El molino harinero de Albalate aguanta a duras penas el paso del tiempo y aguarda unos versos de Alfonso Zapater.
El viejo molino harinero de Albalate del Arzobispo resiste al paso del tiempo a duras penas. Pide auxilio a gritos hasta ahora silenciados y también por escrito en sus paredes porque lo que aguardan en las entrañas bien merece atención, cuidado e incluso recuperación.
Piedras de adobe amontonadas producto del derrumbe de alguno de los muros y accesos devorados por la maleza desdibujan el verdadero interés del sitio. Los agujeros en varios tejados contribuyen a reforzar la creencia de que solo es un edificio en ruinas. Sin embargo, un letrero en una fachada resiste. Es un azulejo con la inscripción: «Molino harinero de la alfarda. Año 1831».
El edificio prestó servicio al pueblo durante la mitad del siglo XIX y casi todo el XX y el interior lo atestigua. Resulta fácil imaginar cómo en la parte más grande se dedicaban a moler la harina para alimentación. Y se aprecia otra zona, en un piso inferior, para los animales. El edificio tiene dos muelas y todavía se ve el salto de agua de unos diez metros de altura. El resto de las dependencias pertenecen a la vivienda del molinero y a los corrales donde guardaban a los animales. Cabe destacar que eran tiempos en los que la gente del pueblo iba con su cereal, lo molían y se llevaban la harina para después hacer pan. Se aprecian un par de cuadras donde, previsiblemente, dejaban las caballerías mientras.
La cantidad de material y de maquinaria que duerme dentro es apabullante. Parece que esperan a que alguien las ponga en marcha y lo cierto es que al menos han conseguido llamar la atención de una persona. De Francisco Pina, un albalatino que ocupa parte de su tiempo a la fotografía. Le es complicado resistirse a los lugares abandonados y por eso hizo una incursión al molino y captó los detalles que están expuestos hasta final de mes en una muestra colectiva en la sala de la plaza de la iglesia de Albalate. Todo el que la visite puede colaborar comprando tiras para una rifa a beneficio de la restauración. «Me llamó mucho la atención el aprovechamiento de las aguas porque todo lo que se predica de ecología lo tenemos aquí. Está el río Martín al lado y por sus aguas están las huertas, aguas arriba dos centrales hidroeléctricas, un batán y el molino donde se molía y se afilaba», explica.
La despedida de Zapater
El mayor asombro de Pina fue toparse con un escrito de Alfonso Zapater. El creador de la «Jota de Albalate» fue molinero en el pueblo y también en Urrea.
En una de las paredes escribió a fecha de 9 de abril de 1979: «Mi enfermedad prematura me hace dejar el molino antes de que me muera para cumplir mi destino. Quiero dejar bien gravado en los muros del molino todo lo que tú me has dado grande, sublime y divino. Fuiste tú mi inspiración de la pura creación de la jota de Albalate. ¿Mi corazón?… ¡Fuerte late! Este clavico tan viejo donde ponía el espejo nunca lo quitéis de ahí, no le rompáis la cabeza, es símbolo de grandeza y tiene que estar ahí. Sólo pido a Sindicato y al pueblo en general que no borren este escrito porque me harán mucho mal».
El escrito de Zapater, una persona clave en la historia local por gran bailador y de jota y creador de la propia, forma parte de la exposición de fotos de la plaza gracias a que Pina ha sacado sus palabras y deseos de entre las ruinas del molino para sensibilizar a la población. «Zapater hace una declaración de intenciones y habla del molino como inspiración de nuestra jota, una de las cosas que más nos identifica a los de Albalate», concluye. «La colecta de apoyos acaba de comenzar», avisa.
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