Raja Archad llegó a Caspe desde Punjab, una comunidad al sur de Paquistán, hace 18 años. «Algunos vecinos en Paquistán me recomendaron venir a Caspe porque la gente es muy hospitalaria y hay faena todo el año», explica.
Padre de tres hijos, decidió venir a vivir a Caspe con su familia hace 18 años. Todo desde entonces ha sido positivo para esta familia paquistaní, hasta ayer. «Me llamó un amigo y cuando me lo contó no me lo podía creer», asegura Archad con la voz entrecortada.
Tres de sus amigos perdían la vida tras sufrir un choque frontal la furgoneta en la que viajaban con un tractor agrícola; otros tres permanecen ingresados en estado grave en el Hospital Universitario Miguel Servet y los dos restantes se encuentran afortunadamente, nos dice, en buen estado. «Todo pasó muy rápido y algunos se despertaron en el hospital si saber qué les había sucedido a sus compañeros», recuerda.
Raja insiste en que se trató de un golpe de mala suerte, porque el conductor había hecho muchas veces ese recorrido y conocía bien esa curva de la A-230. «Es un tramo peligroso donde ya se habían producido otros accidentes. El conductor no iba rápido y había hecho ese recorrido con niebla y lluvia y nunca pasó nada», insiste.
Una tragedia que deja a jóvenes huérfanos
Raja cuenta que los tres hombres fallecidos, de en torno a los 50 años de edad, han dejado huérfanos a jóvenes y viudas a mujeres, familias que se sustentaban con el sueldo que ellos traían a casa. «El hijo de uno de los fallecidos había venido a Caspe hace un mes a trabajar con su padre y poder enviar el dinero que ganase a su familia en Paquistán. Llevaba una semana de baja sino ayer habría ido también en esa furgoneta», dice.
Otro de los fallecidos, explica Raja Archad, trabajaba para mantener a su humilde familia y enviaba mensualmente una paga a Paquistán y el tercero, con tres hijos veinteañeros, vivía en Caspe con su mujer e hijos que, en el momento del accidente, estaban de vacaciones en su país. «Hay familias enteras destrozadas, que no saben qué va a ser de su futuro y necesitan apoyo y ayuda inmediata», reconoce Archad.
En la finca agrícola a donde ayer se dirigían estos ocho trabajadores están también muy afectados Raja ha hablado con Manuel, el propietario, para el que lleva trabajando más de diez años. «Está muy triste y me ha dicho que contemos con él para lo que necesitemos», cuenta.
En Punyab, una comunidad al sur de Paquistán similar en tamaño a Aragón y de donde son algunos de los fallecidos y heridos también guardan luto. La comunidad paquistaní de Caspe, que conforman cerca de 500 personas, ha conseguido el dinero para poder repatriar los cuerpos de los fallecidos y poder enterrarlos en su país por el rito musulmán, religión que profesan en su mayoría.
Mientras permanecen al lado de los heridos y esperan su pronta recuperación. «No podemos olvidar pero con el apoyo que estamos recibiendo de los caspolinos estamos seguros que poco a poco saldremos adelante», confía Archad.