En 2007, el consistorio de Caspe fue consciente de que la Tumba de Miralpeix, un edificio de carácter funerario del siglo II, estaba sufriendo el desplazamiento de su bóveda, lo que posteriormente daría lugar a que se desplomase. Fue justo entonces cuando avisaron al arquitecto municipal, Miguel Ángel Laguéns, para que llevase a cabo el importante proyecto de devolverle la estabilidad y «la dignidad» al mausoleo romano. Así lo explicó Laguéns en una conferencia este viernes en el Castillo del Compromiso en la que compartió micrófono con el historiador Nicolás Bordonaba.
De este modo, tal y como explicó el arquitecto, se decidió darle la vuelta al mausoleo y desplazarlo ligeramente, para que recobrase presencia y para evitar la humedad que le estaba llegando. Las más de 200 piezas, de unas 3 toneladas en total, fueron desmontadas una a una para volverlas a cuadrar posteriormente. Asimismo, se trabajó sobre las juntas que las une y se cubrió la bóveda con una fina capa de mortero de cal, «porque esa estructura no estaba hecha en sus orígenes para que estuviera en contacto directo con el exterior, por lo que se estaba deteriorando», explicó el arquitecto en la conferencia.
Esta actuación supuso un «compromiso social» por la importancia de esta Tumba en la localidad y lo que significa para la historia de Caspe. Asimismo, según se recordó en la conferencia , la conservación del patrimonio en esta localidad es actualmente un recurso potencial del municipio, por lo que «era una actuación delicada pero fundamental«, señaló Laguéns.
Importancia histórica de la Tumba de Miralpeix
La Tumba de Miralpeix, el Mausoleo de Fabara y los restos del Mausoleo de Chiprana forman parte de un conjunto monumental único en Europa Occidental de origen romano. Detrás de esas construcciones que hoy se ven, queda la historia de una sociedad romana rica e importante que se trasladó hasta este territorio para asentarse. Aquí tenían sus tierras y sus villas y, por los restos arquitectónicos de carácter fúnebre, «parece que también venían aquí a morir», indicó Nicolás Bordonaba, el historiador encargado de poner el contexto y trasladar al pasado a los asistentes de la conferencia del viernes. Con esa charla se buscó el objetivo de que el público valore más la importancia de estos monumentos.
Esta gente que precedió a los vecinos actuales del Bajo Aragón-Caspe habitó aquí durante alrededor de tres siglos. «De ahí ha quedado el amor por las huertas al lado del río Ebro y la costumbre de asentar las viviendas ahí», explicó Bordonaba. Esta tendencia se daba en Caspe hasta la construcción del pantano de Mequinenza el pasado siglo. De hecho, el Caspe inicial era un conjunto de villas instaladas a las orillas del Ebro con grandes fincas que les dieron riquezas a sus propietarios romanos. Esa riqueza, principalmente de las cosechas de cereal, les permitió, posteriormente, construirse monumentos fúnebres. «Todo eso lo sabemos por las tumbas, ya que las villas quedaron muy destruidas», indicó el historiador ante la atención de un salón del Castillo del Compromiso abarrotado.
tumba dice
Viendo que la Tumba de Miralpeix es portátil, habría que ir llevándola de casa en casa cada semana como al San Antonio.