Cada vez que tiene un ratillo libre aprovecha para meterse en un mundo en el que desconecta del día a día para centrarse única y exclusivamente en la madera que tiene entre manos y de la que, destreza mediante, saldrá una pieza artesanal. Bruno Carceller Gil (Cantavieja, 1979) se metió en el mundo de la marquetería hace unos ocho años, un mundo que redescubrió porque su primer contacto fue en el colegio.
Él es uno de tantos que en su época escolar tuvo que enfrentarse en clase a sacar el máximo provecho a un panel de madera de grosor delicado usando una sierra de pelo. Aquellos años pasaron pero, por la razón que sea, a Carceller se le quedó esa inquietud dentro y se dio cuenta de ello cuando se quedó en paro. «Me dio por rescatar aquello y probar de nuevo en casa«, dice. Así fueron sus inicios en la marquetería, con trabajos sencillos y pequeños por puro entretenimiento. «La gente iba viendo lo que hacía, me animaban y me decían que fuera a alguna feria. Yo me iba motivando para hacer cosas más complejas y se convirtió en más que un pasatiempo», recuerda. «Resultó bien», sonríe.
Desde entonces ha hecho unas cuantas ferias y es que lo suyo no es un arte que se vea de forma muy habitual. «En la zona no conozco a nadie que se dedique a esto», reflexiona. Carceller ha hecho mucho más que recuperar unas nociones de colegio, ha devuelto a las calles un oficio prácticamente perdido y que sigue llamando mucho la atención. Sin embargo, no da la rentabilidad para ganarse la vida con ello aunque es lo que más le gustaría. La artesanía son materiales, ideas y horas incalculables de trabajo para ofrecer a quien se lleva la pieza la garantía de que en casa tiene algo hecho a mano. «Y lo más importante: único«, apunta.
La marquetería pronto dejó de ser una afición para ser una pasión y también un bálsamo cuando asoma la depresión. «Es terapéutico. Me meto en el taller y desconecto del mundo para estar solo atento a lo que estoy haciendo, algo para lo que se precisa mucha paciencia», suspira.
Destreza, ser fino, pero sobre todo paciente, son cualidades clave para empuñar una sierra de pelo, de arco, lijas de mano y empezar a dar forma a lo dibujado sobre papel. «Tengo muchos planos que vienen hechos y de muchas temáticas. Primero vas sobre ellos y después hay que ir montando como si fuera un puzle», explica.
Trabajo fino y al detalle
Como los puzles, hay unos más sencillos y otros no tanto y hay piezas de las que todavía se acuerda Carceller. «Una lámpara de comedor de 24 bombillas«, responde sin dudar a la pregunta sobre su trabajo más costoso y por ende, del que más orgullo siente. «Ni sé las horas que eché pero me costó muchísimo porque además de ir serrando pieza a pieza, dando tinte, lijando y todo lo que conlleva, la tuve que montar y desmontar varias veces. Pero la terminé, estoy orgullosísimo y la hice porque me empeñé, no fue encargo», ríe.
Talla en madera autóctona que compra al carpintero del pueblo y, salvo alguna excepción, siempre es de pino. Además de que es más suave de trabajar que otras, y él la trabaja a mano, tiene un lado con vetas y el otro es liso. La recorta por el lado de las vetas, le aplica un tinte al agua que las resalta, le da un tapaporos y termina con barniz con brillo, que todavía las hace resaltar más. «Le da un acabado muy bonito», considera.
Carceller, que fue propuesto para esta sección de EncontrARTE por el diseñador gráfico Rubén Planas, es fijo en las ferias que se celebran en las cercanías de Cantavieja pero, en estos tiempos de pandemia en los que estas citas están en suspensión, su ventana al mundo son las redes sociales. Se abrió una página de Facebook (Marquetería Bruno Carceller Gil) en la que aparece buena parte de sus trabajos -con la lámpara en cuestión en portada- y su contacto para recoger encargos.
En la página se aprecia el nivel de detalle y su propia evolución como artesano. Hay auténticas filigranas en marcos, cofres, lámparas de todo tipo e incluso candelabros. «A la gente le llama la atención cuando ve las piezas y a veces me preguntan en ferias que si la he hecho yo. ¡Anda, claro!», ríe. Compagina su pasión con su vida laboral en una empresa que se dedica a la limpieza de carreteras, senderos, a desbrozar… «Todo el día toco madera pero en este caso, con el motosierro, no requiere ser fino», concluye divertido.