Cada cual está viviendo el confinamiento como le ha tocado según sus circunstancias y en muchos casos eso implica hacerlo separado de familiares y amigos. Las fases de la desescalada se siguen con mucho interés y todo oído anhela escuchar la frase que diga que «es posible circular libremente entre territorios». Para esto, que a muchos permitirá ese esperado reencuentro, todavía queda un tiempo. Vecinos o compañeros de trabajo se han convertido en ese apoyo. Son esa familia que uno se construye cuando los suyos están algo más lejos. Esto le sucede a Andrea Alegre pero en su caso ya sabía que sus compañeros de trabajo eran su familia en Barcelona. Es natural de Andorra y llegó a la Ciudad Condal hace ocho años para trabajar. En el 9 de mayo había fijado su fecha de boda, una celebración que ha pospuesto pero que sus compañeros se encargaron de que tenga un recuerdo agradable.
«Desde que me comprometí ha pasado un año y cada día tenía la palabra boda en la boca, así que, eran muy conscientes de lo ilusionada que estaba», explica desde casa unas horas antes de regresar a su puesto. Es enfermera en el servicio de Urgencias del Hospital Clínic y esa noche de este 9 de mayo tuvo guardia. Tras meses con una presión de asistencia que no es difícil de imaginar, hacía unos días que se respiraba cierto sosiego. Esa noche a las tres de la madrugada la sala de urgencias quedó despejada. Todos los elementos eran favorables para poder llevársela un momento a una sala aparte y que descubriera su regalo. Le habían preparado un vestido hecho con bolsas de basura, sus flores y su tarta. «La noche empezó normal, de hecho, fingían que no se acordaban del día que era y fueron increíbles», explica. «Por la mañana llegué a casa con mi ramo y mi novio pensaba que era broma pero sí, me había casado sin él», sonríe.
Un detalle desde tierras bajoaragonesas
La familia de Andrea Alegre, repartida entre Andorra, Oliete y Alcañiz, «no puede estar más contenta porque mis compañeros hicieron de mi familia arropándome en un momento muy especial. Para mí son héroes en todos los sentidos: como profesionales y como personas». Cabe destacar que al hospital se fue a trabajar ese día con una inyección de moral alta ya que en su tierra, sus amigas de toda la vida no se olvidaron de semejante fecha y le crearon otro momento bonito. A Raquel, «que es la mejor amiga y como una hermana», le agradece el regalo de esa mañana que montó junto a su amiga Eva. «En un vídeo unieron a todos los amigos míos y de Pablo y a algún familiar para un brindis colectivo. Tanto Raquel como Eva han estado al pie del cañón desde que empezó esto y para mí son muy especiales», agradece.
Pendiente queda la celebración presencial que será dentro de un año en tierras aragonesas y con todas las familias: la propia, la política -otro gran apoyo en la ciudad-, la que dan los amigos y con la que se comparten prácticamente todas las horas del día en el trabajo. Mientras, toca seguir la evolución de la desescalada y continuar cumpliendo las normas «sin dejar de ser cautos».