El sacerdote escolapio Javier Negro (70 años) pasó cinco años en África, en países a los que sigue regresando
En los años 80 conoció Alcañiz y desde entonces, es su residencia oficial cuando no viaja. Nació en Bello hace 70 años y regresa a Alcañiz donde llena la agenda según avanza el día. Es un bajoaragonés más, y desde hace unos años, un bajoaragonés por el mundo.
Viajes a Madrid, a Zaragoza o hace unos días, a Soria, salpican la planificación de este sacerdote escolapio. Hace años fue designado superior provincial y en diciembre, asistente, por lo que parte de esos viajes son de burocracia pero no todos. Muchos tienen como objeto difundir el trabajo de Escolapios en África Central. «Siempre digo que quiero ser la voz de los sin voz», dice. «Sobre todo, de esos niños y las mujeres, que siempre son los peor parados», recalca.
Entre septiembre de 2017 y agosto de 2018, Congo fue su casa como coordinador de proyectos, educación y evangelización. Problemas de salud -de los que está mejor- le obligaron a volverse pero no a dejar estas obligaciones. En noviembre viajó allí un par de semanas y en abril, volverá de nuevo como buen bajoaragonés por el mundo.
Con la festividad de San Valero al caer, hace recuento de la actividad de Escolapios. Están presentes en Congo desde 2014 en la capital Kinshasa y en Kikonka, una población de 15.000 habitantes. Para este núcleo, en zona de selva, hay en proyecto la construcción de otra escuela, dos pozos de agua, construir una escuela infantil y becas escolares, entre otros, además del que ya se ha iniciado que es un centro para niños abandonados.
En la campaña de este año se hace especial hincapié en la mujer y niña congoleña con un programa de empoderamiento y formación. En Kinshasa, con 12 millones de habitantes, hay unos 40.000 niños abandonados, cifra que ha aumentado este mes con un proceso conflictivo de elecciones. Él fue partícipe de la llegada de Escolapios a Congo, lo fue desde Camerún, Guinea Ecuatorial y Gabón, países en los que vivió los tres años anteriores.
Los más de 30 años de trabajo en Camerún se traduce en 12 escuelas de Primaria, centros de FP y también agrícolas, además de tres grandes parroquias y tres seminarios. En Guinea hay cuatro escuelas y dos parroquias y en Gabón, dos escuelas y una parroquia. «Los escolapios de allí son africanos, unos 140. Españoles habrá unos ocho en todo África Central».
Colaborar desde el Bajo Aragón o desde allí en proyectos para Congo
«¿Yo qué puedo hacer?» es la pregunta que más le formulan en España. «Muchas cosas, empezando por ayudar al que lo está pasando mal al lado de nosotros», dice. «Si hablamos de África, se puede colaborar de muchas maneras desde aquí con todas las campañas que llevamos y también yendo».
Muchos se han unido a Ítaka. «Hace poco, un cirujano recién retirado de Zaragoza se vino con su mujer maestra y estuvieron un par de meses ayudando haciendo su labor», cuenta. Antes hay que pasar por un sencillo proceso de formación. «Es lo básico, hay que saber a qué país vas, su clima, su comida, su agua que no hay…», dice. Colaborar desde casa también es posible, en la web de Ítaka Escolapios aparecen todos los proyectos de la Fundación Ítaka. La campaña de este año es «Al ritmo de Congo»
Sus conferencias no causan indiferencia. Las ilustra con fotos de personas con nombre, apellidos y una vida que les gustaría desarrollar en su casa pero pertenecen a una de las zonas más pobres del planeta. La madera de los mejores muebles de casas occidentales, o materiales de los móviles de última generación, entre otras muchas cosas, salen de países en los que no dejan beneficios. «Son países ricos pero todos sus recursos salen fuera», concluye.