La periodista Annabel Roda forma parte, como redactora jefa, del equipo de redacción de la revista Salvaje. Se trata de una publicación en papel que se sustenta gracias al micromecenazgo de sus socios y que llega ya a sus séptimo número, con el medio rural como protagonista.
¿Qué es la revista Salvaje y cuál es su filosofía?
La publicación es trimestral y exclusivamente en papel. La vocación principal de Salvaje es mostrar las voces del mundo rural, del campo, y poner en valor que el medio rural tiene mucho que contar, intentando trasladarlo de una forma seria, reposada, con mucho cariño y contestando a distintos estereotipos que, durante décadas, se han ido asociando a la manera de vivir de los pueblos. Se trata de empoderar a la gente de los pueblos. Se nos ha inculcado una imagen de ser de pueblo impuesta desde la ciudad. Y la gente de los pueblos tenemos derecho a construirnos nuestra propia imagen… abordamos todas las caras de la moneda, con sus claroscuros, que sabemos que el medio rural los tiene.
¿Cómo sale adelante esta nueva publicación?
La revista sale adelante gracias a un crowdfunding que respaldan actualmente 1.000 socios. Es una publicación muy visual y que sobrevive gracias a una aportación de 30 euros anuales a través de los socios. Colaboré con la dirección de la revista para elaborar un artículo sobre los familiares de enfermos de Alzheimer en el Bajo Aragón. La colaboración se estrechó hasta que se me propuso ser la redactora jefa. En estos meses ¡hasta Andreu Buenafuente se ha referido a nosotros en su programa!
¿Piensas que en España se denosta al medio rural y a la gente de los pueblos?
Lo cierto es que en otros lugares su naturaleza y sus pueblos son un símbolo de identidad. En Estados Unidos, por ejemplo, sus paisajes y su mundo agrícola, ganadero y rural es todo un símbolo del que todo estadounidense se siente muy orgulloso y pretenden además mostrarlo al mundo. Aquí en España, quizá por distintos aspectos históricos. hemos visto siempre el campo como un lugar de atraso. Creo que en los últimos años, especialmente a raíz de la revuelta de la España Vaciada, se está dando la vuelta a la tortilla. Creo que se está poniendo de manifiesto que tenemos mucho que contar y es lo que queremos contar en Salvaje. Aquí hay mucha gente que está luchando para dar vida a su pueblo y esta situación de pandemia está demostrando que el medio rural es un buen lugar para vivir.
¿Cómo surge la idea de lanzar esta publicación?
Arranca a mediados de 2019 de la mano de tres socios. Uno de ellos, el director, Guillermo López, se dio cuenta mientras desarrolló su etapa profesional en Estados Unidos de que allí la gente se sentía muy orgullosa de su medio rural. Algo muy distinto a lo que ocurre en algunas zonas de Europa, en especial en España, donde, aunque cada vez menos, se denosta y se menosprecia el mundo rural. Salvaje me ha hecho ver que las raíces hay que cuidarlas y volver a ellas.
¿Influye que seas del Matarraña a la hora de proponer temas?
Tenemos una visión muy global del mundo rural y al revés, intento no centrarme en lo que conozco. En el anterior número 6 sacamos el observatorio de aves Mas de Bunyol pero fue a propuesta de la fotoperiodista, nominada al premio Pulitzer, Maysun, y de Virginia Mendoza, especializada en temática rural . También hemos publicado un reportaje sobre el chef Pablo Soler, de La Puebla de Híjar, que nos devuelve a cómo se llevaban a cabo las conservas tradicionales. Es lógico que yo al ser de aquí pueda proponer temas que conozco, pero nuestra visión es totalmente global e intento que no influya mi origen geográfico.
¿Crees que la situación de pandemia va a hacer que la gente joven vuelva al medio rural?
Es algo que hemos debatido hasta en el programa de radio que tenemos. No pensamos que vaya a haber una reversión inmediata al mundo rural porque faltan servicios y no hay vivienda. En estos primeros siete números hemos hablado del problema de la falta de vivendia en el mundo rural, de las dificultades de la escuela rural, de la falta de relevo generacional; de la nostalgia de los nietos que vuelven al pueblo y ven cómo se han perdido oficios antiguos. Al final somos los periodistas rurales los que queremos contar lo que sucede en el pueblo.