El papel de las farmacias ubicadas en los municipios rurales va mucho más allá de la faceta médica. Los farmacéuticos que las regentan son definidos por el sector como «sensores sociales» al ejercer otras tantas tareas además de la dispensación de medicamentos: acompañan la soledad no deseada, son capaces de detectar problemas de salud mental y están formados para actuar ante casos de violencia de género, entre otras muchas labores.
Su papel es, por tanto, crucial para la población de estos municipios. Protegerlo es tarea de todos, y más teniendo en cuenta que el 76% de las farmacias ubicadas en micromunicipios rurales (de menos de 800 habitantes) se encuentra en situación de Viabilidad Económica Comprometida (VEC). Así lo afirma María José Villafranca, farmacéutica en Andorra y presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Teruel.
¿Conoce realmente la población todas las tareas que un farmacéutico realiza en el medio rural?
Hay quien pensará que solo dispensamos medicamentos, pero somos sensores sociales. Conocemos a nuestros pacientes hasta el punto que incluso sabemos detectar cuando una mujer podría estar sufriendo violencia de género. Lo mismo nos ocurre con quien sufre en cambio de soledad en su hogar, problemas de salud mental o tiene dificultades económicas para adquirir sus medicamentos. Nos hemos formado para actuar ante estos casos y podemos ayudar muchísimo a través de nuestra faceta social.
¿A qué dificultades se siguen enfrentando estas farmacias?
Debemos ofrecer los mismos servicios que una ciudad mientras luchamos por nuestra supervivencia. Tenemos que hacer grandes inversiones en ordenadores, lectores especiales o conexiones a internet en pueblos pequeños o con poca cobertura, pero nuestros ingresos únicamente se ciñen a los medicamentos que se dispensan. No podemos explorar otras vías extra que sí son viables en las farmacias ubicadas en capitales, como podría ser la dermocosmética. Es una lucha constante y en ocasiones hay quien no puede seguir.
¿Existe una falta de farmacéuticos que dificulte esta situación?
No es exactamente que haya una falta de especialistas, pero sí tenemos dificultad para contratar farmacéuticos que quieran venir a trabajar a nuestros pueblos. Aquí nuestros turnos cuentan con una alta rotación de guardias que no están remuneradas, por lo que si una farmacia no encuentra sustituto seguramente tenga que cerrar. Por eso yo siempre agradezco a los farmacéuticos jóvenes que apuestan por quedarse en el territorio para dar este servicio.
¿Cómo se podría combatir esta problemática?
Podemos dar mucho más como profesionales. Existen retos pendientes para mejorar los servicios que ofrecemos a la población, pero necesitamos colaboración para poder llevarlos a cabo y que sean remunerados. Otra solución sería implantar incentivos fiscales o para la contratación en estas zonas.
Otro handicap recurrente es el desabastecimiento de medicamentos. ¿Se ha acrecentado este año a raíz de la subida de los precios?
Sí, cada día que hacemos un pedido tenemos una lista de entre 60-70 medicamentos que no recibimos. Es un problema que tiene múltiples causas y muy difícil solución porque no depende de nosotros, sino en gran parte de los precios fijados que tenemos aquí en España. Son los más baratos de toda Europa, por lo que muchos laboratorios que fabrican medicamentos prefieren enviarlos primero al extranjero para recibir más ganancias.
¿Cuáles son sus retos pendientes?
Mejorar el sistema nacional de salud a través de nuestra colaboración es una de nuestras principales luchas. Queremos conseguir una práctica colaborativa con los hospitales. Actualmente hay ciertos medicamentos que únicamente pueden recogerse en estos centros, y varios pacientes con problemas crónicos sufren dificultades como las malas comunicaciones de la zona o bien no pueden desplazarse hasta ellos por sus propios medios. Si se nos integrara para hacer un equipo multidisciplinar a favor del paciente podríamos ser nosotros mismos quienes facilitáramos esos medicamentos en nuestra farmacia. También trabajamos para mejorar la digitalización de muchos de nuestros procesos como puede ser la tarjeta electrónica, mediante creemos se podría acercar todavía más la relación entre farmacéutico y médico y ofrecer así tratamientos más completos.
¿Sienten suficiente respaldo de las administraciones?
Existe concienciación, pero siempre falta un eslabón final, que es el de dedicar recursos y poner realmente en marcha las iniciativas de mejora. Las administraciones que más se implican son las locales porque saben lo importante que es tener una farmacia en un pueblo al ser un servicio esencial que fija población, pero estas tienen presupuestos mucho más limitados. Esa última labor deben ejercerla los de arriba y ahí el problema parece quedarse pequeño.
¿Qué papel ejerce el Colegio?
Somos un total de 217 profesionales adscritos y operamos en 105 farmacias. El fin último de todas nuestras propuestas es velar por la salud del paciente.
El gremio cumplió un papel clave durante la pandemia. ¿Qué ha perdurado de ello?
Hemos notado que desde entonces muchas más personas se acercan a nosotros. Pero lo que nos gustaría que hubiese perdurado es la asistencia domiciliaria que se nos permitió ejercer aquellos días llevando medicamentos a las casas de todas las personas vulnerables que no podían acudir a la farmacia. Recuperar este servicio es otro de nuestros objetivos.