El Curso de Periodismo Deportivo de Alcañiz contó durante la segunda jornada con la presencia de Sebastián Álvaro, director casi tres décadas del programa de Televisión Española «Al filo de lo imposible», además de creador de documentales, series y programas de radio a nivel nacional
¿La vocación del aventurero y la curiosidad tienen fronteras? Es la pregunta que le plantea este curso y el título de su ponencia.
La respuesta por supuesto es no. He decidido participar en este curso de periodismo deportivo porque me parece muy interesante y porque creo que hay que ayudar en estos momentos a los periodistas. Este tipo de encuentros van dirigidos a la gente que piensa que podemos aportar algo a la sociedad, justo en un momento en el que no se tienen referentes. Me parece que la aventura y en concreto el programa de ‘Al filo de lo imposible’ fue un referente ético de valores, de cómo afrontar la vida, de cómo en momentos de adversidad hay que ‘plantar cara a la vida’.
Se ha valido de experiencias reales para llegar a los asistentes.
Sí, he querido reflexionar con el público sobre la aventura y sobre la vida. Para ello he compartido una treintena de aventuras que hemos vivido haciendo ‘Al filo de los imposible’: desde escalar el K2, a bajar un río, salir volando de una montaña, o ir caminando por el Polo Norte y el Polo Sur. Pero sobre todo lo que intento siempre es dar a la audencia una referencia estética sobre el planeta que habitamos: me gusta reflexionar sobre en qué condiciones nos lo encontramos, y cómo es probable que determinadas que viví hace años ya no se puedan hacer en la actualidad.
¿Como cuáles?
Por ejemplo, buena parte de los glaciares se están derritiendo y otros ya ni siquiera existen. Por ello también quiero tomar conciencia de la grandiosidad del planeta en el que vivimos y de nuestra vulnerabilidad (como ejemplo la pandemia del Covid-19). Somos una especie muy bien adaptada a un determinado medio y una determinada temperatura, pero una pequeña cosa, unos pequeños grados de más o ‘un bichito que viene del ‘Este’ es capaz de pararlo todo.
¿Qué le diría a futuros profesionales que querrían dedicarse a la aventura, y al periodismo a la vez?
Lo que tienen que hacer es lo mismo que hice yo: trabajar mucho, sacrificarse, esforzarse. Luego, una parte que no depende de nosotros: hay que tener una pizca de suerte. Yo en el transcurso de 30 años perdí 33 amigos cercanos que no eran más fuertes que yo pero tuvieron peor fortuna. Cualquiera de las 7 veces que estuve a punto de morir y que logré salir vivo tuvo que ver con mis habilitades pero hay otra parte que tiene que ver con la suerte. Así que lo que les recomiendo sobre todo a la gente joven es que le ponga pasión a la vida, que aquello que haga lo tiene que creer y esforzarse por conseguir sus metas.
Ahora mismo está inmerso en el proyecto de cooperación Hushé junto a la Fundación Sarabastall de Caspe.
Sí, ese es otro de los temas que toqué en profundidad durante el curso de Alcañiz. Llevo más de 30 años visitando el Karakorum y desde la primera vez que fui me sorprendió la lealtad, valentía y fortaleza de sus gentes, que siempre han estado junto a nosotros en las muchas expediciones que he realizado en la zona. El más fuerte y famoso de todos ellos, Little Karim, un gran amigo desde que nos conocimos en la vertiente sudoeste del K2 fue el que me convenció de comenzar la tarea de la que más orgulloso me siento: este proyecto de Ayuda y Cooperación en su aldea que con el tiempo se ha extendido a otros pueblos de la zona. Junto con la maravillosa gente de Sarabastall, comenzamos un viaje que comenzó en 2001 y continúa hasta nuestros días. Un proyecto global que se sustenta en 4 pilares: agricultura, educación, sanidad y la construcción de un refugio-hotel que permita aumentar la bolsa de becas para educación.
Es muy interesante la iniciativa deportiva que realizaron hace un año con mujeres como protagonistas.
Es una aventura que impulsamos con tres niñas de Hushé. Pese a vivir toda su vida en el corazón de la montaña, nunca habían subido un pico. Elegimos el Manglik Sar, una montaña de 6.050 metros de altura. Una experiencia inolvidable que significó mucho para la sociedad de la zona y para nosotros. Ellas hicieron muchas cosas por primera vez: hacer montañismo, viajar en coche… Después las trajimos a España a relatar la aventura a la gente y a conocer lugares como el Teide, el cual subimos también.
Hay muchos proyectos solidarios en toda España que seguro que agradecerían contar con su colaboración, ¿por qué eligió el de Fundación Sarabastall?
Yo miro a la gente por lo que vale. Las personas que yo conozco de Caspe y de Alcañiz valen muchísimo, y eso no tiene nada que ver con el dinero. Tiene que ver con la valía personal y con la cantidad de trabajo que han desplegado. Me siento muy orgulloso que siendo de Madrid me hayan dejado entrar en la Fundación.