Casi 2.000 personas, según la organización, acudieron a la tercera edición de la feria portillense
Flores, semillas, aperos y olor a tierra y a huerto. Dos millares de personas se acercaron ayer a la III edición de la Feria del Huerto y el Jardín de la Portellada. Las calles de la localidad acogieron hasta 32 stands en los que se ofreció plantero de distintas variedades hortofrutícolas, semilleros, flores para jardinería y gastronomía y artesanía locales que aportaron un llamativo colorido a la localidad.
Pese a que el día amaneció algo fresco, la inmejorable temperatura durante las horas centrales del día ayudó a que se batiesen records de asistencia durante todo el día. La jornada comenzó con un taller de manualidades infantil y sobre las 11.00 horas se abrió el recinto ferial.
Ya por la tarde los vecinos participaron en una gran comida popular y los más pequeños pudieron disfrutar de la actuación de Don Cucharón. La clausura corrió a cargo de la Banda Comarcal San Antón que actuó en la plaza del Ayuntamiento. Sin embargo las actividades previas comenzaron ya el domingo con un taller de elaboración de buñuelos de Santa Águeda, una cata de vinos y una cena de morral. «La gente ha acudido y esperemos que la feria se consolide. Además todo lleva un trabajo que requiere mucha colaboración y todo ha sido posible gracias a los vecinos», afirmó Alfonso Guardia, alcalde de La Portellada.
El parque infantil fue otro de los puntos neurálgicos de la feria con la escenificación sobre el huerto y los animales domésticos a cargo de la Asociación de Pensionistas. Allí se exhibieron cabras, ovejas, cerdos y un burro que hicieron las delicias de los más pequeños y de muchos adultos que recordaron los tiempos en los que practicamente cada hogar contaba con alguno de estos animales. También fueron varios los vecinos los que se animaron a sacar varios artilugios, del mismo modo en desuso, para exhibirlos. «Este molinete de los años «40, lo he visto funcionar toda la vida y se empleaba para moler el grano de forma manual y obtener harina», explicó Antonio Guardia, quien junto a Ecequiel Micolau y Victoriano Anglés, vecinos de la localidad, mostraron a los visitantes cómo se molía además el maíz y la remolacha.
Junto a ellos las mujeres del pueblo prepararon «crespells» y potaje ataviadas con ropa de época y a pocos metros un antiguo carro, con su correspondiente matrícula, hizo recordar, no con poca nostalgia, la abundancia de carros que poblaban la localidad hasta hace tan solo dos décadas.
Una de las novedades fue la Exposición Sobre Plantas Medicinales y Flores Secas que contó con numerosas donaciones además de con unos textos en los que una vecina de la localidad, que ahora contaría con más de cien años, recopiló hace décadas las propiedades de multitud de hiervas silvestres. «La gente del pueblo nos ha pasado recetas con y distintos remedios que se utilizaban antaño y los hemos recopilado en esta muestra», explicó Gloria Serrat, una de las organizadoras de la exposición.
Además hubo intercambio de semillas en el stand de la Red de Semillas de Aragón, así como reparto de plantero de tomate y semillas de calabaza. Del mismo modo se organizó un concurso para engalanar los balcones y calles de la localidad.
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