Salgo a la calle para escribir este reportaje aún con un nudo en la garganta que acompaña al temor y la preocupación. Acabo de hablar por teléfono con una médico bajoaragonesa que se emociona hablándome de la respuesta de sus compañeros y pacientes. «Estoy tan orgullosa de ellos», me dice. Me quedo con eso, con la respuesta.
Hay muchas formas de ver lo que está pasando y la respuesta ciudadana es una de ellas. Y en Alcañiz la hay. Ese tejido social que tanto envidiamos de los pueblos pequeños, el estar para todo. Por supuesto, no nos libramos de los comportamientos incívicos que ocasionan que en hora punta de la mañana la avenida Aragón tenga más movimiento del necesario. En ocasiones para trabajar o llenar la despensa pero en otras para pasear al perro lejos de casa o ir a por dos cosas al súper. Entre los mayores absurdos, una señora a la que la Policía Local cazó con una caja de donuts. Puede que también piensen eso mismo de mí los que se crucen conmigo a las doce del mediodía sin una bolsa de la compra en la mano o un vecino que fue tres veces en una mañana a la gasolinera.
La respuesta está en muchos lados y tan solo hace falta abrir los ojos. En los balcones de mis vecinos que están saliendo estos días para participar en las múltiples iniciativas. Tanto en los aplausos a sanitarios y a otros colectivos como para tocar el tambor por esa Semana Santa que no podremos vivir en las calles. Las miradas furtivas iniciales cuando salíamos al balcón los primeros días han pasado ya a los saludos y no sé si en unos días terminaremos jugando al bingo -como ya hacen en algunas escalera- o haciendo esos retos virales de las redes sociales.
Sigo adelante por una calle que huele a algo parecido a lejía que me recuerda las labores de desinfección diarias que está realizando el Ayuntamiento y me paro delante de la peluquería. Su propietaria, después de la que se lió con el real decreto, ya puede pasar la cuarentena en casa pero ha colocado unos carteles escritos a mano en sus dos fachadas dejando su número de teléfono por si alguien la necesita.
Más adelante veo mensajes de ánimo de colores en una tienda de ropa y otro cartel de una zapatería en la que se ofrece mandar sus productos a domicilio si contactan por WhatsApp.
Me pregunto si toda esa concienciación sobre lo local y la importancia del pequeño comercio como dinamizador de nuestras calles y nuestra sociedad continuará cuando todo esto termine.
Los hay que no pueden bajar la persiana y continúan abiertos con una mezcla de servicio público y temor. La avenida Aragón, la arteria comercial y de servicios por excelencia de la ciudad, amanece cada día con bancos, supermercados y tiendas abiertas. Algunas hasta han abierto de par en par sus puertas para que no tengamos que tocarlas al entrar y como una especie de invitación. Un «yo estoy aquí».
«Incertidumbre» es la palabra que más repiten en Merca Alcañiz, en plena avenida. Me la repite David González, propietario de la pescadería Nuestro Barrio. Ataviado con una mascarilla está limpiando un pescado que no sabe si venderá. Le pido números y al pie del cañón me explica que los clientes han bajado un 90%. Su clientela es fija, vecinos de la zona, pero entran «muy despacio». Tampoco tiene claro si le llegará todo el género. Compra a toda España y en algunas zonas no están saliendo a pescar, lo que unido a las lluvias de principios de semana y a que también dependen del transporte, no le ponen las cosas fáciles. «¿Las medidas del Gobierno? No son claras ni inmediatas. Yo necesito que me apoyen ahora porque ya lo estoy notando y tengo que seguir pagando facturas, no dentro de unos meses», cuenta. Me marcho dándole las gracias por contarme su testimonio y alegrándome de que detrás llega una clienta con su carro de la compra.
En Merca Alcañiz también está Maribel Cano, de la panadería Enrique Alonso. Las sensaciones son muy parecidas. Si antes había que pedir la vez ahora la cosa está «floja». En el mostrador llama la atención un dispensador de gel para los clientes. Sin quitarse la mascarilla me explica que han bajado las ventas y las compras se centran en lo más necesario para el día a día, el pan para varios días y pastas para el desayuno. «Este encierro es fatal, nunca habíamos vivido esta situación», comenta Maribel.
Regreso a casa cruzándome con un par de furgonetas de reparto, uno de los sectores que sigue al pie del cañón. Una de ellas para delante de una farmacia para llevar el reparto del día. Se cruza por delante un trabajador de la limpieza de Alcañiz con una mascarilla recogiendo lo que aún ensuciamos. Todo lo que estamos viviendo nos está sirviendo para visibilizar la gran labor social de profesiones muy denostadas públicamente. Los sanitarios lo están dando todo y más pero también quienes limpian, cocinan, producen lo que comemos o nos lo venden.
También quienes a su manera están apoyando a los que permiten que todo siga adelante. El Hospital Comarcal de Alcañiz, el Centro de Salud, el Ayuntamiento y las fuerzas de seguridad han recibido en estos días el apoyo de muchas empresas, colectivos y personas a título individual que es complicado enumerar sin dejarse a nadie. Desde empresas, clínicas y centros educativos que han entregado material como mascarillas a hoteles que han ofrecido sus habitaciones para alojar a sanitarios y talleres que quieren arreglar sin coste alguno los vehículos de las fuerzas de seguridad.
También la comunidad china. El propietario de un bazar situado en la ronda de Caspe quería entregar mascarillas pero se han quedado inmovilizadas en la aduana. «La respuesta no puede ser más buena. Es importante estar fuertes psicológicamente y ver que la red solidaria en nuestro alrededor es muy extensa. También hay comportamientos incívicos, no los obviamos y se están intentando contener con una fuerte presencia policial en las calles. Muchas de las personas a las que estamos apercibiendo es porque nos avisan los vecinos, gracias a la colaboración ciudadana», me explica al teléfono el alcalde, Ignacio Urquizu.
Además de coordinar los servicios municipales a través de llamadas y videollamadas, también se han puesto en marcha dos iniciativas a través de los perfiles institucionales de Alcañiz en redes sociales y Telegram para entretener a los ciudadanos. El Servicio de Deportes da pautas para entrenar en casa y la Oficina de Turismo enseña los principales elementos patrimoniales de la ciudad.
Con todo en la libreta y la mochila regreso para casa y escucho saltar a mi vecino de arriba. Llevo días sospechando que sigue alguna de las clases virtuales de deportes que estos días utilizamos mientras batallamos con el teletrabajo (¿es tan bonito cómo lo pintaban?), los niños sin cole, los quehaceres diarios y los innumerables retos de las redes sociales para los que no hay suficientes horas y que nos han permitido conocer el interior de las casas de todos nuestros conocidos. Y pienso en cuando todo esto pase…