Termina la extracción de carbón en el pozo subterráneo Sierra de Arcos y la plantilla se reduce a 21 personas
Es la crónica de una muerte anunciada pero no por ello es menos doloroso decir adiós. El cierre de la mina Sierra de Arcos de Ariño, la última explotación interior que queda en Aragón, inunda de nostalgia, miedo e incertidumbres un territorio en el que durante décadas miles de personas han descendido a cientos de metros de profundidad para sacar adelante a sus familias. La plantilla se reduce ahora a las 21 personas y, a partir de la próxima semana, los mineros se dedicarán a realizar labores de desmantelamiento y restauración (tabicado, desmontaje, control…) hasta 2018, año en el que están previstas las últimas prejubilaciones. La marcha será escalonada y, poco a poco, los trabajadores irán abandonando el tajo sin relevo generacional alguno.
Para el resto de mineros, sobre todo para los empleados de las subcontratas que no se acogen a las condiciones laborales y de prejubilación pactadas en el Plan del Carbón, el futuro es más complicado e incierto. Algunas empresas como MGT, Maessa o Montajes Rus han planteado alternativas y recolocaciones. Desde volver a Polonia, una de las opciones para algunos de los trabajadores polacos, hasta instalarse en Saica, en El Burgo, y en explotaciones de Asturias o Suria (Barcelona). Son alrededor de cuarenta los que han optado por esta vía y llevan ya varias semanas saliendo de Sierra de Arcos para no volver. Uno de los ejemplos es el de Carlos Ros, que empezará a trabajar en enero en la papelera zaragozana. «Vamos a quedarnos aquí hasta que nuestros hijos terminen el colegio pero el curso que viene veremos si nos tendremos que ir. Son más de 190 kilómetros todos los días», explicó ayer su mujer, Marta Sánchez.
Por otra parte y con respecto a los empleados de Samca que no tienen edad de prejubilación, una quincena, el comité de empresa negoció el viernes su recolocación. Todos se quedarán en Ariño trabajando en el cielo abierto. Esta noticia supuso una gran «alegría» para el Comité de Empresa porque a priori se pensaba que serían recolocados en otras explotaciones mineras de arcilla y carbón de la zona. «La negociación ha sido muy buena, la empresa se ha portado muy bien», afirmó el presidente del Comité de Empresa, Juan José Pascual.
Probablemente ese sea el caso de Juan Carlos Roche, un vecino de Escucha que ya sufrió el cierre de su comarca y que ahora ve que la historia se repite en Ariño. Explica que su única esperanza es confiar en el cielo abierto. «Con 47 años y 24 en la mina, ¿quién me va a coger para trabajar?, pues nadie», dijo ayer tras salir de su último turno en Sierra de Arcos. Allí se abrazó a sus compañeros para despedirse, sin saber qué será de su futuro el próximo martes.
«Impotencia, rabia y tristeza»
En la localidad se producen una serie de sentimientos encontrados. Según explicó el alcalde y minero que permanecerá en el pozo Sierra de Arcos hasta la prejubilación, Joaquín Noé, es una mezcla entre impotencia, rabia y tristeza. «Impotencia porque se cierra una etapa de la historia de Ariño. Rabia porque no hay un cierre ordenado, y tristeza por todos los compañeros que se quedan en el camino», recalcó. En las minas de Ariño se han perdido 200 empleos este año y lo que más preocupa es que a corto plazo no se recuperarán. No hay alternativas y la situación del carbón es «crítica». Samca paralizó en septiembre su mina de cielo abierto en Ariño, una medida que se tomó tras varios meses sin vender lignito a la Central Térmica. Aunque desde noviembre ha aumentado la producción debido principalmente a la demanda francesa -donde todas las centrales están paradas por revisiones- no es una situación en la que se pueda confiar a largo plazo.
Una situación estancada
Si bien es cierto que el cierre del pozo en en sí mismo supone un varapalo, la situación se agrava teniendo en cuenta el momento que atraviesa el sector de la minería. El futuro del carbón pasa porque el Gobierno Central empiece a cumplir el Plan del Carbón 2013-2018 firmado con sindicatos y patronal y porque se acuerde una política energética estable en el Congreso que contemple el lignito como reserva estratégica nacional. Sólo así se garantizaría el futuro de la Central Térmica de Andorra y Endesa invertiría los 190 millones de euros que necesita la infraestructura para alargar su vida útil. Además, este paso propiciaría la apertura de nuevos desmontes exteriores, como el proyectado por Samca en la finca de La Codoñera, entre Alcaine y Oliete.
Sin embargo, no existe voluntad política para revertir la situación. De hecho, el nuevo ministro de Energía, Álvaro Nadal, ya adelantó en noviembre que ni va a convocar la mesa de la minería ni va a tomar ninguna medida que establezca un porcentaje mínimo obligatorio de carbón para producir energía.
La minería cierra así su año más negro, aunque se prevé mejor que el próximo 2017. Las alternativas no llegan y la reindustrialización sigue siendo la gran tarea pendiente en la cuenca minera turolense. El Balneario o la subsede de Dinópolis no son suficiente.
La mesa comarcal por el futuro de Andorra-Sierra de Arcos se reunió el jueves a última hora para decidir si continuar con movilizaciones o intentar presionar de otro modo. En cualquier caso, han asumido que no será fácil.