Antonio Sánchez, más conocido en Alacón como Mosén Antonio, aguarda centenares de anécdotas que relata bien contento a quien le pregunta. A sus 92 años, se retiró a inicios de mes de su ocupación como cura después de más de 30 años como titular de la parroquia de esta localidad de la Comarca de Andorra-Sierra de Arcos. Según explica, se jubila «por obediencia». «Si por mí fuera hubiera seguido en tajo hasta el final total», confiesa risueño. En su última misa estuvo acompañado por el actual Obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué. No obstante, Mosén Antonio no quiere concederle demasiada importancia. «No me gustan los homenajes. Las cosas se hacen porque hay que hacerlas, ¿sabe?», me interpela.
Natural de Oliete y compañero de colegio del pintor Alejandro Cañada, del seminario de Alcorisa se trasladó a Zaragoza, donde estudió tres años Filosofía y cuatro Teología. Ordenado como sacerdote en 1956 por Don Casimiro Morcillo, decidió que su destino debía ser la provincia de Teruel, que había quedado muy afectada por la Guerra Civil Española. «Tras la guerra estaba todo devastado. Me acuerdo como si fuera ahora de cuando se quemaban en la puerta de la Iglesia los libros, se destruían las obras de arte, cálices, libros de historia… Y en la puerta del Ayuntamiento quemaban todo lo del juzgado. En los pueblos muchos monumentos importantes fueron destruidos», rememora. Sus recuerdos son aún vívidos: «En mi pueblo el Altar Mayor era la carnicería, se rollaba yeso con una caballería y un rulo debajo del coro, en las capillas se recogían productos con las cartillas…».
Además de oficiar misa y acercar a la comunidad la palabra de Dios, en plena posguerra había también otras necesidades, como la de reparar y volver a dignificar los templos. «He restaurado al menos ocho iglesias, además de ermitas y torres», explica. Mosén Antonio se ocupó durante décadas de promover y buscar la financiación para acometer los trabajos de restauración y adecuación necesarios en cada uno de los municipios en los que ha estado. Destaca precisamente el paulatino arreglo de la Iglesia de Alacón, encomendada a Nuestra Señora de la Asunción y muy condicionada por las decenas de bodegas sobre las que fue construida. En algunas de esas restauraciones también Mosén Antonio ejerció de peón, pues no dudó en ponerse manos a la obra cuando la situación lo requería.
El cambio de sociedad y los avances que España ha experimentado en las últimas décadas son para este párroco algo «muy positivo». Destaca su papel como cura vinculado siempre al entorno rural: «He tenido opciones de irme a sitios aparentemente mejores, pero me he quedado en Alacón, porque aquí he sido uno más». No obstante, pone de manifiesto la actual falta de párrocos, algo que ha marcado su ejercicio durante los últimos años, llegando a recorrer 110 kilómetros en cada servicio religioso. «Cuando fallecía un compañero los pueblos nos los adjudicaban y suponía una tarea mayor», recuerda. De hecho, este ha sido uno de los motivos por los que renunció a jubilarse: «Si me he mantenido en Alacón ha sido por no darle mis tres pueblos al de Muniesa, porque él llevaba 8 y si le daba los míos eran 11». No obstante, ahora no queda más remedio.