente se le olvida», afirma.

Floria advierte de las señales que indican que podríamos estar ante un caso de violencia de género, señales que ni las propias víctimas identifican: «piensan que realmente eso no merece un reproche y siempre encuentran alguna excusa; se centran en que él no ha podido actuar de otra manera«, se lamenta.
Pertenece a la red jurídica de protección de víctimas del 016, y aunque siempre ha estado del lado de la víctima reconoce que la ley también debe amparar el presunto agresor. Por eso, insiste, la ley es la que es, sin embargo, en cuento a la sociedad, cree que no hay suficiente implicación. «En casos de maltrato físico o psicológico evidente, que no hemos podido probar para conseguir una sentencia condenatoria, amigas de la víctima a las que pides que lo cuenten porque sabes que son conocedoras del caso, al final se han negado a testificar. Tienen miedo al agresor porque lo conocen y creen que podría amenazarles. Es un miedo real; no se quieren meter en problemas», denuncia Floria.
Floria ha conseguido una condena para muchos hombres al demostrar que maltrataban a sus parejas. Estos hombres cumplen su condena y luego, cuando salen de la cárcel, dice, quieren recuperar su vida anterior con la pareja a la que maltrataron. «Quiero volver contigo, por nuestros hijos, o por lo que hemos sido como pareja… Amenazarle de verdad, sólo me acuerdo de un caso en el que él salió de la cárcel, rompió la pulsera telemática, e intentó agredirla sin conseguirlo. Suelen ser casos aislados», recuerda.
¿Cuál es el perfil de un maltratador?
María Jesús Portillo es psicóloga forense y ha realizado varios estudios en base a entrevistas a maltratadores condenados con el objetivo de elaborar un perfil concreto. «Suelen ser personas narcisistas, egocéntricas, con poca tolerancia a la frustración y poco control de los impulsos, que jamás se pondrán en el lugar de otra persona», relata.
Portillo considera que los maltratadores no suelen tener muchos recursos para la comunicación y el diálogo, por eso, dice, las discusiones acaban en violencia. Sin embargo, reconoce haber conocido a agresores con grandes habilidades sociales, que son una persona fuera de casa y otra completamente diferente dentro del entorno familiar.
Para esta experta en relaciones humanas, un agresor puede serlo con una mujer y no serlo con otra: «Que una persona sea condenada por violencia de género no implica que sea un maltratador el resto de su vida. No lo son cuando no ven en peligro su dominio. No toleran que alguien se les desmarque, así que si encuentran una persona que no se les desmarque, eso se perpetuará mucho más», comenta.
Esta psicóloga forense especializada en casos de maltrato y abusos sexuales está trabajando actualmente en la elaboración de un estudio de los comportamientos de los jóvenes aragoneses, del cual, a la espera de su publicación, ya extrae algunas con conclusiones: «Empezamos a ver un repunte tremendo de violencia en parejas muy jóvenes, generalmente adolescentes». Portillo considera que la sociedad actual vive en «la cultura de la inmediatez», donde mucho está teniendo que ver el uso de las redes sociales, el medio más común, en la actualidad, para buscar pareja. «La gente busca una idealización y a través de la red es muy fácil mentir. La creación de perfiles falsos o la exageración de determinados rasgos es muy típica. Una cosa es lo que está en el perfíl y otra con lo que se encuentra», alerta.
La clave, insiste Portillo, está en la educación: «Nadie tiene que ser superior a nadie. Todo esto hay que trasmitirlo desde pequeñitos, y aún así no evitaremos que siga existiendo este tipo de violencia pero la podemos mitigar», concluye.