Pedro Clavero logró el premio a la mejor pieza artística en un encuentro de torneros celebrado en Villafamés
Hacer algo de corazón conlleva dar el máximo de uno mismo para conseguir un fin y también mostrar pasión por aquello que estás haciendo. Quizás este sea el secreto de Pedro Clavero, un andorrano aficionado al arte en torno que hace dos semanas volvió de las VII Jornadas de Trabajo con Torno de Villafamés con el premio a la mejor pieza artística. El encuentro, que reunió a más de cien personas en el municipio castellonense, sirvió para que los amantes de este oficio conocieran las técnicas más depuradas de este trabajo sobre madera.
La obra de Pedro estaba basada en la interpretación del ‘cuenco imposible’, un recipiente que cuenta con dos ejes en su interior que refuerzan la estructura. Una pieza que no se puede realizar en su totalidad con el torno y que surgió casi por casualidad. En un principio la idea de Pedro era hacer un sombrero, pero un imprevisto hizo que la obra se fuera al traste. «Tuve la obra casi dos meses parada, hasta que me vino a la cabeza la idea de hacer el ‘cuenco imposible’ y me puse a trabajar», señala.
Esta es una de las señas de identidad de Pedro, además de la improvisación y la creatividad. «Trabajo un poco sin rumbo fijo. Los profesionales ven un trozo de madera y ya saben lo que quieren hacer. Yo primero pienso en la pieza que quiero hacer y luego busco el tronco que me va a venir mejor».
En el caso del ‘cuenco imposible’ utilizó madera de un ciprés que se cayó por la tormenta en Alcañiz, pero para Pedro casi todo tipo de árbol es bueno. «Empleo madera de olivo, olmo, nogal e incluso de almendro. Cada tipo de árbol es diferente porque cada uno tiene un tiempo de secado».
La afición de este andorrano, ahora afincado en Alcañiz, surgió hace unos 20 años, cuando fabricó unos palillos para los tambores con un torno casero. Compaginó su afición con su profesión durante unos años y cuando se jubiló pudo dedicarle más tiempo a su pasión.
«Nunca he sido una personada de estar parada, siempre me ha gustado estar haciendo cosas. Antes hacía aviones de aeromodelismo, he hecho algunos muebles y espejos para casa y con el torno he fabricado barandillas, sonajeros, pendientes, pulseras, copas, platos…», cuenta; más de un centenar de piezas para las que le cuesta encontrar sitio en casa.
A sus 60 años destaca la importancia que ha tenido internet para poder saber más sobre el trabajo en torno, para conseguir herramientas y también para conocer a gente apasionada por este arte.
Ahora espera con impaciencia el encuentro de torneros que se celebrará el próximo mes en Asturias y hace un llamamiento para los aficionados de este arte en el Bajo Aragón. «Me gustaría ponerme en contacto con gente de la zona que se dedique a esto para poder intercambiar impresiones. Sería muy interesante conocer a más personas de aquí a las que les guste el arte del torno», valora.