El cristo más popular de Andorra tenía los brazos casi colgando de tanto procesionar y los pies descoloridos de años de besos. Imagen de la cofradía del Cristo de los Tambores y Bombos -a la que pertenecen todos los andorranos-, su deterioro se iba acentuando con cada nueva Semana Santa. Sin embargo, gracias a la restauración que ha acometido la alcañizana Miriam Tomás en las últimas semanas, esta historia ya forma parte del pasado.
El Cristo de los Tambores data del año 1938 y fue comprado por un particular. Su función era estar fijo en un altar de la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora de Andorra, pero posteriormente se donó a la cofradía y comenzó a procesionar. «Lo llevamos hasta la ermita de San Macario en la procesión del Vía Crucis y después de permanecer varios días allí, lo devolvemos a la iglesia parroquial en la procesión de la Antorcha que se celebra a las dos de la madrugada del Viernes Santo. La gente se pelea casi por bajarlo, es muy apreciado por los vecinos», cuenta Aitor Pes, presidente de la cofradía del Cristo de los Tambores y Bombos.

La última restauración de la imagen había tenido lugar hacía más de 20 años. El paso del tiempo era evidente en los codos, los hombros y los pies dañados del cristo y la cofradía se lo transmitió al Ayuntamiento. «Desconocíamos el estado en el que se encontraba. Agradecemos que nos propusieran subvencionar su restauración ya que es una imagen muy significativa y simbólica para la localidad», señala el alcalde de Andorra, Antonio Amador. Los trabajos de restauración han tenido un coste de 4.045 euros.
El cristo da nombre a la cofradía en la que «son miembros todos los vecinos independientemente de que pertenezcan a otra cofradía particular», detalla Amador. De hecho, cualquier persona que vaya a la villa minera en Semana Santa y se vista con una túnica negra, un cinturón rojo y el escudo de la cofradía, y salga con su tambor o bombo se convierte en un integrante más.

La mayoría de las imágenes procesionales son de madera, por eso, cuando radiografiaron al Cristo de los Tambores –gracias al favor de una veterinaria de Alcañiz-, la restauradora Miriam Tomás se llevó una sorpresa. «Observamos que estaba hueco y que había unos pequeños pernos», recuerda la alcañizana. El cristo tenía daños en los hombros y los codos, las partes que al no estar sujetas a la cruz cuelgan. Para restaurarlos se abrieron los brazos y se descubrió que el material con en el que estaba hecha la imagen era escayola.
«El brazo derecho estaba colgando. Se sostenía por la malla de esparto que se coloca después de la primera capa de escayola», apunta Tomás. Ambos brazos se han reforzado por dentro utilizando esparto y yeso, materiales tradicionales y compatibles con los originales. Además se ha limpiado y pintado desde los pies hasta las rodillas. «Al ser una imagen devocional, la gente toca y besa al cristo. En la parte de los nudillos y los dedos se veía la escayola», detalla. Al no tratarse de una pintura original, Tomás ha utilizado una técnica distinta a la que había.
La prioridad de la alcañizana Miriam Tomás ha sido conservar la «función devocional y procesional» del Cristo de los Tambores y Bombos. La imagen ya aguarda restaurada en la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora de Andorra la próxima Semana Santa.