Silencio, confinamiento y un gran civismo. Esta es la tónica que impera en las localidades de pequeño y mediano tamaño del medio rural bajoaragonés. Los vecinos se cuidan y protegen unos a otros muy conscientes del enorme riesgo para toda la población que supondría el contagio y lo rápido que podría propagarse. Es el caso de Beceite, donde ha desaparecido el ruido del tráfico rodado que suele ir asociado a los turistas y a los vecinos que bajan a Valderrobres a ver a sus familiares y a ir de compras. Tampoco se ve ni una sola mochila ni a gente con ropa deportiva. Solo el rugido de fondo de un río Matarraña crecido estos días rompe el silencio que impera en la localidad y que solo se altera cuando el alguacil lanza una jota por megafonía y pregona. A pesar de que los agricultores y ganaderos continúan llevando a cabo sus labores, lo cierto es que se oyen menos tractores. De vez en cuando una humareda en el horizonte advierte de que los olivareros continúan con la necesaria quema de rama de olivo tras los destrozos que provocó la intensa nevada que dejó la borrasca Gloria.

En la calle Palacio, donde confluyen la carnicería, el supermercado con estanco y la pescadería, sorprende la espera de 4 vecinos, que sin embargo, guardan entre sí unos 6 metros de distancia. «Estamos vendiendo menos y de manera diferente. La gente viene, se lleva pan para 3 o 4 días y tarda, como es lógico en volver. Pero sobre todo notamos la falta de turistas», explica Ángeles, gerente de una de las dos panaderías de leña de la localidad. Situación que se repite en la farmacia, situada junto a un parque en el que no hay niños ni ancianos tomando el Sol. «De momento estamos vendiendo parecido a días antes del decreto aunque extremando las medidas de higiene», explica la farmacéutica Marta Lázaro.

A 7 kilómetros en la normalmente bulliciosa Valderrobres la situación se repite. La calle Santiago Hernández Ruiz y las avenidas Cortes de Aragón e Hispanidad con sus bares y restaurantes se han transformado en una sucesión de persianas bajadas. Solo los comercios, bancos y supermercados mantienen sus puertas abiertas parcialmente, con todo el personal protegido con mascarillas y estableciendo un reducido aforo que en algunos casos se limita a una persona.

Otro de los servicios que se mantiene es el de Correos, aunque durante todos estos días sus trabajadores están extremando las precauciones al ser uno de los colectivos más expuestos. Todo ello, cabe recordar, mientras por todo el país los trabajadores del servicio denuncian falta de equipamiento y medidas para protegerse de esta pandemia que ya ha contagiado a decenas de personas de este colectivo. En localidades como Fuentespalda y La Fresneda, la música está tomando estos días los balcones y la megafonía de la localidad. En Cretas los joteros del grupo local salen al balcón todas las tardes a alegrar a sus vecinos entonando una jota que resuena por las bellas calles cretenses.
‘Normalidad’ excepcional en Albalate del Arzobispo
Situación similar en Albalate, con calles prácticamente vacías en las tardes y concurridos comercios en horario matinal. En la localidad se ha instalado una especie de ‘normalidad’ dentro de esta excepcional situación que puede sentirse en los balcones. Ocho menos veinte de la tarde del miércoles. Silencio en una calle Mayor siempre repleta de gente yendo y viniendo, ahora con persianas bajadas y escaparates sin luz. «La gente por las tardes siempre viene con ganas de hablar, sobre todo los que están solos», comenta apenada la única persona que mantiene su comercio abierto a estas horas. El resto: dos estancos, dos sucursales bancarias, una panadería, un bar y otro comercio, cerrados, unos por horario y otros en acatamiento al Real Decreto. La situación cambia algo en las inmediaciones de la Plaza de la Jota donde dos carnicerías, una pescadería, un supermercado y otra tienda de comestibles se preparan para poner fin a su intensa jornada.

Son casi las ocho y el tiempo apremia. «Todos los días salimos a hacer un aplauso a los profesionales, a los médicos, a los trabajadores de las residencias, aunque en realidad el aplauso es para todo el mundo». Alejandra Gasco, regente de una de las carnicerías, no quiere dejarse a nadie. Reconoce que el ambiente en ocasiones no es el deseable pero no por ello pierde la alegría. «Estamos un poco tristes pero vemos que la cosa no va mal, que vamos a salir de esta. La gente tiene mucho cuidado con las medidas de seguridad. Todos se han volcado con que la cosa vaya bien», expresa agradecida. Posa sonriente para la foto y rápidamente sale junto a su marido y su hijo a la puerta del establecimiento. Aparecen de repente en los balcones algunas familias y estalla un emocionante y sonoro aplauso que retumba y recorre todas las calles. Un momento de alegría, de agradecimiento, de unión, que irrumpe en la monotonía de una vida de poca calle y mucha ventana.
Agradecen en Andorra el civismo
Por su parte en Andorra, desde el consistorio, destacaron el gran civismo de sus vecinos ante esta crisis. Todo ello después de que ayer comenzase la desinfección de todo el conjunto urbano. Desde el Ayuntamiento destacaron el compromiso demostrado por los agricultores de la localidad que de forma solidaria se están poniendo a disposición para las labores de desinfección de las calles de la villa andorrana. Medida que se une a otras iniciativas como el reparto domiciliario de comidas o la recogida de las mascarillas elaboradas por las andorranas y andorranos. Entre estas medidas también se ofrece, en total cooperación con el Centro de Salud de Andorra a las personas con problemas de movilidad o consideradas de riesgo.
Desinfección en el Bajo Aragón-Caspe
En el Bajo Aragón-Caspe, la empresa caspolina Planas Martínez, S.L. ha ofrecido gratuitamente sus servicios a la institución comarcal para llevar a cabo un plan de desinfección en las calles de todos sus municipios, el cual está siendo ya ejecutado. Las localidades de Nonaspe, Maella, Chiprana y Fayón, además de Caspe, han accedido a que se lleven a cabo estos servicios. La empresa caspolina comenzó sus trabajos en Caspe el fin de semana, e inicio sus labores también este miércoles en algunos rincones de Nonaspe; ayer inició los trabajos en los otros tres municipios.

Para ello se empleará un producto químico formado por una mezcla de lejía (hipoclorito de sodio) y 10.000 litros de agua, «una solución baja pero suficiente para desinfectar sin ningún peligro». Esta desinfección no comporta ningún tipo de riesgo para la población. En cuanto a las calles, prácticamente desérticas, mantienen la vida gracias a sus tiendas y comercios.

Es habitual, sobre todo por las mañanas, ver a vecinos solitarios realizando algún tipo de recado y compra, siempre respetando las normas de seguridad de cada establecimiento y la distancia de seguridad entre ciudadanos. «Para atender a los clientes utilizamos guantes y mascarillas, que además son de los productos que más nos piden, pero que ya no nos quedan, también preguntan mucho por geles para las manos y alcohol», explican desde la farmacia Senante, una de las más concurridas de Caspe.