Marian Tijm es holandesa, residente en el Matarraña y pintora. A partir del 15 expone su obra en Zaragoza
«Me gusta irme a perderme en la naturaleza. El entorno es abrumador, es algo bestial y a veces, me sobrepasa tanta belleza. Para un artista vivir aquí es impresionante». Marian hace esta reflexión sobre el paisaje de Valderrobres y lo hace de una forma pausada, buscando la palabra que mejor se pueda ajustar a la definición que busca. Nació y se crió en Alkmaar, una ciudad cerca de Ámsterdam y próxima al mar. «El paisaje holandés es bonito pero plano, no se parecen», dice.
Es la cuarta de cinco hermanos y todos son artistas. «¡Sí! Algo que ni nuestros padres lo han entendido nunca», ríe. Cada uno se dedica a una disciplina aunque Marian es la única que decidió formarse para dedicarse a ello estudiando Bellas Artes. Los demás son autodidactas. «Yo un poco también lo soy porque nunca me ha gustado demasiado seguir reglas», reflexiona.
A partir del próximo viernes 15 se podrá ver una muestra compuesta de sus pinturas y de las esculturas en madera de su hermano Harry. Será en Zaragoza durante varias semanas en Finestra Estudio (Zumalacárregui, 12).
La holandesa toca todos los palos en cuanto a técnicas se refiere. «Hay mil y todas me van bien», sonríe. En su obra predomina la técnica mixta y carboncillos y tintas, entre otras muchas, combinan a la perfección.
Por acompañar a una amiga
Se instaló en Valderrobres en 1991 pero su primera vez en el pueblo fue anterior y casual. «Una amiga me pidió que la acompañara a un viaje a España. Llegamos a la estación de Sants de Barcelona y de ahí, fuimos al pueblo de un conocido suyo con él en su coche porque nos daba alojamiento», explica.
El pueblo era Valderrobres y llegaron de noche después de tres horas de coche. «Por la mañana, salí al balcón y aluciné y ¡solo estaba viendo la calle!», ríe.
Hoy, Valderrobres es su pueblo y aquel amigo de una amiga de su amiga, su marido. «José Mari y yo nos caímos bien», cuenta risueña. Ella regresó a Holanda y al terminar la carrera tomó la decisión de instalarse en España con él, en un lugar inspirador como el Matarraña. «Ámsterdam es una ciudad increíble que te abraza, pero es para vivirla, no para pintarla», añade. Respecto a su adaptación a Valderrobres dice que fue rápida. «Desde el primer día me sentí en mi casa», comenta.
Hace todas estas reflexiones en su estudio, en el mismo en el que también imparte clases a un grupo muy reducido. Ahora lleva a adultos pero comenzó con dos niñas. «Hacemos nuestras excursiones finales de curso y ellos exponen sus obras». Lo hacen en un pequeño espacio junto al estudio y siguiendo todo el proceso, desde elegir las pinturas y enmarcarlas hasta hacer las descripciones.
«Es algo para los de casa pero es muy importante que lo hagan y que pasen por las fases del arte», comenta. Está contenta con los alumnos y con el nivel de arte de la comarca a la que llegó dejando una ciudad en la que rebosa. Ha expuesto en muchos sitios de la comarca y de fuera, como la Bienal de Crivillén este año.
Su primer contacto en el territorio fue Gema Noguera, la artista de Beceite con la que entabló buena amistad y recuerda que con ella y más gente montaron un mercado de arte en Valderrobres. «Sería el 93 y fue un éxito. En la zona hay movimiento, sitios para exponer y buenos profesionales. ¡Resulta que es como Ámsterdam pero en pequeño porque está todo lleno de artistas y hay mucha actividad!», concluye.