Pilar y Thierno, absueltos, retoman su vida tras 11 meses en prisión por la operación que desmanteló 8.000 plantas de marihuana
Terneros y vacas miran fijamente mientras siguen a lo suyo. Pastando. Aunque no hay mucho tráfico a las afueras de Villarluengo, están acostumbrados al ruido de motores, así que miran impasibles al que conduce. Hay que avanzar despacio y sorteando piedras y más piedras. El camino no es sencillo pero ése es parte del encanto del trayecto, y más, si se busca aposta. Nadie diría que este paraje fue escenario de una de las mayores operaciones contra la droga de Aragón que llevó a Pilar y Thierno a vivir un auténtico calvario. Ellos, dueños de una casa rural, dieron alojamiento a Carlos T.R., condenado con otras cuatro personas.
Él alquiló una finca cercana ubicada a unos dos kilómetros (propiedad del padre de Pilar) donde cultivaba marihuana, aunque a ellos les hizo creer que eran cultivos ecológicos. Se fiaron, porque les regalaba verduras, y nunca visitaron la finca. A raíz de ahí, su historia se enreda en un infierno.
Algunos carteles hechos en madera con el nombre grabado de Casa Castel indican la senda. Después de un buen rato, de pasar más ganado y algunos caballos, aparece la última valla. Unos maderos cruzados cuya función es más la de delimitar una propiedad privada que la de proteger. Es Casa Castel. Una de las masías con mayor encanto del territorio cuyas piedras acumulan decenas de años de historia y que sus dueños se encargaron de restaurar. Para ellos, es casa rural pero también su domicilio.
Abre la puerta Pilar Igual, que enérgica recibe al visitante. En junio se cumplirán veinte años desde que cambió su Barcelona natal por el Maestrazgo, por esta casa, que aunque ubicada en el término de Villarluengo, está alejada de todo núcleo urbano. «Me enamoré de esta casa, cuando la vi pensé en por qué nadie había puesto todavía un hotel», explica. Lo que aparece tras la puerta es una enorme estancia con un futbolín a la derecha y una larga mesa con muchas sillas. A la izquierda está la cocina y en el centro, sofás y una mesa baja. Al fondo, una majestuosa chimenea con abundante brasa y otra mesa con sillas. Todo eso es la zona común de la casa rural.
Cuatro años antes de su llegada, su padre, oriundo de la provincia, compró La Sisca, la masía de al lado, ubicada a unos dos kilómetros de distancia. Ella y su marido (desde hace unos años ya exmarido) pensaron en la zona para el cultivo de trufa. «A fuerza de visitarla, yo compré Casa Castel y nos vinimos», explica. Hacía 50 años que nadie habitaba el edificio y parte estaba derruido. El plan trufero no salió, pero sí el establecimiento, que con los años se ha convertido en uno de los más impresionantes de la zona. Tanto, que ha sido escenario de programas de televisión, como por ejemplo, «La llave maestra» (Aragón TV) y «¿Quién vive ahí? Hoteles con encanto» (La Sexta).
«Mi intención era abrir una casa rural y criar a mis hijos en plena naturaleza. Era una apuesta arriesgada y todo el mundo me decía que estaba loca, porque no es un sitio de paso y las carreteras son malísimas», añade.
Mucha gente se ha alojado allí, tanto nacionales como extranjeros y la mayoría guarda gratos recuerdos de su estancia, lo que hace que las recomendaciones del sitio vayan del «boca a oreja». «Han sido unos años muy buenos», reflexiona mientras recorre la casa. Muchos de esos clientes sonríen en fotografías pegadas en una pared de uno de los pasillos de la zona de habitaciones. «Cada uno tiene la suya pero las horas de comidas e incluso excursiones, se comparten. Estamos alejados de todo y no es raro estrechar lazos y muchos acaban siendo buenos amigos que, incluso nos mandan fotos», sonríe Pilar.
Dispone de una treintena de plazas que va repasando. «Llevo 20 años de obras y no he terminado», añade mientras revisa las huellas que el agua ha dejado en una parte y que va eliminando. El año pasado fue muy duro. La casa estuvo deshabitada y no por voluntad propia. En devolverle todo el esplendor trabaja Pilar con su marido Thierno desde otoño.
Los años de trayectoria y solera en el sector están sirviendo de apoyo y veteranía a Casa Castel en su resurgir. Está a punto de volver a abrir sus puertas al público después de que el 20 de octubre de 2016 cambiara todo.
Esa mañana, Pilar abrió esa misma puerta al escuchar un helicóptero y se encontró de lleno con la «Operación Trinytir». Un operativo policial de la Guardia Civil que desmanteló la mayor plantación de marihuana de Aragón y se convirtió en uno de los casos más mediáticos con lo que ello conlleva.
En medio de una operación
Ese día solo la pareja estaba en la masía. «Pensé en un incendio hasta que vi a una persona con un arma, pero no me di cuenta de que era un Guardia Civil», recuerda. Pensó que se trataba de un cliente que le gastaba una broma, uno de los muchos que se alojan porque van allí a practicar AirSoft, una actividad de estrategia de simulación militar.
«Se asustó cuando abrí la puerta, me encañonó y ya pensé incluso en que había algún yihadista», sigue. Cabe destacar que ese año Niza y Bruselas habían sido escenarios de sendos atentados. Mientras el helicóptero sobrevolaba La Sisca, Pilar acompañó a los agentes a revisar las habitaciones. Abrieron todas las puertas para comprobar que no hubiera nadie más hasta que en una apareció una bolsa de marihuana. «Al verla hilé todo», recuerda ahora.

Llegaron más agentes, el helicóptero y los cinco detenidos en la finca La Sisca y fueron a las habitaciones donde se alojaban a hacer un registro. «Por aquí pasa muchísima gente y yo no tengo que saber a qué se dedican, es que ni soy cotilla ni me importa. Un día vino Carlos, y me dijo que había alquilado La Sisca a mi padre para hacer una plantación ecológica», cuenta.
«A mí me preguntó si podía tener alojamiento y comida y le dije que sí porque ese es mi trabajo. Era un cliente más, ni conflictivo ni raro, un poco jipi pero nada más», añade. Casa Castel daba cama y comida a esta persona y al grupo que iba a ocuparse de labores agrícolas. De hecho, tenían el acuerdo de que las habitaciones se las hacían ellos mismos. «Ni en zonas comunes ni en nuestra habitación encontraron nada y nos dijeron que estuviéramos tranquilos pero luego, que debíamos ir a comisaría, algo que me pareció hasta normal», relata.
Sin embargo, fueron detenidos junto a las otras cinco personas de La Sisca. Después de tres días en el calabozo y un breve paso por el Juzgado de Guardia, el juez titular del Juzgado de Instrucción nº3 de Teruel ordenó el ingreso en prisión provisional de los siete. Pilar fue enviada a Picassent (Valencia) y Thierno a Teruel, una separación que duró los once meses que se alargó la medida.
«Yo estaba pendiente de que dijeran mi nombre por el altavoz porque estaba segurísima de que iban a mandarme a casa». Pero se alargó y su mayor preocupación estaba en sus hijos, su casa, sus perros y su marido. Su comunicación era por carta y a través de las escasas llamadas permitidas.
«No soy un delincuente pero ven a un negro con rastas y ya lo es». Toma la palabra Thierno Sambe, que no oculta su indignación al recordar aquello. «Creo que lo normal sería que el juez nos escuche antes de enviarnos a cada uno a un sitio. Pero bueno, menos mal que en la Audiencia han sido justos», añade. Para el senegalés el daño va más allá. «Solo por estar fuera soy embajador de mi familia y represento a un país. Mis padres me enseñaron a distinguir entre el bien y el mal», cuenta.
Habla cada día con su familia pero prefiere contarles lo sucedido en persona. «No me fui por ser un muerto de hambre, tenía trabajo pero quería ver mundo», explica. Su primer destino fue Barcelona hace seis años y allí, a través de internet y los medios de comunicación, supo de Casa Castel como casa rural en medio de la naturaleza. Fue a pasar unos días y se quedó. «Pero a mí de Europa me habían vendido justicia, no esto», lamenta.
A punto de volver «con toda la fuerza»
En la ausencia de la pareja hubo dos registros y la casa se quedó abierta hasta que los hijos de Pilar pudieron cerrar puertas y ventanas cuando fueron a recoger a los perros.
Medida insuficiente para disuadir a los ladrones que entraron varias veces. «Nos hemos encontrado cosas preparadas para llevárselas en otro viaje», dice Pilar. A su vuelta, además de limpiar sin parar, se enfrentaron a un invierno duro en el que estuvieron incluso sin agua ya que, «al quedar todo abierto se congelaron las tuberías y reventaron». Los 50.000 litros de agua del depósito cayeron sobre la casa y en estos meses se han centrado en reponer desde vigas hasta pinturas, pasando por colchones y ropas.
«Somos guerreros y no bajamos los brazos. Este proyecto es en conjunto y vamos a luchar y sin victimismos porque esto ha sido algo que ha pasado y ya está», sonríe Thierno. Pilar y él se miran porque saben que es cierto. De hecho, la casa está cerca de volver a abrir las puertas como el lugar de recreo, encuentro, diversión y charla que siempre fue. Solo hay que bucear un poco en internet para encontrar las opiniones que muchos de los que han pasado por las instalaciones dejan en las principales webs de viajes y reservas.
«La gente que nos conoce nos ha recibido con los brazos abiertos y sin ni una mala mirada, al contrario», dice Pilar. «Pero me duele que alguien del pueblo haya dicho que somos gente extraña y que apenas nos conocían porque no es verdad», dice y sigue. «Tengo 56 años y he sido una mujer seria y con mucha credibilidad. Lo pierdes todo porque para la gente, si estás en prisión significa que no se puede confiar en ti pero es que sí soy inocente», reivindica. «Si algo he aprendido es que nadie está libre de acabar ahí. Nadie».

Responsabilidad social
Para el abogado de la pareja, José Luis del Valle, el asunto se cerrará cuando haya resarcimiento social por parte de una sociedad en la que enseguida «se cuelga el Sambenito». «El tiempo pasa, las condenas se cumplen y la gente sale pero, ¿qué pasa con el estigma social? Creo que es el momento en el que ellos, que han sido víctimas del sistema, encuentren ese resarcimiento», explica.
Del Valle recuerda que, «somos todos los que construimos esto y la responsabilidad es social porque ha sido el Estado nuestro quien ha creado esta situación», añade, e invita a edificar una sociedad tolerante y que reconozca realmente, que la presunción de inocencia no es solo lo que está en la Constitución, sino que, «normalmente los seres humanos, y salvo mínimas excepciones, somos buenos por naturaleza y normalmente hacemos el bien por naturaleza y normalmente hacemos las cosas lo mejor que sabemos».
Asumió el caso como el reto que supone defender a inocentes. «Llevamos su historia de gente corriente que tiene su casa rural a la que llegan unos ajenos y montan lo que sea en la de al lado», añade. Que la pareja estuviera en prisión, el juzgado en Teruel y él, en Alcañiz, no facilitó la defensa y tampoco que el acusado, Carlos T. R., optara por no declarar en el juicio.
Del Valle incidió en que este caso ha sido el más mediático en el tema probablemente en mucho tiempo en la zona. «Creo que el deber de todos nosotros ahora es el de decirles: «Thierno, Pilar… seguid adelante por favor»», concluye.

La mayor plantación de marihuana de Aragón
La propia magnitud de lo hallado (8.000 plantas en 12.000 metros cuadrados) elevó el caso a la prensa nacional, donde se acuñaron definiciones como «cortijo de la droga» o «una gran cooperativa de la marihuana». El caso, además de ser tema de conversación en redes sociales, también fue objetivo de portales de humor con titulares como: «Los vecinos de Villarluengo entienden ahora porqué el pueblo olía a incienso».
La «Operación Trinytir» se saldó con siete detenidos (cuatro españoles, dos hindúes y un senegalés). Tras once meses en prisión provisional, el juicio se celebró el pasado mes de septiembre a lo largo de dos sesiones con peritos y testigos.
La acusación defendía la culpabilidad de todos y que formaban parte de una banda organizada para dedicarse al cultivo de marihuana a gran escala. Por otro lado, el grupo de La Sisca, trataba de demostrar que aquello era una plantación de cannabis industrial con fines experimentales y medicinales y, finalmente, el grupo de Casa Castel, tenía el fin de demostrar que no tenían nada que ver con la plantación.
Tras el juicio fueron puestos todos en libertad pero a los pocos días llegó la sentencia que daba la razón a la acusación. Se les condenaba como miembros de una organización criminal dedicada al tráfico de marihuana. Así pues, debían cumplir cuatro años de prisión y pagar una multa de un millón y medio de euros cada uno.
Ambas partes, La Sisca y Casa Castel, recurrieron y el pasado 12 de marzo, la Audiencia Provincial de Teruel emitió la sentencia definitiva por la que absuelve a Pilar Igual y Thierno Sambe de todos los delitos al no considerar que hay pruebas suficientes.
Mantiene para el resto la condena por el cultivo (tres años y medio) pero «se demuestra que no son una organización criminal, si no que es un grupo de gente que hace una actividad en La Sisca y otro que hace otra de alojamiento turístico en Casa Castel sin tener ninguna vinculación», explica José Luis del Valle.
En este punto, el abogado recuerda la importancia de otro detalle como es la eliminación del pago de la multa, tres millones entre los dos. «Significa perderlo todo. Sales de la cárcel siendo indigente cuando tenías toda tu vida montada».
Enhorabuena Beatriz! Un reportaje muy sensible sobre una grave injusticia que gracias a Dios se corrigió aunque no sin pena…..
Gran trabajo Beatriz; transmites con toda la sensibilidad el drama de quienes se ven acusados sin tener culpa alguna.
Espero que Pilar y Thier puedan recuperar su credibilidad y buen hacer, porque Casa Castel es un proyecto de vida que se merece el apoyo y respeto de un medio al que enriquece.