¿Cuál es su historia con La Codoñera?
Vivo aquí desde que me casé hace 19 años, pero soy de Belmonte de San José, y sigo yendo mucho a ver a la familia.
Además, está de moda Belmonte...
¡Claro!, con una película y todo en rodaje. Habrá que ir a verla, deseando estamos.
Y hay hermandad entre pueblos con la actuación en una secuencia de Arril Codoñerano, por ejemplo.
Yo no salgo pero mi marido, que es concejal además, sí subió a tocar la guitarra.
¿Su marido también es concejal?
(Ríe) Estamos los dos. En la anterior legislatura fue teniente de alcalde; yo solo estuve como concejal de Cultura y ahora en alcaldía.
Nada de esto le coge de nuevas.
No, pero el panorama cambia de ser concejal a ser alcaldesa. Antes de estos cuatro últimos años yo no había tenido ningún contacto con la política.
¿Y cómo surgió su entrada?
Mi marido ya había estado más veces y necesitaban gente. Nos metimos nosotros dos y otro amigo de la peña -somos de Lo Raspall-, y ahí estamos de momento cuatro años.
¿En qué trabaja y cómo compagina?
Soy auxiliar de farmacia en el pueblo por las tardes y las mañanas las puedo dedicar al Ayuntamiento.
¿Y el tiempo libre a qué lo dedica?
Me gusta mucho el huerto.
¿Para ir a mirar o a doblar el lomo?
¡No, no, nada de ir a mirar! Eso es trabajo mío: yo planto, yo cojo, yo lo arreglo… Yo todo.
¿De dónde le viene?
Pues ya desde cría, que bajaba con los abuelos. Y cuando me casé iba a ayudar a mi suegro porque enfermó y no podía él. He seguido y reconozco que la verdura de casa es más buena que la de compra.
¡Y tanto! Y más si las pone y trabaja una misma, que saben todavía mejor.
(Ríe) Sí, sí… Pues a eso sobre todo es a lo que dedico el tiempo libre. Aparte, voy a clases de adultos a Inglés y a aerobic.
Los huertos coparon parte del debate de los permisos en el confinamiento. ¡Menudo enfado!
¡Es que fíjate! Se echaba todo a perder porque no dejaban ir a coger. Es fácil hacer leyes desde un despacho en Madrid pero la vida en los pueblos es muy diferente. Si aquí casi tienes que ir a buscar a la gente para encontrarte con alguien.
Un huerto requiere de atenciones, y va bien para trabajar otras cualidades que aplicar en su vida como la paciencia, por ejemplo.
Totalmente, y paciencia tienes que tener en el huerto y en el ayuntamiento.
Son muchos los que dicen que todo el mundo debería pasar por el Ayuntamiento. ¿Lo comparte?
Sí, sin duda, aunque fuera medio año, pero sabrían lo que cuesta sacar las cosas.
¿Cómo lleva tomar el relevo de cinco legislaturas con la misma alcaldesa?
La verdad es que te marca un poco. Estos cuatros años ella (Mª José Gascón) me ha enseñado muchas cosas para continuar con su labor, pero es imposible seguir un legado porque cada persona tiene su carácter y forma de actuar.
¿Y en casa cómo se lo tomaron?
Mis padres casi me dieron el pésame (ríe). Me decían que me asegurara bien, con lo tranquila que podía estar con mi vida. Es normal, pero ya no me dicen nada, ahora ya bien. Al fin y al cabo es algo pasajero, así me lo tomo yo. Si no funciona, pues a otra cosa. Pienso que no puedes estar en un sitio mucho tiempo porque la gente se cansa. Con cuatro años de concejal y cuatro de alcaldesa, creo que ya he cumplido (ríe).
Se cansan ustedes y la gente.
Cada uno tiene su pensamiento y su forma de trabajar y cada cierto tiempo hace falta savia nueva. Lo que pasa es que los jóvenes no sé si están mucho por la labor. Aunque eso también llegará porque si no hay gente, alguien se tiene que implicar para que salgan las cosas. Y si no, como en Monroyo pasará, que eso sí que ha sido algo… La gente se cansa, y es un trabajo que no es muy agradecido, aunque tampoco nadie tiene que reconocerte nada. También es verdad que ya entras sabiendo todo esto, sólo hay que tenerlo claro.