Escribimos una nueva página de nuestro Diario de un confinamiento junto a una andorrana que habitualmente vive en Estados Unidos pero a la que el confinamiento le pilló en Suecia. Se trata de Ana Belén Griñón, investigadora postdoctoral en la Universidad de Stanford. Hablamos con ella de teletrabajo y de la situación provocada por el COVID-19.
¿Cómo te encuentras?
Muy bien. Estoy ahora mismo en Estocolmo, la capital de Suecia, y la verdad es que estamos bien.
¿Qué te ha llevado hasta allí?
Yo soy de Andorra pero por motivos de trabajo me trasladé a California. Mi novio vive en Estocolmo y justo teníamos un viaje planeado para las fechas previas a la pandemia. Viajé hasta aquí y a los tres días se cerraron fronteras en Estados Unidos y prácticamente en todos los países europeos. El problema ahora es que Estados Unidos se ha cerrado a toda aquella persona que no sea ciudadano o residente permanente, y yo soy residente no permanente, ya que mi visado es de no inmigrante, y en principio no puedo volver hasta que se estabilicen los vuelos regulares internacionales. Así que de momento me he quedado aquí.
Fuiste de viaje y ya no pudiste volver…
Sí. Lo bueno es que yo puedo teletrabajar simplemente con un ordenador, que ya me lo traje en mi visita. Así que no pasa nada, solo se ha alargado ese tiempo. En vez de venir para un mes pues… ya veremos el tiempo que tenga que estar aquí.
Trabajas en un proyecto para la NASA que tiene que ver con el Sol, ¿no te habrás llevado hasta Suecia el telescopio solar de la Universidad de Stanford?
No, no… (ríe). El telescopio que tenemos en la Universidad de Stanford es algo viejito entonces la calidad de los datos se ha quedado un poco obsoleta y lo utilizamos para cosas puntuales. Actualmente nosotros trabajamos con datos de satélite que están almacenados en unos servidores conectados a Internet, con lo cual desde cualquier parte del mundo tú te puedes descargar esos datos y trabajar. Es por eso que en mi caso es muy fácil el teletrabajo, simplemente con un ordenador y acceso a Internet yo puedo llevar a cabo mi investigación. Además, también a través del correo electrónico les mando a mis compañeros y supervisores cualquier duda que tengo, e incluso hacemos dos o tres videoconferencias a la semana para mantenernos al tanto de cómo va cada uno trabajando o si hay problemas.
¿Ha afectado la pandemia de alguna manera a vuestra investigación?
En un principio no. No sé si en el futuro lo hará. Quizá los presupuestos del próximo año cambien y se destine menos dinero a la astrofísica… No lo sé.
Respecto a la crisis del COVID-19, ¿qué te transmiten desde Estados Unidos?
Vivo en una de las partes que en un principio estuvo más afectada, luego ha habido otras en situaciones más difíciles. Al principio sí que me llegaban malas noticias, un poco como en nuestro país, que en esos primeros días había muchísimos muertos, muchos contagiados…California en ese caso ha sido de alguna manera como España. Por suerte, las noticias de mis amigos y familiares directos son buenas, todos están en sus casas sin problemas, trabajando y viviendo el confinamiento como pueden. Ahora han empezado a dar paseos.
¿Qué realidad estás viviendo en Suecia?
Aquí el confinamiento no ha existido como tal. Sí ha habido muchas recomendaciones: teletrabajo, distancia de seguridad, pantallas protectoras, no se permiten eventos de más de 50 personas… También hay muchos casos, tanto de contagios como de muertes, pero no ha habido prohibiciones. Ha sido un poco diferente.
¿Y qué te transmiten desde Andorra tus familiares y amigos?
Al principio incertidumbre e inseguridad pero luego ha ido llegando la calma. Ahora noto muchas ganas de volver a verse entre ellos, están muy motivados y positivos. Muchas veces bromeando con mi familia les decía: ‘Si vivierais lejos valoraríais más el estar juntos’. Y bueno, esto ha sido un ejercicio que por desgracia se nos ha impuesto, así que vamos a sacar algo positivo: vamos a valorar lo que tenemos y lo que en este mes hemos perdido de alguna manera.