El maestro e investigador alcañizano Alberto Quílez Robres ha llevado a cabo un estudio, con otras tres compañeras del grupo Educaviva, que analiza el impacto social, psicológico y educativo derivado del estado de alarma en los hogares aragoneses.
¿Cómo surgió la investigación?
He trabajado junto a mis otras tres compañeras Raquel Lozano, Tatiana Íñiguez y Alejandra Cortés (del grupo Educaviva de la Universidad de Zaragoza), cada una de ellas experta en un campo de estudio distinto. Creíamos que sería interesante analizar el impacto social, educativo y psicológico en familias y universitarios aragoneses, derivado del estado de alarma. Se nos ocurrió la idea durante la misma primera semana de confinamiento.
¿Cuáles son las variables y la muestra que habéis utilizado?
Hemos analizado las variables sociodemográficas (tipo de familia, empleo, vivienda, ayuda a tareas escolares, tareas del hogar, consumo de TV e Internet, etc.), y sus posibles efectos en los niveles de ansiedad y de empatía que se han producido durante este periodo. La muestra fue aleatoria y contamos con 522 participantes que fueron codificados como familia, docente o estudiantes universitarios.
¿Cómo han sido los resultados de ese análisis de ansiedad?
Hemos visto un aumento de los niveles de ansiedad sobre todo en el sexo femenino especialmente en las familias. Se explica por el aumento del consumo de TV e internet (noticias sobre la propagación del virus que han alarmado a la población), conflictos familiares y la ayuda a las tareas del hogar y las tareas escolares de los hijos.
En cuanto al análisis de empatía, este estudio demuestra que todavía existe la brecha de género.
Sí, hemos visto que está muy patente en nuestra sociedad y que todavía hay mucho que trabajar en este sentido: las mujeres siguen llevando la mayor parte del peso tanto en las tareas del hogar como en el cuidado de la familia, eso ligado al empleo que puedan tener es una carga enorme y es lo que provoca ese estrés y ansiedad del que hablamos. Esto demuestra que las iniciativas políticas que se realizan en materias de igualdad no están siendo suficientes. Vemos que en nuestra cultura está muy arraigado este modelo de roles sociales y familiares. Sin embargo, somos positivos porque hemos visto también que hay «luz al final del túnel». A raíz de este confinamiento y de disponer de más tiempo las familias han aprendido a repartirse poco a poco las tareas, es decir, se ha conseguido un aumento de empatía en la figura materna y se va logrando la conciliación familiar.
¿Cuáles han sido los escenarios más complicados durante el confinamiento?
Sin duda el escenario más complicado para pasar el confinamiento ha sido una familia con hijos o con algún tipo de persona mayor o enferma a su cargo. Los roles de los jóvenes-adultos que lideran la familia (de 35 a 48 años), y especialmente las mujeres de ese rango de edad, son los que más ansiedad han experimentado.
¿Y en el lado contrario, quién ha llevado mejor la situación?
Como educador siempre he pensado que los niños eran el tipo de población que llevaba mejor este tipo de encierro por el hecho de que se adaptan a las circunstancias más fácilmente. El estudio ha demostrado mi teoría.
Un estudio muy interesante y que se ha realizado en un tiempo récord.
La verdad es que está teniendo muy buena acogida, no nos esperábamos esta repercusión. Estamos muy orgullosos, y más teniendo en cuenta que lo hemos realizado en muy poco tiempo, con muy buena intención, y con pocos medios. Todo ello nos ha dado pie para presentarlo a la Confederación de Universidades y la Fundación Santander que han sacado un Fondo Postcovid con el objetivo de financiar proyectos de este tipo. La idea sería realizar el mismo estudio a nivel nacional. De esta forma, serviría para elaborar planes a favor de la conciliación y la igualdad.