La sequía diezmó en un 50% la cosecha de 2017 que sin embargo fue de gran calidad
Los bodegueros cerraron una de las campañas más adversas cerrando 2017 con una merma en la producción de entre un 40% y un 70%, según la zona de la IGP, lo que supuso una producción de en torno a 1.100 toneladas de uva tinta y 250 toneladas de uva blanca, prácticamente la mitad que el año anterior. Por contra la calidad de los caldos obtenidos con la escasa cantidad de vid obtenida el pasado año, son en muchos casos excelentes.
El clima de grandes contrastes, con fríos inviernos y veranos de temperaturas altas o extremas en algunos casos son las condiciones climáticas en las que la garnacha, principal planta con la que se elaboran los vinos de esta tierra, crece en los 80 municipios, en casi 2.200 hectáreas de las provincias de Teruel y Zaragoza y ofrece a los viticultores frutos con un alto porcentaje en azúcar, que tras su fermentación y su cuidado proceso de maduración dan como resultado vinos de extraordinaria calidad. El pasado año fue en opinión de bodegueros y agricultores una de las más complicadas de los últimos años debido a la extrema sequía que afectó al territorio. Todo ello unido a un invierno suave que propició que las viñas comenzasen a brotar con algo de adelanto y que provocó que una situación extraordinaria de heladas tardías durante la segunda quincena de abril, diese al traste con la incipiente brotación, lo que provocó, explican, que la planta tuviese que gastar reservas en una segunda brotación.
Asimismo en algunas zonas las pedregadas que se produjeron especialmente en algunas zonas del Matarraña y Bajo Aragón hicieron que se perdiese buena parte de la cosecha que aún quedaba. Por todo ello algunas de las bodegas han tenido una merma de hasta el 70% en la cantidad de uva vendimiada durante el pasado año. Sin embargo, añaden, la calidad de la uva fue muy buen lo que está permitiendo elaborar un producto de muy buena calidad.

Aunque los resultados en la calidad son desiguales dependiendo de la variedad, comarca y bodega, lo cierto es que todos coinciden en que el producto final es, en todos los casos, mejor que el de un año normal, llegando muchos productores a calificarlo como de excelente. Según explican, la segunda brotación que tuvieron que llevar a cabo los viñedos tras quedar totalmente heladas las yemas en las heladas tardías de abril, produjo, en muchos casos, una uva muy pequeña pero con una muy buena proporción de pulpa y hollejo, lo que está permitiendo obtener caldos de primera calidad. «Hemos padecido prácticamente todos los fenómenos adversos que pueden afectar a la vid, pero la calidad es excelente», explica Javier Azuara, Presidente de la IGP Bajo Aragón.
Tras un 2017 de inclemencias meteorológicas, los productores confían en un año menos traumático. Pese a que la tierra todavía reclama agua, las últimas lluvias y el frío del mes de febrero, explican, han hecho que las viñas estén libres de hongos, hayan retrasado la brotación de las yemas iniciales y que además cuenten con una buena reserva de nutrientes.
Monovarietales y coupage
En cuanto a variedades, la garnacha, símbolo ya de identidad aragonesa, es la variedad estrella. Los expertos en vino lo tienen muy claro y creen que esta variedad, denostada hace décadas por su potente personalidad y sobre todo, por un concepto en el que primava la cantidad sobre la calidad, tiene un futuro muy halagüeño. Por todo ello la IGP lo tiene muy claro. El futuro pasa por seguir apostando por esta variedad, tanto la negra como la blanca, que está teniendo gran aceptación. Los vinos de garnacha están comenzando a ser reconocidos internacionalmente y son numerosos los restaurantes de países importadores de vino, los que comienzan a ofrecerlo. Además, en el territorio podemos encontrar otras variedades, en menor cantidad, de tempranillo Cabernet- Sauvignon, Chardonnay, Derechero, Macabeo, Mazuela, Merlot y Syrah.

En este aspecto encontramos a bodegueros que optan por el coupage, es decir, la mezcla de distintas variedades para la producción de los vinos y los que apuestan por los monovarietales. De igual modo para la elaboración y posterior almacenaje y maduración del vino ya producido, la IGP cuenta con productores que se decantan o bien por los barriles tanto de roble francés como americano, consiguiendo así un toque a madera muy apreciado por muchos consumidores. Por su parte otros bodegueros se decantan por embotellar sus caldos directamente sin pasar por barrica consiguiendo un sabor más afrutado y distinto, algo que, de igual modo, es muy demandado por otros tantos consumidores.
Aunque por el momento no se habla de Denominación de Origen, muchos bodegueros y asociados a la IGP creen que el futuro pasa por lograr esta calificación. A pesar del tesón y perseverancia que todos ellos ponen en lograr hacerse un hueco y en valorizar la actual IGP el futuro, añaden algunos de ellos, pasaría por integrar a más socios que decidiesen apostar por el territorio y la calidad.
En cuanto a reconocimientos internacionales destacan los 90 puntos Parker que obtuvo la Garnacha 2014 de Amprius Lagar y la Garnacha 2015 que obtuvo la Medalla de Oro MundusVini, conseguida en la cata de primavera del Gran Premio Internacional del Vino Mundus Vini de Alemania. Por su parte Catavinum World Wine Competition 2018 concedió a Bodegas Ignacio Guallart la Medalla de oro a su Garnacha Crianza 2015 y la Medalla de plata a su Garnacha 2017.