La búsqueda de la ‘eterna primavera’ continúa llevando, al igual que hace siglos, a los pastores del Maestrazgo a realizar cientos de kilómetros con su ganado para garantizar pasto natural de calidad y temperaturas agradables. Con la llegada del verano, los ganaderos de ovino y sus animales, comienzan a llegar a las masías de Cantavieja, de las que se fueron con la llegada del invierno. Sin embargo, tras un duro camino, al llegar, se encuentran con prados asolados por la sequía. El rebaño de Gonzalo Gargallo, al llegar al Mas de Altaba, al igual que sus vecinos Eduardo y Salvador Altaba en el Rayo, ven que no hay pastos, y que la situación está «igual» o «peor» que en octubre cuando marcharon. Los pastores, positivos pero realistas, quieren confiar en las últimas lluvias, porque son conscientes del gasto que supondrá tener que comprar el alimento necesario y la escasez que habrá.
Gonzalo y sus 524 ovejas segureñas y de diversas razas, han llegado a su destino tras cuatro etapas desde San Rafael del Rio, parando en Chert, Cati y Vilafranca hasta la masía de Cantavieja. El pastor y jotero, siempre ha realizado la trashumancia, pero en décadas, nunca ha visto esta situación: «En invierno eres consciente de que hay que estabularlas y el coste que supone, pero las cuentas no salen si hay que comprar alimento todo el año. Católicos no somos, pero intentamos confiar en que se noten las lluvias». En su caso, llevar a cabo la travesía andando, lo considera la única forma «viable» de hacer el traslado, ya que en camiones supondría un coste de más de dos mil euros, además del personal necesario para cargarlas, corriendo el riesgo también de que se hicieran daño e incluso abortarse de los golpes.
El mismo camino por veredas y cañadas hicieron pocos días antes los hermanos Salvador y Eduardo Altaba, quienes hicieron una ruta de 97 kilómetros para asegurar a su rebaño de 800 ovejas de raza cartera buenos pastos naturales. Los animales partieron desde Traiguera hasta llegar a la Masía El Rayo, a 1800 metros de altitud, en una ruta de cuatro días donde los animales han aprovechado las noches para descansar y repostar en refugios. Altaba, de 60 años, lleva trashumando desde los 21, ahora, en la masía, él y sus ovejas, ya descansados, disfrutan de las primeras lluvias.
Los tres pastores hacen frente a una larga y compleja travesía, pero son conscientes de que es la única forma de garantizar el bienestar a sus animales y, solo por ello, vale la pena. Con ese objetivo, realizan sin falta la trashumancia dos veces al año, ahora, al comenzar el verano, y en octubre después del Pilar, cuando el frío vuelve a la montaña. A pesar de que consideren esta tradición ancestral la mejor opción, saben muy bien sus impedimentos. Entre los mayores problemas, la exposición a la climatología, con frío, tormenta, lluvia o, por el contrario, exceso de calor. También afecta el tráfico de las carreteras, aunque Gargallo asegura que la Guardia Civil «echa una mano». Se suma también las largas noches en refugios o el riesgo de que algún animal se haga daño.
Además, en esta ocasión, se ha añadido la falta de pastos durante la trayectoria, que ha hecho que los animales se cansaran más durante el camino. Sin embargo, los ganaderos coinciden en que no es un problema guiarlas: «Es un animal muy inteligente, se conocen el recorrido y ellas mismas cuando notan que cambia el tiempo hacen intención de emprender el camino, además los perros ayudan mucho», explica Gargallo.
«Se ha triplicado el coste de la paja, y continuará subiendo porque estará más escaso»
Gonzalo Gargallo. Pastor y jotero
Pese a ello, solo esperan que el esfuerzo haya valido la pena, porque reconocen que da tristeza volver a pisar las tierras y ver el estado en el que se encuentran, lamenta Gargallo: «Tendremos que comprar paja y complementarla con forraje, alfalfa, avenas, tacos y maíz, ya se ha triplicado el coste y no queremos ni imaginar el precio al que estará si continúa así, hay poca oferta y mucha demanda».
Ningún método ancestral es fácil de preservar, y menos en un sector tan azotado como la ganadería. Sin embargo, mirando siempre a la calidad de sus animales y la viabilidad de su negocio, una resistencia de pastores continua con esta práctica heredada de la tradición nómada, declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial, y convertida ahora incluso en un reclamo turístico. Todo ello para contribuir en conservar una herencia del Maestrazgo cada vez más minoritaria.