¿Dónde hemos venido a hacer la foto?
A una pequeña finca familiar en la que antes se trillaba y ahora tenemos una burra y gatos. A mi padre le dieron la invalidez a los 35 años y esta era su oficina, a la que venía todas las mañanas. La burra se la regaló a mi madre porque ella la pedía. Era tan pequeña como el husky que teníamos. No sé qué pasa en este pueblo que cada verano nos dejan dos o tres perros abandonados en la carretera y alguien se queda con ellos. Desde que mi padre murió hace 10 años, mi madre viene dos veces al día para atenderlo que le van de maravilla. Mi hija es veterinaria y los animales también son su pasión.
Además es un animal difícil de encontrar.
En La Cañada tenemos dos casas de turismo rural y los clientes vienen a ver la burra, es el espectáculo del pueblo. Por el día tiene la puerta abierta y cuando escucha gente sale, ya posa. Los críos se hacen fotos, le dan zanahorias… está acostumbrado. Hay días que vengo y me encuentro a varias familias.
¿Qué te gusta hacer en La Cañada?
Salir al monte, me relaja. Mi trabajo es estresante y estoy todo el día tratando con gente. Venir aquí es como un oasis. Mi hija viene todo lo que puede y nos vamos a observar animales salvajes. Trabaja en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de La Alfranca y ha venido muchas veces a soltar especies para que se introduzcan aquí, esta zona es ideal. También me gusta la restauración, tengo un pequeño taller en casa y restauro muebles, me relaja.
¿Cuándo te marchaste del pueblo?
A los 17 años me fui a la Escuela de Arte de Zaragoza. Era un título medio así que después me marché a Madrid para obtener el superior y al terminar enseguida encontré trabajo en Zaragoza. El que fue mi jefe se había montado el taller pero no sabía manejar las maquinas. Llevo 30 años en el negocio y cuando se jubiló me quedé con la empresa.
¿Cómo recuerdas aquella época de estudios?
Pillé unos años locos en los inicios de los ochenta en la Escuela, el ambiente era espectacular. Imagínate un chico de pueblo de 17 años que no había salido de aquí… El día de la matrícula conocí en la fila a un chico de 1,90 metros, pelado, con cresta verde, chupa de clavos, cadena… Tenía un aspecto muy agresivo y en cambio, nos pusimos a hablar y era la cosa más dulce. Seguimos siendo amigos y vecinos de trabajo. Decorábamos los pubs del Rollo, vendíamos bisutería en el Rastro y la primera DGA vino a buscar voluntarios para catalogar ermitas en el Pirineo. Subíamos cuatro amigos los fines de semana saliendo a las cuatro de la madrugada con unos mapas en los que ellos calculaban que estaban las ermitas y nos daban 2.000 pesetas de la época. Formamos parte de aquella época en que se formaron las autonomías y se comenzó a valorar el patrimonio. Entonces no había nadie en el Pirineo, ahora no ves la iglesia porque está rodeada de apartamentos.
¿Por qué ser alcalde ahora?
Amo a mi pueblo y la situación era complicada porque de no presentarse nadie nos habría absorbido el pueblo de al lado, La Ginebrosa. Soy el presidente de la comunidad de vecinos de la piscina y también me encargué de la asociación cultural, así que me animé.
¿Comunidad de vecinos de la piscina? Explícalo
La piscina no es municipal porque cuando se construyó hace 25 el Ayuntamiento no tenía dinero. Así que a varios se nos ocurrió seguir el modelo de las comunidades de vecinos que tienen piscina y DGA nos dio el visto bueno. Tenemos alrededor de 350 socios.
Vives en Zaragoza, ¿cómo te organizas?
Por suerte tengo aquí a José Manuel Insa, el anterior alcalde. Para cualquier cosa me da un toque y a muchos documentos les doy el visto bueno mediante la firma electrónica con el móvil. El resto, los fines de semana. Vengo la mayoría.
¿Qué objetivos te marcas?
No me he planteado grandes cuestiones sino pequeñas cosas que hagan más cómoda la vida de los vecinos. Tenemos un pueblo muy apañado pero sí que tengo entre ceja y ceja acceder a la fibra.
¿Cuántos vecinos sois?
Censados unos 105 y viviendo ahora entre 60 y 70. Tenemos cuatro niños que van al colegio de La Ginebrosa.
¿Es posible ganar nuevos habitantes?
Tenemos cuatro casas de alquiler a unos 50 euros al mes más gastos que son un aliciente. Están ocupadas, al poco de llegar a la alcaldía vino una pareja desde Alcañiz. Lo que cuesta bajar es menos que a veces ir de casa al trabajo en Zaragoza. Cualquier vivienda que vemos que puede quedar libre proponemos al dueño pagarle un alquiler y arreglarla para entrar a vivir. Damos vida al pueblo y evitamos que se deterioren.
¿Cómo percibes la política actual?
Me presenté como independiente por el PAR. Me gustan cosas de un lado y del otro pero es cierto que siempre me ha llamado la atención del PAR que es muy cercano en los pueblos. Además, llamas al partido y se te pone el presidente, eso no pasa en otros.
¿Un referente en el que mirarte?
De crío vi tantas veces a Suárez en la televisión con aquella imagen sería, serena… tuvo que ser complicado lidiar con unos y con otros. Me daba confianza. Viví el 23F en casa acojonado. Hubo gente que sacó hasta la escopeta o quien se fue al monte. Para los que vivieron la guerra resucitó todo de nuevo. Aquí hubo mucho maquis y fue peor la posguerra que la guerra. También me gustaba Felipe González en su primera época.