¿Cuándo y por qué llega este libro?
Comencé a trabajar en desarrollo rural allá por 1999. Mientras trabajaba Molinos
-en el grupo de desarrollo local- y vivía en Alcorisa hice el Diploma de Estudios Avanzados (DEA), el preámbulo a una tesis doctoral. Lo hice sobre despoblación y medio rural y a lo largo de los años he recopilado muchísimas anécdotas que me hacían pensar que lo que yo veo no se corresponde con el discurso imperante. La estructura de lo académico no me dejaba reflejar esta realidad como yo quería y opté por hacer un libro. Y, además, si todo el mundo escribe de despoblación, yo que lo he visto de primera mano, ¿por qué no?
El libro está plagado de historias y situaciones muy reconocibles. Es fácil sentirse identificado.
Creo que sí porque no aparece ningún sitio concreto ni personajes reales. He querido que lo pudiera leer alguien de aquí y de cualquier otro sitio del medio rural español y que se pudiera sentir identificado. Eso sí, todas las situaciones y anécdotas han sucedido. O a mí o han llegado a mí por mi trabajo. La única persona real es Luis Antonio Sáez. Es catedrático de la Universidad de Zaragoza e investigador del Centro de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales (CEDDAR). Tuvo a bien hacerme la introducción porque hubo gente relacionada con el mundo académico que no entendió la ironía.
Hay que leerlo sin prejuicios.
Exacto. Porque habla de jornadas, de técnicos y hasta de los periodistas.
Sí, sí, hay para todos.
Y también habla de la gente que nos hemos dedicado al desarrollo rural como yo mismo, que he trabajado en ello muchos años. Poner de subtítulo ‘Otro puñetero libro sobre la despoblación’ es una provocación más en relación al tema de las modas e ironizar con que casi hay más técnicos, jornadas, encuentros, libros, entrevistas y reportajes del medio rural que gente viviendo en él.
Abarca a personajes de todas las edades. ¿Ser profesor de Secundaria te ayuda con los jóvenes?
A los jóvenes no se les pregunta y siguen queriéndose ir. Emplean el discurso de que «aquí no hay de nada» en el sentido de «aquí no tengo un escaparate para ir a consumir todo el tiempo». Este libro trata sobre por qué estamos tan pocos y la solución pasa por tener a gente que se quiera quedar y, sobre todo, gente vinculada. Y si esos no se quieren quedar… Pues algo estamos haciendo mal. Las soluciones que se siguen dando son las mismas que ya se decían hace 50 ó 60 años. Hay mucha gente estudiando casos y los diagnósticos se siguen yendo al empleo y las infraestructuras que, siendo importantes, no son la causa de la despoblación. Tenemos mejores servicios que hace 30 años y somos menos. Algo pasa si no te quieres quedar.
¿Dónde ubicas el diagnóstico?
En el tema cultural, en la narrativa de la sociedad de consumo. ¿Cómo que no hay de nada en el pueblo? Hay de todo. En el libro hay personajes que no paran, tú vives en el medio rural y no paras y yo, lo mismo. Tanto, que a veces te vas a la ciudad a desconectar, a irte de bares y a no hacer nada. Esto, alguien con mentalidad urbana no se lo termina de creer porque sigue teniendo el lugar común de «me voy al pueblo para vivir con los pajaritos». ¿Qué me estás contando? El que va a labrar está trabajando sus horas como en todas partes.
¿Qué ofrece de diferente a todas las modas de literatura sobre el tema?
Una visión distinta. Quería huir de esos lugares comunes porque siempre encuentro en mismo discurso en lo que leo. O victimista por parte de los del medio rural -que también tenemos mucha parte de culpa de lo que nos pasa en algunos casos- o paternalista en el sentido de que todo nos lo tienen que dar hecho desde la ciudad. Somos subsidiarios del medio urbano y cada vez más. Para unos tenemos que ser el geriátrico, para otros, un parque temático porque todo hay que «ponerlo en valor» y que venga gente a vernos. Para otros somos objetivo de macroproyectos de lo que sea. Ahora veremos qué sucede con los aerogeneradores porque no hay una ordenación del territorio y eso hace que si tú no quieres el macroproyecto ya lo pondrán en el pueblo de al lado y te va a afectar igual. Es un discurso perverso, no hay un análisis más profundo ni a 30 años vista.
¿Ha cambiado el mensaje de salir del pueblo para prosperar?
No, y para uno que dice que se quiere quedar, ¿cuántos se quieren ir? El porcentaje es muy alto. Llevamos décadas viendo que el discurso dominante del triunfo es irte del pueblo y ahora resulta que hay muchos puestos de trabajo de alta cualificación en el medio rural que no se cubren. Ya vemos el conflicto por falta de médicos, maestros o ingenieros. Entonces, ¿en qué quedamos? La despoblación es un hecho cultural y esa es la raíz del problema. Está metida en nuestras cabezas, nuestros padres nos metían en vena que para ser no sé quién te tienes que ir pero puedes ser tú mismo en cualquier sitio.
¿Cómo ves el futuro?
No sé cuál es la solución. De seguir con la misma narración veo una tendencia hacia abajo en lo demográfico total. En menos de dos décadas nos daremos cuenta porque miraremos atrás y no veremos a nadie. Incluso a los partidos políticos que tenían algo que ofrecer les cuesta ya hacer las listas y eso pasará también en asociaciones y todos los ámbitos. Pero en el libro analizo el presente. Como licenciado en Historia podía haber hecho un análisis de las causas pero es que ya se han analizado por activa y por pasiva, y gente que escribe mejor que yo y que va a tener más repercusión que la que tenga yo.
¿Cómo ha sido el trabajo con el ilustrador alcorisano Abilio Andrés?
Le di unas pautas para la portada y lo ha reflejado genial. Aparece un niño con un móvil ‘pasando’ de lo que hay a su alrededor, se lo está perdiendo todo. Reflexiono en el libro acerca de que un joven de cualquier pueblo de cien habitantes que cada noche juega al Fortnite se parece más a otro de Ámsterdam que a mí cuando tenía su edad. En el mundo de la progresía solo vale lo actual y creo que hay cosas rescatables del pasado. De la ‘globalimbecilización’ también hablo.