Las escasas precipitaciones y las heladas tardías mermaron la producción en la campaña pasada
La sensación de incertidumbre se ha instalado en los agricultores bajoaragoneses en los últimos años. Afrontan con optimismo la campaña de la almendra para este año, pero siempre con la mirada puesta en el cielo. La acuciante sequía de los últimos tiempos y los cambios bruscos en la climatología provocan que sea muy complicado realizar unas estimaciones productivas a cuatro o cinco meses vista. Con todo, la temporada ha comenzado bien, dentro de los planes de los agricultores. Las últimas precipitaciones, ya sea en forma de lluvia o de nieve, han dejado a los campos con buena humedad y este invierno ha sido algo más regular que el pasado, cuando las altas temperaturas dieron paso a heladas que mermaron la producción en muchos de los campos.
Por el momento son algunos los campos que ya lucen con sus árboles en flor, aunque no la gran mayoría. Sobre todo los almendros de largueta y marcona, las variedades de almendra más comunes en el territorio, todavía no han florecido en su totalidad, algo que da esperanza a los agricultores de cara a esta temporada. Esto quiere decir que si vienen heladas en los próximos meses, los problemas podrían no ser tan grandes como el pasado año. «Estamos en un momento clave, porque ahora las heladas pueden marcar cómo puede avanzar la temporada. Pero bueno, afrontamos la nueva campaña con optimismo aunque con inquietud, porque no sabemos lo que puede pasar en los próximos días», dice Santiago Izquierdo, gerente de la Cooperativa Frutos Secos de Alcañiz.
La temporada de la almendra en el año 2017 se cerró con un rendimiento más bajo de lo esperado, ya que las primeras previsiones hablaban de un rendimiento cercano a las 16.000 toneladas de almendra pepita en Aragón, aunque finalmente, tras la acuciante sequía, se cerró en torno a las 14.000. «El sector, sobre todo el de secano, está en una situación problemática. Los problemas más importantes, hoy en día, tienen que ver con las heladas, la sequía y la bajada de los precios», comenta Bernardo Funes, responsable de frutos secos del sindicato UAGA.
El año 2017 comenzó con buenas previsiones para los agricultores del territorio, pero pronto llegaron las malas noticias. El invierno comenzó con temperaturas atípicas, más calurosas de lo normal, con lo que la floración se adelantó y a finales de febrero la mayoría de los almendros ya estaban en flor. «Las heladas, sobre todo en gran parte del Bajo Aragón, del mes de marzo y abril hicieron mucho daño en los campos. La producción mermó considerablemente», explica Funes. «La previsión a principios de temporada era bastante buena, pero tuvimos una primavera en la que no llovió nada y eso mermó la producción», comenta Santiago Izquierdo.
Pero no fue este el único problema, porque los siguientes meses fueron de auténtico caos para los campos, sobre todo los que son de secano. Cabe destacar que en Aragón existen alrededor de 70.000 hectáreas de cultivo dedicadas a la almendra (unas 35.000 en el Bajo Aragón Histórico) y de ellas, el 85% son de secano y el resto de regadío.
Fueron muchos los meses en los que no cayó ni una sola gota, algo que redujo de una manera «brutal» el crecimiento del fruto y, en consecuencia, el rendimiento final de los almendros. «Estuvimos cerca de seis meses sin que lloviera y eso, fue muy malo para los campos. Se redujo la producción de almendra, pero también afecto a la oliva», indica Funes, quien también señala que la falta de agua en los campos tiene otros efectos sobre los árboles. «Muchos de ellos, ante la falta de precipitaciones, sufren muchísimo, porque se acaban secando…».
Y esto, unido a la falta de relevo generacional en los campos bajoaragoneses, puede influir de gran manera en las futuras producciones. Para Funes, es necesario un plan de «reestructuración» agraria que ayude a que los agricultores puedan realizar un relevo generacional en sus campos. El problema es que «las instituciones no acaban de dar el empujón necesario que necesitamos».
Desde UAGA también ponen el foco en la necesidad de tener acceso a unos seguros agrarios que puedan garantizar ayudas sostenibles para los agricultores. «Tendría que ser una herramienta útil para nosotros, pero ahora mismo el 90% de los seguros son residuales. No facilitan nada las cosas. Nos cuesta mucho contratar y pagar las pólizas y a la hora de la verdad, las ayudas son insuficientes», explica Bernardo Funes.
La bajada de precios, otro problema
Pero la acuciante sequía y las heladas no han sido los únicos problemas para la agricultura de almendra durante la pasada temporada, la caída de los precios ha sido otro quebradero de cabeza para los agricultores. «Lo que no acabamos de entender es que mucha de la almendra que hay en España viene de California, porque se importa mucho. Hasta aquí todo bien, pero luego se transforma e incluso se vuelve a exportar al exterior. Esto no es normal, hay gente que está haciendo negocio y nosotros somos los paganos», lamenta Bernardo Funes, que cifra la baja de los precios durante el pasado año 2017 en un «30-40%» respecto a temporadas anteriores.
Y es que después de dos años malos para la producción de almendra en California debido a la sequía, los americanos han vuelto a ser los grandes líderes del sector. Con una producción cercana a las 900.000 toneladas, son los que más almendra producen. En España, las cifras hablan de unas 55.000 de almendra pepita. «En estos momentos hay un exceso de importación en España y habrá que ver cómo se afronta esta situación en el futuro», Funes se refiere a los campos de regadío que en un plazo de tres o cuatro años comenzarán a producir. «Cuando entren en funcionamiento en España nos iremos hasta las 100.000 toneladas de almendra. Por tanto, si no se limitan las importaciones, nos encontraremos en una situación complicada».
Si el problema de la almendra es el precio, es que no sabemos de qué va esto.