Mª Luisa Grau desgrana las facetas de este artista multidisciplinar en el número 17 de la Revista de Andorra
Aunque se marchó pronto del Bajo Aragón, solo lo hizo físicamente porque Fernando Navarro nunca ha roto su vínculo con la tierra en la que nació. Vino al mundo en Andorra, en 1944. De ahí marchó a Albalate del Arzobispo y siendo todavía un niño se trasladó con su familia a Zaragoza, ciudad en la que reside.
Los lazos de infancia son fuertes y se estrecharon a raíz de la Bienal de Arte que organiza el Departamento de Cultura de la Comarca de Andorra-Sierra de Arcos. «Estoy de jurado desde la primera y eso me permite tener contacto con el territorio», explica. No solo eso, Fernando también ha colaborado con portadas y trabajos para distintas publicaciones. Tras más de 40 años de trayectoria artística, le ha llegado el momento de ser el protagonista.
Así lo creyeron en el Centro de Estudios de Andorra (CELAN) para su publicación anual y de ello se ha encargado Mª Luisa Grau. «Hace unos años me lo plantearon pero para eso tiene que haber una persona que haga la labor de estudio y recopilación y no es fácil», se sincera. «Apareció Mª Luisa y ha hecho un trabajo estupendo y la verdad es que estoy muy contento», añade.
La Revista de Andorra recoge en su edición número 17, un artículo dedicado a Fernando Navarro firmado por Mª Luisa Grau, una joven andorrana doctora en Arte y conservadora del Museo Pablo Serrano de Zaragoza. Es mucho más que un artículo, pues a lo largo de una treintena de páginas, realiza un exhaustivo repaso a toda la carrera de Navarro, un artista que «toca todos los palos». Esta investigación se transformó en diálogo en la presentación de la revista, un acto que se desarrolló en la Casa de Cultura y que contó con la presencia de Navarro y de Grau quienes protagonizaron una charla de cara al público.
Navarro continúa trabajando. No ha dejado la escultura aunque reconoce que no la practica tanto como antes, y siempre tiene algunos collages entre manos. «Todos los días voy al estudio y trabajo, parece que se va a terminar la inspiración pero, de momento, ahí sigue», explica risueño. Está inmerso en pintura sobre papel y collages, «en una serie… Hago muchas series».
Ligado a Andorra, Albalate, Calaceite
Desde Zaragoza otea el panorama. «Se van haciendo cosas, hay varias galerías que funcionan bien, el IAACC Pablo Serrano ha influido para que se mueva un poco el panorama», dice. «No es como en los 70, cuando había un bullir cultural impresionante, incluso a veces se solapaban inauguraciones».
No solo Zaragoza y la comarca andorrana están en su punto de mira. También Calaceite. Allí tiene una casa desde los años 90 donde pasa varios meses del año. Vivió la época dorada de la localidad que tenía a Noesis por bandera. «Me involucré mucho, incluso fui vocal de la junta. Esos veranos eran impresionantes porque Noesis se ocupaba de traer becados a artistas de todo el mundo», explica.
Entonces, hasta que adquirió la suya, se alojaba en una casa prestada por la familia Buñuel y que aún conservan. En la plaza de los Artistas hay una escultura de Navarro. Una que recuerda a la llamada «Amanecer», una impresionante pieza que preside la rotonda de Los Enlaces en Zaragoza. «Es como mi emblema, todo el mundo me conoce por ella… ¡Menos mal que la hice!», ríe. No ha hecho mucha obra pública pero la que ha hecho, «ha sido certera». De hecho, en la Glorieta de Valencia de Alcañiz también está su huella en una pieza de hierro oxidado.
Cuenta en su haber con premios como el San Jorge y el de Isabel de Portugal pero lo destacable es que ha jalonado una extensa y productiva carrera que se puede medir en el número de muestras, -calcula que unas 150 colectivas y unas 35 individuales-, y en los espacios. Sitios tan espectaculares como la Lonja o el Palacio de Montemuzo han arropado sus obras.