En lo que se está considerando la resurrección turística tras dos años de restricciones por la pandemia, el verano vuelve a ser esa época del año que otorga el empuje definitivo al turismo rural en el territorio bajoaragonés. La desconexión de los destinos masificados o la unión con la naturaleza son solo algunas de las características más buscadas por los turistas a la hora de elegir su lugar de vacaciones. El cambio de paradigma turístico tras el confinamiento ha conseguido que para ellos ya no valga cualquier lugar para descansar. Ahora, ni si quiera el contexto nacional y europeo marcado por la inflación y las consecuencias de la guerra de Ucrania han conseguido frenar la búsqueda de un destino de calidad, una condición que el turismo rural siempre ha sabido asegurar.
El mes de julio ya llegó con buenas expectativas como comienzo de temporada de lo que está siendo el primer verano de la vuelta a la normalidad. Los empresarios turísticos del territorio estiman que la ocupación se ha situado en un 60%, unas cifras que «alcanzaron ya niveles prepandemia», y han conseguido consolidar este turismo como la escapada ideal para aquellos que ya descubrieron estos destinos con el auge del turismo de proximidad que llegó con la pandemia.
La llegada de agosto es percibida por ellos con «buenas sensaciones», ya que, de por sí, «este siempre ha sido el mes estrella» para recibir turistas a lo largo del verano, algo que también se manifiesta y a su vez beneficia al comercio y la hostelería, para quienes «hay trabajo para todos los días». Es la valoración de Jesús Marco, presidente de la Federación Aragonesa de Turismo Rural (FARATUR), quien, con las reservas que manejan a estas alturas desde su entidad, puede afirmar que la media de ocupación que se puede esperar para este mes es del 80% en toda la provincia.
Por comarcas, la riqueza paisajística del Matarraña continúa posicionándola como uno de los destinos que mejor funciona. El año pasado ya terminó la temporada con «los mejores números» y parte de ese éxito se atribuye a la apuesta de esta zona por la búsqueda de la calidad tanto en cuidado de sus establecimientos como en su cocina de autor.
Y es que la naturaleza no es la única baza que el territorio tiene para atraer a visitantes. El perfil del turista, según han podido detectar los empresarios y las oficinas de turismo, también muestra un gran interés por conocer otros aspectos del territorio como es la rica gastronomía. El Bajo Aragón es elegida por ellos por tratarse de una tierra que ofrece platos y recetas vinculadas al territorio, con peculiaridades propias en sabores y calidad demostrada por los productores que se han acogido a las denominaciones de origen y a la calidad alimentaria.
Quienes llegan, explica Nieves Ballestero, gerente de la Asociación Turismo Bajo Aragón, preguntan por alimentos de kilómetro cero unidos al territorio y que demuestren esta calidad. «Es para ellos una sorpresa poder acceder a una gastronomía tan buena y a un precio competitivo. Se dan cuenta de que este es un destino al que puede ajustarse todo tipo de bolsillo», apunta.
Se unen a ello la curiosidad que despierta la historia, cultura y demás tradiciones ligadas a las comarcas del territorio. Las oficinas de turismo continúan siendo el punto clave al que los visitantes continúan acudiendo para preguntar por referencias. Mayoritariamente, a ellas acuden familias que llegan buscando «opciones que unan diversión y aprendizaje del patrimonio», o bien parejas o grupos de jubilados interesados por «conocer el pasado del territorio», tal y como explican desde la Oficina de Turismo de Alcañiz.

También hay grupos de jóvenes, quienes visitan los pueblos guiándose por las fiestas patronales que caracterizan al mes de agosto. «Hay quienes regresan al pueblo porque tienen familia, y quienes además lo visitan porque han llegado desde el boca a boca», explica Pilar Beltrán, presidenta de la Asociación de Empresarios del Maestrazgo, quien afirma que el regreso de las fiestas de los pueblos suponen un beneficio extra para el turismo rural. La excusa de visitar un pueblo por las verbenas, según ella, puede despertar la atención de otros atractivos turísticos, uno de los recursos que más ha tenido que potenciarse con la llegada de la pandemia.
Tirolinas, opciones de escaladas, experiencias vinícolas, visitas guiadas a castillos o deportes de riesgo son solo algunas de las opciones que han aumentado su oferta proporcionando la opción de un turismo vivo y para todas las edades. «Muchos de los que llegan aquí son, como yo les llamo, «los sin pueblo», esas personas que pese a vivir en la ciudad cada año están deseando en que llegue el verano para que, sobre todo sus hijos, puedan conocer un estilo de vida con mucha más libertad y con más opciones que un verano en la ciudad», asegura Marco.
Esta cercanía de sus habitantes y tradiciones que varían cada escasos kilómetros continúan prevaleciendo ante otros destinos «más fríos, masificados y de paso». «Cuando llegas aquí creas una conexión con el terreno y las personas. Hay playas tan llenas que en verano que tienes que comer por turnos y como sardinas en lata, algo que nunca ocurriría en un pueblo de aquí», añade. Tras años en el sector, cuenta que cada vez son más quienes, después de experimentar un verano en un pueblo, enseguida comienzan a pensar en sus vacaciones del año siguiente en un destino similar.
Un destino seguro
Pese a que la inflación no ha parecido frenar los viajes en «turismo mucho más asequible», las tendencias del turista han variado y se han convertido en más cautos. «Esperamos que este mes también vaya bien. Nos alegra poder recuperar poco a poco los niveles precovid, pero es cierto que también dependemos mucho de las reservas a última hora, es una tendencia que desde la pandemia se ha incrementado», explica Marta Ferrás, presidenta de la Asociación de Empresarios de la Comarca del Matarraña.
Las pernoctaciones hasta el momento se han dado, como mucho, durante tres días consecutivos en lugares como Alcañiz, Andorra, Oliete o Ariño.
También destaca la preocupación de los visitantes por la situación sanitaria debido al covid, que pese a haber mejorado en cuanto a restricciones sigue estando presente en cuanto contagios y hospitalizaciones. En el momento de reservar, se aseguran de que las medidas sanitarias continúan vigentes dentro de lo posible.
El cúmulo de todos estos datos son los que, hasta el momento, consiguen que la semana del 8 al 14 de agosto sea la que registre una mayor demanda de alojamientos rurales, con el 57% al completo hasta este momento. Además, las cifras crecen en ese fin de semana –del 12 al 14 de agosto.
«Estamos contentos de que por fin se de la importancia que el turismo rural se merece, aunque todavía hay que hacer más difusión para que la gente llegue y se de cuenta de que este turismo vale mucho la pena», concluye Marco.
Y que tendrá que ver en el turismo la inflación. Cuando no me duele la cabeza el riñón. Romanceros