Bajoaragoneses por el Mundo: Hace cuatro meses, Ignacio Alcalá aterrizó en Manila con varios planes y objetivos
Aprender en serio inglés. Ese es uno de los motivos que llevó a Ignacio a poner rumbo a Filipinas. «Sí, en este país tienen un nivel de inglés muy alto», dice. Lo explica sonriendo porque sabe que esta afirmación siempre despierta sorpresa. «Barajé Australia, Hong Kong o Yakarta pero Filipinas era la mejor opción porque además era el país más económico», continúa. «Estamos unos cuantos… Hay madrileños, vascos y algún salmantino que también están con el idioma», argumenta.
Cuando en España arranca el día, Ignacio está iniciando la tarde. Él y Neus, porque el de Calaceite no está solo. De hecho, su pareja fue determinante para dar el paso y tomar ese avión que les dejó en Manila el 8 de febrero. «Después de poco más de un año juntos nos atraía la idea de vivir una experiencia así los dos. Además, ella ya había vivido en Australia y sabe inglés, así que, no tenía excusa», ríe. Pero aprender el idioma no es lo único. Ignacio se dedica a la hostelería, un sector que le corre por las venas por tradición familiar.
Se crió entre los fogones de la Fonda Alcalá y en ello se formó. Primero en el IES Matarraña de Valderrobres y después en la Escuela de Hostelería de Teruel. Desde ese momento hasta ahora, Ignacio no ha parado de trabajar. Sabe lo que es estar en un restaurante Estrella Michelín, poner en marcha un gastrobar en Cataluña o moverse entre las cocinas del Celler de Can Roca, hasta trabajar al amparo de la Expo de Zaragoza y, desde luego, llevar el negocio familiar. Esta opción sigue en el horizonte.
«Después de 13 años en Barcelona y un par en el pueblo, quería salir y ver otras formas de cocinar. A Filipinas me vine con contacto de trabajo», dice. «Todo lo que aprenda, vea y experimente será positivo para el futuro en el que, desde luego, Calaceite está muy presente», añade. «Un pulpo o unos callos se pueden reinterpretar de muchas formas y sin perder de vista el gusto tradicional», dice.
Aprender de todo
Después de un mes viajando y recorriendo el país, el segundo lo dedicaron a tomar clases de inglés por las mañanas y a conocer la zona por las tardes y fines de semana.
Hace unas semanas, Ignacio inició su etapa laboral. En su nueva aventura está al cargo de la coordinación de 17 personas en «Las flores», uno de los seis establecimientos que «Bistronomia. F&B Experience», una cadena de comida española, tiene en el país. Todos, enfocados a la llamada «spanish food» pero cada uno, especializado en un concepto distinto como tapas, paellas e incluso churrería y todos, con una cuidada carta y ambiente. «Todo muy moderno, como gusta a los filipinos, algo que se ve, sobre todo, en Manila».
La pareja se ha encontrado con una ciudad muy «a la última», aunque también con contrastes demasiado llamativos. «Puedes ver un Aston Martin parado en un semáforo y al lado, una familia durmiendo en la calle», añade. Debido precisamente a ese «estar a la última», Manila precisa de gente con titulaciones, métodos de trabajo y constancia. «La gente local que me he encontrado es muy trabajadora pero es cierto que carecen de un sistema más disciplinado por así decirlo».
Ignacio confiesa que es «feliz». Mira atrás satisfecho de que todo ha merecido la pena y afronta el futuro ilusionado. Acaba de llegar pero estima que al menos «un par de años» se ve en Filipinas y, a poder ser, conociendo los países de alrededor. Todo, con el fin de conocer culturas a través de su cocina, aprender y seguir creciendo personal y profesionalmente.
Carlos Rallo Badet dice
Mira’l com xale!!