La alcaldesa de Lledó, María Teresa Crivillé compatibiliza las labores de alcaldía con la dirección y gerencia de Bodegas Crial
Su empresa es fruto de una tradición familiar ¿Tuvo claro que iba a dedicarse al vino?.
Desde siempre. Por tradición familiar y porque me gustaba. La empresa tiene una historia de 4 generaciones y ahora somos 3 familias las que vivimos de la bodega. Hace 27 años falleció mi padre y me puse al frente del negocio. Tenemos un territorio extraordinario en el que se están produciendo vinos reconocidos por todo el mundo ¡Queremos ser profetas en nuestra tierra! No puede ser que vengan de otras partes del mundo a reconocer la calidad de nuestros vinos. Tenemos que creérnoslo nosotros y que alguien que venga aquí pueda disfrutar de ese olor y ese sabor a Matarraña.
Creo que acaba de desvelarnos otra de sus pasiones… el territorio en el que vive…
Así es. Luchar por Lledó y por el territorio en el que vivo junto a mi familia es una de mis pasiones.
Con todo el trabajo que conlleva la vida de empresaria ¿Cómo te planteas presentarte a la alcaldía?
¡Mucho trabajo y que continúe! Lo cierto es que en nuestra casa hay mucha tradición de estar involucrados con el Ayuntamiento. Mi marido estuvo tres legislaturas en la corporación municipal, mi hijo estuvo 4 años y en la última legislatura me animé y fui teniente de alcalde. El momento era ahora, con mis hijos, mi yerno y mi nuera totalmente implicados con la empresa puedo delegar con total tranquilidad en muchos aspectos y lo cierto es que tengo muchas ganas de trabajar por Lledó. Además y esto he de decirlo con una enorme responsabilidad, porque tuve un enorme respaldo por parte de los vecinos a los cuales no puedo más que agradecer la confianza que me han otorgado pero también me hace pensar que tengo una gran responsabilidad. Mi familia y amigos me decían ¿No tienes ya demasiado trabajo? Pero lo cierto es que todos me apoyaron y animaron.
¿Encuentra alguna similitud entre gestionar una empresa y un ayuntamiento?
Lo principal en un pueblo es vivir, sobrevivir y convivir. El consistorio no deja de funcionar de forma muy parecida a una empresa, se trata de gestionar correctamente unos recursos económicos. Con una sensibilidad extra, que también la tenemos en una empresa, pero aquí se trata de convivir todos los vecinos.
¿Se sorprendían clientes y tratantes hace 3 décadas cuando encontraban a una mujer al frente de Bodegas Crial?
Se extrañaban mucho de que una mujer tomase decisiones. También se extrañaban de que, por ejemplo, yo condujese un camión. Aquí en casa todos y todas tenemos carné de camión y ahora es habitual, pero hace 30 años se extrañaban un poco. Pero en mi familia somos así. Siempre he pensado que las mujeres mandábamos o teníamos más poder del que daba la sensación tradicionalmente. He de decir que nunca me he sentido menospreciada ni infravalorada, entre otras cosas porque si, hace décadas, observé algún tipo de menosprecio o falta de educación en ese aspecto, lo corté por lo sano. Tenemos la misma capacidad que un hombre. Pero creo que falta todavía en mejorar en el peso que recae sobre una mujer cuando es madre. Tenemos menos horas para nosotras y aunque ha cambiado mucho, creo que todavía hay que mejorar en ese aspecto, necesitamos un mayor apoyo.
Ahora que es un tema tan candente ¿Se considera una matriarca?
-Se ríe- no lo sé, tampoco creo que sea así. En mi casa, en mi familia y en nuestra empresa cada uno tenemos un papel y lo cierto es que, aunque todos hacemos de todo, cada uno de los miembros de la familia tienen una tarea. Ahora mismo Bodegas Crial no se entendería sin mi marido Ismael, sin mis hijos Carlos y Raquel y sin mi yerno y nuera Nicolás y Meritxell. Ismael y Nicolás se encargan más de la tierra y las viñas. Carlos de la elaboración del vino y Raquel y Meritxell de la oficina. Yo me encargo sobre todo de las labores comerciales. Lo que sí que es cierto es que a mi hija Raquel le inculqué desde muy pequeña que siempre fuese con la cabeza muy alta. Algo que hago extensivo a mi nuera. Y he comprobado con satisfacción que así es.
Creo que sus hijos tenían muy claro que querían quedarse a vivir en el medio rural.
Es algo que siempre tuvieron muy claro y de lo que estoy muy orgullosa porque les dimos libertad para elegir el camino que quisiesen. Mis hijos aman esta bodega y aman el medio rural. Por eso estudiaron enología y por eso me emociona saber que todo el trabajo que desempeñan es fruto del cariño hacia el mundo del vino y hacia Lledó.
Es usted una mujer muy familiar ¿Cuáles son sus aficiones fuera del trabajo?
Me encanta ser la yaya de mis nietos. Sí, me encanta estar junto a mi marido, mis hijos y mis cuatro nietos ¡La quinta generación de viticultores! Te sorprendería ver cómo, a falta de probarlo porque todavía no pueden, ya observan el proceso de fabricación y se impregnan del olor a bodega. Saber que los tengo cerca y que están bien. Los fines de semana además me gusta desconectar. En la empresa siempre hay alguien, nuestras instalaciones nunca se quedan solas, pero a mi me gusta salir, ir a la playa o ir a la masía que tenemos para desconectar y cargar pilas.