Normalizar el uso de la jota y utilizarla para favorecer el control de emociones como la vergüenza y el miedo escénico. Estas fueron algunas de las conclusiones que se obtuvieron tras una experiencia con alumnos de Educación Infantil de la Universidad Rovira i Virgili. Detrás de esta iniciativa está la musicóloga y profesora adjunta del centro educativo tarraconense, Margarita Celma. La valderrobrense publicó hace varias semanas un estudio en el que trabajó con el bailarín, coreógrafo y jotero aragonés Miguel Ángel Berna. El trabajo lleva como nombre ‘El baile y la jota: una experiencia pionera en la enseñanza musical universitaria’ e incluye en el título el nombre del célebre bailarín.
De este modo los alumnos universitarios y futuros profesores y maestros de música aprendieron cómo los distintos acordes, ritmos y movimientos de la jota pueden servir para transmitir conocimientos musicales a sus futuros alumnos de Infantil y Primaria. Sin embargo, las conclusiones de esta iniciativa apuntan a que la jota no solo puede ser un vehículo para el aprendizaje musical, si no para muchas más facetas. «Es un arte que cada vez es menos habitual de forma espontánea. Y lo cierto es que la jota ha formado y forma parte de nuestra sociedad, a la hora de cantar, de movernos y de transmitirnos incluso seguridad y esto es parte de lo que hemos querido plasmar», explicó la profesora Margarita Celma.

Pese a que el protagonista fue el bailarín aragonés, el estudio contempla a la jota como baile global, no solo aragonés. «Tenemos muchas jotas en España. La más conocida sin duda es la aragonesa, pero también hay jotas en La Mancha, en Navarra y en el sur de Cataluña. De hecho dentro de Aragón hay muchas variantes aunque en los últimos años se están perdiendo», añadió Celma. La clase impartida por Miguel Ángel Berna en el Campus Terres de l‟Ebre fue, explicaron, «todo un éxito» como experiencia didáctica y profesional, tanto en el aspecto educativo como en el humano, teniendo en cuenta los aprendizajes adquiridos, la opinión y percepción del alumnado. El trabajo puede, asimismo, consultarse en la revista Sinfonía Virtual donde fue publicado.
La experiencia, pionera en el ámbito universitario, se llevó a cabo en 2019. Otra de las importantes conclusiones que se obtuvieron durante la elaboración de este material fue que la jota permite introducir esta actividad dentro de la programación del currículo de Infantil y Primaria. «Creemos que las experiencias con el baile y canto tradicional de la jota pueden llevarse a cabo en la escuela dentro de un marco oficial y ser un interesante motivo para acercarnos a nuestras tradiciones, cultura, patrimonio y
formas de entender la vida e historia de los humanos. Se puede trabajar desde la clase de música o desde otra perspectiva interdisciplinar en el centro educativo», subrayó Celma, quien apuntó a la «versatilidad» que ofrece este baile y las posibilidades de fusión con tendencias más modernas. Puso sin ir más lejos como ejemplo a Berna, quien desde la jota es capaz de crear coreografías innovadoras y creaciones muy vanguardistas sin perder de vista a la tradición. «Ejemplos similares los tenemos en otras músicas tradicionales como el flamenco, que se supieron abrir a nuevas tendencias y que son mundialmente conocidas», añadió Celma.