Desde libros hasta coleccionables y también prensa, hasta legumbres, conservas, bebidas o congelados. Todo lo que precisan cuerpo y mente para funcionar lo despachan en Casa Luis. También productos de limpieza, menaje y loterías. Los puntos suspensivos de la variedad de género se alargan como solo lo hacen en los ultramarinos. Cada vez quedan menos. Escasean, más bien. En Samper sigue dando servicio uno que a buen seguro es de los más antiguos en unos cuantos kilómetros a la redonda.
Hace 134 años abrió sus puertas. En concreto, los cumplirá el 8 de marzo, aunque esta fecha es orientativa. «Serán más, seguro», dice Luis Abadía Falo. Es el actual regente desde que el 20 de octubre de 1983 se hizo cargo del comercio. De forma oficial, porque como él dice, «este trabajo lo llevo de nacimiento». La enfermedad de su padre le hizo tomar las riendas del local muy pronto, sin ser todavía adulto. «Mi abuela paterna nació en 1910 y ya su madre tenía la tienda allá por 1889», dice. Según ha ido pasando de una generación a otra la tradición oral, probablemente antes ya tenían comercio. Casa Luis abre en la calle La Fuente desde 1940, cuando se trasladaron allí al construir la casa familiar y tener que volver a empezar cuando el establecimiento anterior, ubicado a pocos metros, quedó desvalijado en la guerra. Luis mantiene la esencia del «comercio de toda la vida» tanto en la variedad de productos como en el trato. Como Luisito también lo conocen en Samper y en los alrededores. «Cuando entra una clienta ya sé de qué pie cojea», ríe. «Nos contamos la vida y nos ayudamos y es que yo tengo conversación, mucho palique…», se sincera.
Esa tienda ha vivido guerras, pandemias, los años dorados de los pueblos y también los del éxodo rural, que aún se capean con un pueblo de poco más de 600 habitantes y con tres viviendas habitadas de cada quince. «Tengo una clientela muy fiel pero se va haciendo mayor», añade. En 1962, y con otras nueve tiendas similares y unos 2.000 habitantes, instalaron el primer congelador que hubo en el pueblo. Para hacerse cargo de la tienda, a sus 17 años dejó su deseo de cursar las carreras de Física y Química para lo que ya se preparaba en Zaragoza. «En septiembre cumpliré 60 años, llevo 40 aquí y tan a gusto. Soy feliz… muy feliz», reflexiona. De vez en cuando da premios con las primitivas y él mismo sabe qué se siente al ser agraciado con un pellizco. «No habrá otra generación pero yo voy a seguir hasta que haya pueblo». Abre 363 días al año.
Criado entre números: «En seis minutos memorizo 100 dígitos»
Los cuadernos con ordenadas sucesiones de números también están en la tienda. Hay máquina registradora pero casi de adorno. Es el mismo que en los veranos de los años 70 se sentaba en una esquina a sumar los kilos y pesetas que le cantaban sus padres. «Mi vida es un número», dice. «Mi fecha de nacimiento es todo múltiplo de 3», dice y lo recita de cabeza. Con un cociente intelectual de 138 nunca usó calculadoras, ni ahora ni en los exámenes de Ciencias de los extintos BUP y COU.
Verlo calcular es un espectáculo. Le basta su libreta y su bolígrafo y a veces ni eso. «Si me escribes 100 dígitos en 6 minutos los memorizo», apunta. Unos pocos segundos le bastan para dar con el día de la semana del nacimiento de una persona solo con saber la fecha completa.
Es un apasionado de los deportes y no dudó en desafiar al equipo de El Partidazo de Cope en 2017 enviando un audio invitando a dar resultados deportivos desde el año 74: unos con ordenador y él con la cabeza. De Juegos Olímpicos, de finales de los Mundiales pero también de Historia. «Todo lo que ha pasado por mi mente lo recuerdo pero no me preguntes por antes de que yo naciera, porque no tengo referencias», apunta. «No se me olvidan las fechas de cosas que han pasado, el anuario de Samper me llaman», ríe.
Luis es un crack